–Funes era un pueblito. Fuimos a vivir al barrio La Negrita, en la zona norte, al lado del tambo de Rodríguez, donde no había luz. Mi papá me mandaba a comprar el kerosén al almacén de Rubini, que quedaba pasando la quinta de Emilio Edreira, al lado de esta quinta de Rufel, donde estamos ahora hablando. Nos alumbrábamos con un sol de noche porque la luz recién vino en 1965. Los únicos que tenían luz eran el tambo (de Rodríguez) y la Estancia La Polola, de (los dueños originales del Diario La Capital) Washington Lagos y su hija Nora Lagos –la directora peronista del Decano–, con los que me reuní una vez.
–¿Qué recordás de aquellos años en aquel pueblito?
–Hice toda mi vida en Funes. Fui a la Escuela Fiscal en la primaria, al (Colegio) Nazaret en la secundaria, me casé muy joven y fui padre a los 19 años, de Pini, la mayor de mis tres hijas mujeres.
–¿Cómo aprendiste el oficio de tu padre?
–Fui albañil desde los 11 años. Empecé porque mi viejo nos decía: “Si querés plata para salir a la noche, vení a trabajar. Y así empecé como peón. Mi viejo era un muy buen albañil, hacía un trabajo artesanal. En aquella época trabajó en muchas casas de Fisherton.
–¿Siempre trabajaste como albañil?
–No. Después fui oficial montador de cables de alta tensión de la línea Pérez-Salto Grande, en un obrador de Techint, a 26 metros de altura. Luego trabajé dos años en la carpintería con la contratista Texas, en la remodelación del Liceo Aeronáutico durante el proceso militar, y tres años como oficial moldeador en la Fundición Findar.
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Virginia Benedetto / La Capital
–¿Cuándo empezaste a militar en el peronismo?
–Desde la secundaria empecé a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios. Me acuerdo que cuando volvió Perón yo tenía 14 años y se iban todos a Ezeiza a recibirlo, pero como no me querían llevar me colé, sin decirles nada a mis viejos, y me fui con los de la Tendencia (Revolucionaria). Nunca vi tantos jóvenes como esa vez que acampamos en Ezeiza. Me acuerdo que había uno de los de (el coronel Jorge) Osinde que levantó una ametralladora en el palco. Corrían las ambulancias, había tiros y muertos por todos lados. Perón iba a bajar con el avión, pero no pudo y se fue. Fue una masacre, pero es parte de nuestra historia. Nunca me voy a olvidar de todo lo que me dijo mi papá cuando volví a mi casa. También conocí a Ana María Gurmendi, una chica que militaba en el peronismo y estudiaba en Rosario, que secuestraron los militares y es una de las desaparecidas de Funes.
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–¿Cuándo comenzó tu carrera política?
–En 1982 me afilié al justicialismo y en 1983, cuando en Funes se votó por primera vez, el presidente comunal Marracino me puso con 23 años en la Comisión de Fomento. Le ganamos cuatro a uno al radicalismo y fui como representante de la juventud. También estaba (el radical Horacio) Rimini en la primera comisión de la democracia. Desde el 83 hasta el 91 estuve en todas las comisiones de fomento, en las épocas cuando no eran cargos rentados. Me acuerdo que trabajaba en la fundición a la mañana y a la tarde me iba a firmar los cheques, como tesorero de la Comisión Vecinal.
"Rimini era muy radical, teníamos diferencias"
–¿Cómo era Horacio Rimini?
–Era muy radical y yo, muy peronista, teníamos diferencias, pero nos respetábamos y teníamos un buen diálogo.
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–¿Y cómo era su primo, Juvenal Rimini?
–Una buena persona, pero como intendentes siempre tuvimos diferencias.
–¿Qué opinás de la gestión de Marracino?
–También fue un buen intendente. Marracino trajo el agua potable y construyó la primera escuela secundaria. Él iluminó la tercera parte de la ruta 9 y nosotros hicimos el resto.
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Virginia Benedetto / La Capital
–¿Cuáles fueron tus principales obras como intendente?
-Cuando asumí, en 1991, Funes tenía un solo acceso desde Rosario: la ruta 9, donde los domingos se formaban colas de autos de 3 o 4 kilómetros. Hicimos el ingreso por la prolongación de Mendoza con Obeid, después Nación hizo la conexión por la autopista y en 1999 firmamos un convenio con el Aeropuerto para pavimentar el camino del Cementerio, que corre al lado de las vías, y sale por la avenida Jorge Newbery, en Rosario. Hicimos la Escuela 398 Islas Malvinas en 1999. (El exgobernador Carlos) Reutemann nos ayudó con los materiales y nosotros pusimos la mano de obra. Reutemann y (el exintendente rosarino Hermes) Binner vinieron a la inauguración. Me acuerdo que eran tan hoscos que los tenía uno a cada lado y ni se hablaban. Sólo se saludaron con un “hola”.
-¿Cómo era tu relación con Reutemann, Binner y Obeid?
-Era buena. Reutemann te prometía algo y te cumplía. Con Binner teníamos buena onda, pero yo era más amigo de su secretario (Juan Carlos) Zabalza. Y (el exgobernador Jorge) Obeid me ayudó a hacer la continuación de la calle Mendoza. (El exintendente rosarino Héctor) Cavallero la pavimentó hasta el (arroyo) Ludueña, la provincia la pavimentó en Funes y nosotros la iluminamos.
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-¿Aprobaste la instalación de Kentucky, el primer club de campo de la provincia?
-Sí, se aprobó la instalación de Kentucky, el primer club de campo de la provincia de Santa Fe. Me reuní con la familia Rossetti en 1998, cuando se estaba construyendo la autopista, y en 1999 inaguraron una bajada hacia Kentucky. No existía la ley sobre clubes de campo en Santa Fe y ese fue el primero.
-¿Qué diferencia hay entre un club de campo y un barrio cerrado común?
-El club de campo sólo puede construir en el 25% de la superficie y debe dejar libre el 75% restante, a diferencia del barrio cerrado común, que no tiene ese límites para construir. Por eso Kentucky tiene campos de golf y un lago, entre otros espacios verdes.
-¿Qué opinás de la proliferación de los barrios cerrados en Funes, que segmentan la ciudad en islas?
-Ahora está lleno de barrios cerrados. Cada uno elige dónde vivir. La gente de Rosario viene a vivir a Funes porque busca el verde y la seguridad. Mucha gente elige a Funes como dormitorio. Funes es un diamante en bruto. Es el lugar que eligen los rosarinos para venir a vivir. Fijate que vienen los jugadores. Messi se hizo en Kentucky una casa de 1.000 metros cuadrados que es espectacular. Lo mismo que el Kily (González) allí, y Di María, en San Sebastián. Los de más plata viven en Kentucky. Funes City, el barrio abierto más grande, con 1800 lotes, es un nuevo pueblo donde viven todos rosarinos.
"Con el Procrear, Funes City tenía 200 carteles: no creo que eso vuelva"
-¿Esta explosión demográfica se complica por los altos valores de los terrenos?
-Totalmente. La tierra en Funes es mucho más cara: un terreno vale entre 40 mil y 50 mil dólares. En la época de (el indendente Juvenal) Rimini se aprobaron muchos barrios abiertos como Funes City, Funes Town y Don Mateo. Con el (crédito) Procrear de (la expresidenta) Cristina (Fernández de Kirchner) Funes City tenía como 200 carteles del plan, y no creo que la gente vuelva a tener esa posibilidad de construir su casa. Ahora hay mucho desarraigo: los hijos de los trabajadores tienen que construir en el fondo de la casa de los padres o irse a vivir a Roldán o otro lado porque no pueden comprar un terreno en Funes. El valor de la tierra es muy caro, y eso que no tiene río. Funes está en una loma, que en su punto más alto, en la garita 14, que va bajando y tiene una diferencia de 33 metros con el Monumento (a la Bandera).
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-¿La gente elige vivir en Funes por el verde y por la seguridad?
-Tal cual. Si subís al tanque de agua de la ciudad, que tiene 28 metros de altura, se ve a Funes totalmente arbolada, con diferentes tonalidades de verde. La municipalidad y las casas quinta han plantado árboles y creamos un microclima, algo que no es fácil. (El exintendente) Marracino mantuvo los tilos de casi 100 años de la ruta 9, que fueron plantados en 1938, y los plátanos del camino del Cementerio, y plantó los lapachos amarillos y rosados en la avenida Yrigoyen. Y Funes es una ciudad tranquila y segura: mis nietos van en bicicleta a la escuela. Eso no tiene precio.
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Virginia Benedetto / La Capital
-¿Qué obras le faltan a Funes?
-Una deuda es el agua potable. Hay gente de clase media que llena recipientes en la canilla pública porque no todos tienen un dispensador de agua en su casa. El Roly (Santacroce) estuvo en la licitación del Acueducto del Gran Rosario, que daba agua a Funes y a Ibarlucea, así como las de la ruta 34-S y del gasoducto, que eran obras financiadas por el Enosa. El las quiere hacer, pero le pusieron muchas trabas. Cuando ganó Milei el Gasoducto Néstor Kirchner había llegado hasta San Jerónimo y el obrador estaba en Roldán para darles gas a todos esos barrios, pero Milei paró toda la obra pública. Lo mismo pasó con las cámaras reductoras hechas en la calle Brigadier López, al lado de Funes City. Sin recursos nacionales esas dos obras, de gas y agua, es muy difícil hacerlas.
-¿Sos asesor del Roly Santacroce?
-Sí, soy asesor ad honorem y colaboro con él. Cuando me fui en Funes había 12 mil habitantes y ahora hay 50 mil. Los nuevos habitantes son todos rosarinos de clase media y los viejos somos los mismos. El Roly es un gran intendente. Sus dos primeros años fueron muy buenos, después tuvimos la pandemia. Revolucionó Funes con las obras, es el que más hizo.
-¿El oficio de albañil es el más duro?
-Sí, es el oficio más duro porque sufrís tanto el frío como el calor, pero lo que más me costaba era trabajar como instalador a 28 metros de altura, hasta que me acostumbré. Después de ser cuatro veces concejal y dos veces intendente volví a trabajar como albañil en la pequeña empresa de mi viejo, con el que hacíamos casas, pero el que sabía era él.