Desplegaron unas banderas para identificarse, le dieron un poco de fricción a
las rueditas, buscaron puntos de equilibrio y a las 13.30 largaron ayer por calle Córdoba,
bulliciosos y satisfechos de recordar el Día Internacional del Skate. La movida convocó a 150 de
los 400 rosarinos adeptos a las tablas rodantes y tuvo como objetivo recordar a las autoridades que
aún está pendiente una pista para que la actividad sea más segura y gratificante, iniciativa que
fue aprobada en el Presupuesto Participativo.
En la jerga skater, la movida que realizaron ayer se conoce
como "patiada" y arrancó frente a la Facultad de Derecho, donde hace 25 años comenzó esta actividad
en Rosario. Desde allí el grupo siguió hasta el Monumento a la Bandera y terminó en el Galpón 11,
Sargento Cabral y el río. En el lugar los esperaba un circuito de rampas para terminar de disfrutar
el Día Internacional del Skate.
"No vino la GUM (Guardia Urbana Municipal)", se lamentaron
ayer los skaters, tablas en mano, en la espaciosa vereda de Córdoba al 2000. La participación de
los agentes como "seguimiento y respaldo" estaba anunciada en el mail con el que los skaters
convocaron a su "patiada". Más aún, en el correo electrónico agradecían de antemano la cortesía,
que finalmente no se concretó.
"El tiempo nos jugó una mala pasada, hubieran venido muchos
más participantes", explicaron. Pero a pesar del frío, el grupo fue más que nutrido para una
actividad amateur que tuvo que sacar varias veces certificado de buena conducta ante las primeras
miradas poco afables que cosecharon.
"Ahora eso cambió un poco, somos la segunda generación que
practica este deporte en la ciudad, los primeros ya tienen 40 años", explicó Nicolás Escola, más
conocido como "Sapo" por su especialidad en uno de los saltos básicos (ollie). Como toda tribu
urbana, los skaters comparten códigos, vínculos y, por supuesto, identidad.
Desafiar el aire. En Rosario, los amantes de desplazarse en una pequeña tabla con
ruedas están nucleados en la Asociación Rosarina de Skate. "Es un deporte callejero", definió
Escola y aclaró que esa característica le permite codearse con la realidad, mirada que no está
disponible cuando se practica una actividad paredes adentro.
"Este es un deporte que se puede practicar hasta que el
cuerpo aguante", explicó Martín Fábrega. Como muestra basta un botón: allí estaba Alejo Suárez
Nogués, con 9 años, una tabla en la mano y la mirada atenta de su papá Oscar, que lo acompaña a
todos lados.
Para Damián Giamdoménico, el atractivo está en el juego
entre "el físico y la mente" que implica este deporte. Los skaters desafían a la gravedad girando,
saltando y hasta volando, sin despegar sus pies de la pequeña tabla que es a la vez impulso y
movimiento.