Un cura que no puede evitar enamorarse, una novicia que altera el convento donde encontró refugio, que va a enamorar al cura, inexorablemente. Con voracidad, desparpajo, humor, le va comiendo los límites del recato eclesiástico, la culpa, hasta estamparle el beso tan esperado. "Esperanza mía", una comedia «blanca», liviana, con Lali Espósito y Mariano Martínez, bajó su éxito televisivo al teatro, y ya fue vista en Buenos Aires por más de 115 mil personas en 63 funciones. La obra llegará a Rosario el próximo 5 de septiembre en el estado cubierto del Club Provincial (27 de Febrero 2672, ver aparte) Lali Espósito, a pesar de su pequeña humanidad, confirma un virtuosismo comediante único, y se carga un éxito notable que ahora arranca la gira nacional. "Cuando tengo deseos, curiosidad, no tengo límites", definió Lali en la sede de Polka, en una entrevista exclusiva con Escenario.
"Todo lo que es televisivo tiene otra potencia para la gente. En mi caso, es diferente a dar un recital de música. Y ahora vamos a Rosario para dejarnos sorprender con el público rosarino, sentir cómo recibe al programa de televisión", anticipó.
—Espontaneidad, rapidez propia de la comedia, y a la vez una gran disciplina aplicada a la producción industrial que implica un programa diario de televisión en horario central. ¿Cómo funciona ese equilibrio en el proceso creativo?
—Soy libra... algo sucede con eso. Me siento en constante búsqueda entre la persona disciplinada para el trabajo y la espontánea, divertida. Me siento genuina.
—"Esperanza mía" juega una trama entre un cura y una novicia, un amor prohibido, aunque sin la solemnidad con que se contaron historias similares. ¿Cómo fue romper esa novela tradicional del cura y la novicia para volcarla en clave de humor?
—Otras novelas de amores prohibidos no se dieron permiso al humor, al personaje que roza la caricatura. Y luego la música. En esos elementos radica la personalidad de "Esperanza mía" que le permiten salir del clásico culebrón. La propuesta de Adrián (Suar) fue muy apropiada. Tenemos un color, una estética buscada, que nos permite brillar. Que convoca a las señoras, y también al chiquito que les gustan las canciones, incluso al papá que le gusta el humor. Lo vemos ahora en el teatro: la abuela, la mamá, el papá y los chicos, todos en la platea.
—Sin embargo en la platea se ve un núcleo duro dentro del público, las niñas preadolescentes...
—Sin embargo no son los más, aunque parezca. Veo que mi personaje gustó mucho a los chicos; no lo busqué especialmente, no trabajé especialmente para llegar a esa franja de edad. Veo a las nenas con trajes de monja y la verdad yo no estaba acostumbrada a eso. De hecho con Cris (Morena) nos enfocábamos a un público netamente adolescente, desde los 13 años para arriba.
—Con un éxito explosivo en tus manos como este, a los 23 años, ¿son válidas o no las recomendaciones del tipo "cuidado con la fama" que podría alterar tu vida privada?
—El tema es real. Si voy a comprar al supermercado tengo que ser consciente de las cosas que suceden con la gente. Cuando te pega un éxito así depende de cada uno cómo lo lleva; yo no juzgo, cada uno hace lo que puede. Lo único que no banco es a los actores que reniegan de una situación así, cuando todo actor, paradójicamente, espera que le suceda algo así. Por eso cuando escucho algunos actores que hablan del "asedio" de la gente, me da por preguntarles ¿vos te acordás hace cinco años cuando la remabas y no te conocía nadie?. Soy muy cuidadosa con el tema. Si trabajo en esto y busco un determinado resultado, y de pronto el resultado se consigue, entonces siento que tengo que abrazarme a ese resultado.
—En el teatro se ven chicas de 10 años con carteles manuscritos en sus manos que dicen "Lali te amo". ¿Eso es carisma, idolatría?, ¿sentís que surge espontáneamente o que se construye ese vínculo desde el oficio, desde una propuesta?
—Lo del carisma no lo voy a decir yo, lo dirán otros. Yo me siento una persona "normal", actúo de un modo normal, con lo que me dieron en mi casa. Soy como soy, no sobreactúo nada, sin embargo hay otros que no ven "normalidad" en esa característica.
—Mariano Martínez tiene experiencia en llevar una novela exitosa de TV al teatro, y en tu caso sería la primera vez, ¿cómo se vive eso?
—Yo llevé musicales de la tele al teatro muchas veces. Es lo que más hice en mi vida. Pero llevar una novela al teatro es distinto. Mariano aporta mucha experiencia, tiene el triple de carrera actoral que yo. Con "Esperanza mía" llevamos la propuesta de la comedia al teatro, con el ingrediente del musical; llevamos al teatro una propuesta para toda la familia. Le encontramos el perfil a la obra para que sea un pariente del programa de televisión.
—¿Qué tipo de sueños caben hoy para tu futuro a partir de la explosión de "Esperanza"?
—Me sorprendí mucho con lo que me pasó. No fue planeado, aprendí a dejarme llevar; si tomo una decisión y voy hacia un objetivo profesional, después el resultado será pura sorpresa. Soy inquieta, también exigente, y de buscar cosas nuevas. Cuando estuve en pleno éxito con Cris Morena me metí en simultáneo a hacer "Las brujas de Salem" (Arthur Miller), un teatro con texto que no había hecho nunca. Me metí sola ahí, con 18 años, y empecé a conocerme. Cuando tengo curiosidad por descubrir no tengo límites; no hay límites.
—"Esperanza mía" suele ser clasificada como "comedia blanca", sin rasgos dramáticos, ¿cómo se lleva ese tipo de entretenimiento con la dinámica cultural de la sociedad argentina, los cambios, las expectativas del público?
—Diría que rasgos dramáticos hay, pero como vivencia personal de los personajes, sin provocar sufrimiento en el otro. "Esperanza..." es una comedia liviana. Y hay algo en la sociedad que no cambia con las redes sociales ni con nada: el amor y sus conflictos. En todo caso puede cambiar el modo de contar una historia. Contar la historia de la novicia y el cura de un modo clásico hubiera sido un error.