Podría decirse que la relación que une a Martín Carbone con el running es parte de la religión. Una razón espiritual en la que —revela— encontró respuestas que en otros ámbitos no había hallado. Trompetista desde su más temprana edad, producto de una herencia familiar que comenzó con su abuelo clarinetista tras escapar de la Segunda Guerra Mundial, este muchacho de 41 años comenzó a trotar en 2013 por sobrepeso y así llegó a obtener las Six Majors (seis maratones), algo que sólo 19 mil personas de todo el planeta pudieron lograr, propio de los requisitos que exigen estas competencias de largo aliento a la hora de obtener un cupo para la línea de largada.
A lo largo de ese trayecto cuenta que tuvo que sortear una operación por una ruptura del talón de Aquiles, un cuadro de sobrepeso que bordó la obesidad al llegar a pesar 125 kilos; la caída de un portón en la cabeza, que le demando dos cirugías y 20 puntos de sutura; y una neuralgia del nervio mandibular trigémino. En el camino también formó parte de la fundación "Dios es amor", que colabora con el asentamiento humilde denominado La Lagunita, en la zona sudoeste de Rosario.
Correr, una experiencia religiosa
"El running me enseñó a aprender muchas cosas en otros aspectos de la vida, pero soy una persona muy creyente. Mucho se habla de los beneficios del running en el físico y lo mental, pero al acercarme a Dios aprendió que la respuesta está en las cosas simples. Cuando necesito respuestas lo primero que hago es salir a correr y allí las encuentro, por eso rescato que esto es algo muy espiritual", confiesa Martín en declaraciones a La Capital, luego de correr el mes pasado en Boston.
Allí logró completar la serie de maratones junto a Chicago, Tokio, Londres, Berlín y Nueva York, donde comenzó este sueño casi de casualidad a partir de un viaje que nada tenía que ver con el mundo del running. Muchos mortales tienen ese tipo de experiencias, como el escritor japonés Haruki Murakami que hasta llegó a escribir un libro (De qué hablo cuando hablo de correr) o el periodista Daniel Arcuci, quien confesó que el running lo rescató de las penumbras.
Nueva York, la primera de todas
En 2015 decidí viajar a Nueva York y justo coincidí con la maratón. La verdad que me volvió loco, era una locura, no me entraba en la cabeza y dije: «el año que viene me preparo porque quiero hacerlo aunque sea una vez en mi vida». Busqué un grupo de running, Rosario Team Merrell, y acá estoy, corriendo por el mundo y nunca más paré".
"Siempre tuve una relación muy emocional con la comida, y después de la operación del talón de Aquiles me fui a 125 kilos. Entonces me propuse mejorar mi salud y comencé a correr, pese a que me parecía aburrido. La primera vez corrí seis cuadras, pero ese fue el puntapié inicial y de ahí no paré más", comenta.
Su primer objetivo fue bajar de peso y se puso como meta correr los 10K que organizaba la automotriz Chevrolet. De allí tomó confianza y fue por un objetivo mayor: la media maratón de Rosario. "Me parecía un montón, pero lo hice y después vinieron las maratones en Rosario, Buenos Aires, ya que a no me importa competir con un tiempo específico y exigente sino encontrarme conmigo mismo. Por eso mi único objetivo sigue siendo correr una maratón todos los años", asegura.
Las Six Majors
Así comenzó a gastar suelas en 2016 en la maratón de Nueva York, al año siguiente fue por Berlín y en 2018 Chicago. El caso de Londres fue particular porque quedó inscripto en 2020, pero no se corrió por la pandemia de coronavirus y recién pudo completarla en 2022. Trascartón llegó Tokio en 2024 y este año vivió la experiencia en donde todo comenzó: Boston y sus colinas "rompecorazones" para completar la medalla.
Esta meta de completar los Six Majors —pese a que hay otras maratones atrapantes en otras partes del mundo, como Róterdam o Valencia por sus circuitos llanos y veloces— cuenta con el patrocinio de la empresa farmacéutica Abbott, que es la que se encarga de certificar cada competencia y los requisitos para inscribirse a la serie, además de entregar la tan anhelada presea compuesta de los seis íconos en alusión al objetivo alcanzado.
"Sé que es la más difícil (Boston) pero es la que más disfruté. Tenía tanta emoción que disfruté cada kilómetro. Venía muy preocupado por saber si la podía terminar por un dolor de rodilla, pero me dolió todo menos esa articulación, algo que también me había preocupado en Nueva York. Ahí comprendí también que la cabeza es algo que no lo entenderemos jamás", señala.
Sin embargo, asegura que nada se compara con la que comenzó este sueño. "Nueva York es la que más me gustó. Fue la primera y es la primera impresión. Boston también me agradó mucho y el toque distintivo es que la ciudad respira esa maratón. Se corre un lunes por el Día del Patriota y la gente se involucra de una forma particular, buscan la excelencia en el corredor, se respira eso", describe.
Y agrega: "Decidí correr sin reloj porque es la que cerraba la serie, fue muy emocionante. En el km 20 tenés la Subida de lo Suspiros, ya que la carrera es prácticamente un falso llano, y luego enfrentás las colinas de Newton, del km 28 al 35, que te arruina las piernas. Así y todo, sabía que iba a terminar, entonces paré, caminé y reflexione sobre muchas cosas".
>>Leer más: El maratonista rosarino que entrenó en Kenia con el mejor fondista de la historia
Apunta que cada carrera tiene una característica diferente. "En el caso de Tokio es que es exótica. Cuanta con la particularidad de la prolijidad y la higiene, por eso no vas a ver un gel tirado nada, al tiempo que si vez a algún corredor hacer algo fuera de las normas como orinar o arrojar basura en la vía pública, la policía te va a perseguir para detenerte", comenta.
Tanto la maratón nipona como la londinense están conformadas por el apoyo de muchas ONG, según explica y por eso es tan complicado poder obtener un cupo. "Ocurre que te piden un piso monetario o una razón por la cual correr y a esta altura, la demanda de inscriptos desborda, por eso cuesta tanto ingresar si no es por ránking", acota.
También señala que en el caso de Boston "es un nivel distinto al que encontrar a otra carrera: allí la mayoría es semiprofesional o de un nivel avanzado, a diferencia de Nueva York, donde la mayoría corre para contemplar la Gran Manzana".
Como si esto fuera poco, luego de completar esta saga, un llamado le confirmó que estaba la chance de correr en Sydney (Australia), que desde agosto de este año será la nueva Major del calendario y a la que luego se sumarán, Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y Shangai (China).
Un maratonista en la piel de un trompetista
Desde los seis años que Martín sabe de pistones y válvulas y no precisamente de las que componen el motor de un auto. Es trompetista y lo hizo a lo largo de toda su vida en orquestas sinfónicas y bandas de jazz, entre otros proyectos artísticos.
"Mi abuelo era clarinetista y vino desde Italia para escapar de la Segunda Guerra Mundial. Desde ahí viene el lazo familiar con la música. M hermana es oboísta y vive en Buenos Aires y mi papá, Juan Carlos, era director de orquesta, pero lo hacía de manera amateur", cuenta.
Eso fue hasta 2013, cuando la música para Martín ya no era lo que solía ser y necesitaba un nuevo impulso, una nueva meta capaz de alimentar ese deseo. Allí apareció el running, y si bien no abandonó la trompeta por completo, una nueva pasión comenzó a rodar y aún sigue de trotamundos a lo largo y a lo ancho del planeta.