Si se quiere fortalecer la escuela y beneficiar a los chicos hay que concentrar
toda la mirada en los profesores y los maestros", opina el pedagogo Estanislao Antelo. Lo hace para
rescatar el oficio de enseñar, en especial porque considera que "hoy pesa más la personalidad del
maestro (cómo es, cómo explica) que su saber".
Antelo es doctor en educación, actualmente investigador de Flacso. Este año sumó
otro libro a su lista de los ya editados: "Los gajes del oficio. Enseñanza, pedagogía y formación",
cuya autoría comparte con Andrea Alliaud. El martes próximo estará en Rosario para participar de
unas jornadas de reflexión organizadas por el Instituto Superior Olga Cossettini. Allí disertará
sobre "Qué sabe el que sabe enseñar", un tema que orientó una interesante investigación sobre el
trabajo docente.
—¿En qué hará hincapié en esta charla?
—Ese es el tema de una investigación donde les preguntamos a estudiantes,
profesores, directores de institutos y especialistas "Qué sabe el sabe enseñar". Resultó que para
los estudiantes el profesor que sabe enseñar es el que sabe explicar, y también aquel que los
identifica, reconoce y conoce. A su vez, los profesores se sienten desprotegidos, y ven como una
amenaza a los padres y a los medios. Para los especialistas hay un mix: son varias las causas que
explican las buenas enseñanzas; y en el caso de los directores de los institutos, se quejan de la
procedencia de los que se inscriben y la dificultad que hay para combinar lo disciplinar con lo
didáctico. Lo que yo veo es una variación importante en estos últimos años y es el alejamiento que
tienen los profesores de su propio oficio, el reemplazo por los rasgos de la personalidad. Es
decir, a la hora de reclutar un docente de hoy pareciera que se le da más importancia a saber quién
es antes que lo que sabe enseñar.
—Es decir, funciona como un casting.
—Sí, tal cual. Es como un reclutamiento de "dime quién sos y te diré si
puedes enseñar", cuando antes eso estaba dado por el rol. Vos te ponías el delantal y ya tenías
autoridad. Hay que saber que cuanto más se pone en el centro a la personalidad (de los maestros) o
a los destinatarios (los chicos o los jóvenes), lo que se esquiva es la enseñanza, que es la razón
de ser, de estar ahí en la escuela. Aquí hay un buen ejemplo de otro aspecto para analizar sobre
esta situación y es el proyecto de Rubeo (Luis) que propone que los docentes se jubilen con 25 años
de antigüedad frente al aula.
—¿Por qué?
—Es muy interesante porque ahí coexiste el agotamiento que produce esta
mudanza, este desplazamiento del oficio hacia la personalidad; y la pérdida de la gratificación. A
muchos que están entusiasmados con esta iniciativa les pregunto: ¿Y al otro día qué van a hacer? Es
una paradoja porque están "quemados" y deben dejar lo que les da placer (su trabajo). Algo así como
pensar en el día después de la enseñanza.
—Sabemos que hoy la escuela no es la única que enseña. Para bien o para mal, los
medios, entre otros, también lo hacen. ¿Qué debe fortalecer la escuela para distinguirse de esos
otros escenarios?
—Si se quiere fortalecer la escuela hay que concentrar toda la mirada en
los adultos, que son los profesores y los maestros. La mejor manera de trabajar en provecho de los
chicos y de los jóvenes, si los queremos beneficiar, si realmente nos interesan, es trabajar con
los adultos y protegerlos. ¿Cómo se hace esto? Conectándolos con aquello mismo que eligieron y que
además es lo que aman. Cuando entrevistamos a los maestros, después de un largo rato, muchos
confiesan que les preguntan "por qué no te vas si te quejás tanto", a lo que responden que se trata
de su trabajo, pero también aparece otra respuesta que es tan importante y simultánea: "Porque me
gusta dar clases".
—Si tuviera que armar una valija o portafolios de un maestro, ¿qué herramientas no
deberían faltar en ella?
—Básicamente el dominio de lo disciplinar, no sólo de lo que va a enseñar
en cada espacio de lo que llama materia, también pondría una historia del arte, una de las ciencias
y una de la cultura. Después una predisposición para abrir como ventanas de manera permanente y de
contactarse él mismo con la huella de su propia formación. Hay un ejercicio muy simple que es
preguntarles a los padres, y sobre todo a los medios, de dónde sacaron ellos lo que saben hacer.
Por ejemplo, un inversor para ganar dinero necesita tener ciertas herramientas basadas en la
contabilidad y la aritmética. Bueno, de dónde las sacó, quién se las dio. Es decir, hablo de seguir
el trayecto o la biografía de la enseñanza para fortalecer el oficio.
—¿Qué opina de frases escuchadas de parte de los docentes como "con estos chicos no
se pueden dar estos temas porque son pobres" o bien "para qué vas a enseñar algo tan difícil si a
ellos no les sirve"?
—Es un pretexto. Hoy en día se usa la palabra contexto como pretexto, algo
increíble. Si preguntamos ¿qué puede hacer un peluquero en una villa miseria? ¿Qué un ingeniero y
qué un economista? Esas tres preguntas tienen respuestas claras: cortar el pelo, levantar un puente
y ayudar con las cuentas. Ahora si se pregunta qué puede hacer un profesor o un maestro, la gente
duda. Pero ¿qué otra cosa puede hacer que no sea enseñar?