“No te puedo comprender
Por Laura Vilche
“No te puedo comprender
Corazón loco
No te puedo comprender
Ni ellas tampoco
Yo no me puedo explicar
Cómo las puedes amar
tan tranquilamente
Yo no puedo comprender
Cómo se pueden querer,
dos mujeres a la vez
Y no estar loco”.
El bolero del cubano Antonio Machín que con ritmo flamenco revivió hace pocos años Diego el Cigala retumbó durante toda esta nota homenaje a Trinche Carlovich. Porque no se trata de Trinche jugador, la leyenda del fútbol rosarino que murió trágicamente a los 74 años, hace justo un mes. Sino de lo más íntimo y reservado de la vida de este hombre que como dice la canción amó a dos mujeres a la vez y con quienes tuvo cuatro hijos de manera alternada.
Todos llevan el apellido Carlovich: son dos varones, que apenas se conocían antes de la tragedia, y dos mujeres. María Laura y Nicolás fueron criados en barrio Belgrano, donde nació Trinche, volvió tras vueltas de la vida y terminó viviendo solo hasta el último día. Los otros dos, Bruno y Cintia, se criaron en el barrio 7 de Septiembre. La primera pareja de hijos son hinchas de Newell’s y la segunda, de Central. A todos los acompañaba a la cancha por igual.
Los hijos e hijas Carlovich se unieron por primera vez en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) la tarde en que le robaron la bicicleta a Trinche y entró en una agonía de la que ya no salió. Los cuatro desde ese día están conectados por whatsapp. Cualquiera podría hablar de una vida de ausencias, sufrimientos y reproches. Cualquiera, sus hijos no. Todos hablan con mucho amor sobre el papá, confiesan que lo extrañan y se quiebran al recordarlo. Los cuatro le dieron nietos, y uno de ellos le brindó dos bisnietas. Y dicen lo mismo: que a todos Trinche les dedicó “tiempo”, “ternura” y “presencia”. Esta es la historia de un “Corazón loco”.
Si Trinche fue un machista como los que abundan en el fútbol y entre los hombres que nacieron en los años 40, fue un ejemplar “clásico”. Entiéndase por esto a esos arquetipos masculinos reservados hasta con los más íntimos, que no alardeaban de sus amoríos; caballero a la vieja usanza, que no insultaba frente a las mujeres y de quienes no hablaba mal ni juzgaba, hombre de gestos atentos más que de muchas palabras. Así al menos lo describen sus cuatro hijos. Trinche “era un tipo libre”, “un loco lindo que no hablaba mal de nadie”, aseguraron.
La primera descendiente Carlovich es María Laura. Una mujer hoy de 46 años, enfermera del Hospital Centenario, hija de Trinche y de Lidia, quien más de un vecino dice que con su belleza aún intacta “lo flechó” a aquel hombre que llevó el pelo largo toda la vida.
A los tres años de la primogénita nació Bruno Marcelo, simpático y hablador, panadero y también no docente en la Facultad de Odontología. Es hijo de Trinche y Nancy, la única mujer con la que se casó: él tenía 25 años y ella 20. La boda fue el 23 de abril de 1971 en la localidad de Luján, cercana al club Flandria, donde jugaba por entonces. De Nancy había enviudado hacía seis años.
Pero la historia de la progenie del creador de los dos caños no quedó allí. Nuevamente con Lidia, Trinche tuvo otro hijo varón: Mateo Nicolás, ahora de 37 años, profesor de educación física aunque trabaja como pollero. Calmo, pausado, inmenso y de espaldas anchas, es por su carácter y físico el más parecido al ídolo charrúa.
Y finalmente llegó Cintia Paola, hoy de 35 años, “la más chica, consentida y la más llorona”, según se describió a sí misma. También es hija de Nancy y no para de lagrimear por la ausencia de su papá.
Los cuatro atraviesan un duelo que apenas empieza pero aceptaron hablar de Trinche como padre y compartieron con Ovación varios recuerdos y fotos privadas.
Sin ponerse de acuerdo, ya que apenas se conocen, coincidieron al decir que su padre era “un gran hombre”, que se preocupaba por cada uno de ellos y por sus madres también. A tal punto que a Nancy la cuidó amorosamente hasta que falleció y calculan que la tarde del asalto, Trinche iba en bicicleta a esperar a Lidia, para acompañarla desde la salida del trabajo a la parada del ómnibus.
“Con todos hacía lo mismo, pasaba con la bicicleta para ver cómo estábamos, se preocupaba. No sé cómo hacía para cuidarnos a todos, por ahí tenía un doble”, bromeó Bruno, el hijo a quien Trinche salió a hacer los repartos de pan en camioneta más de una vez.
“Mi viejo era un mago, un genio en todo sentido. Atípico como jugador y para amar. Amó como pudo y quiso, hasta eso nos enseñó, fijate que desde que se murió estamos los cuatro unidos y nos llamamos. Cuando lo vi en el hospital, ya estaba en coma, y le dije al oído: “Vamos viejo ponete bien que los cuatro estamos afuera esperándote ”, dijo María Laura, la madre de Brian, el nieto mayor de Trinche, que tiene 29 años y convirtió al ex 5 en un orgulloso bisabuelo. Una foto de hace más de un año da cuenta de esa “chochera”. Se lo ve al ex mediocampista sentado junto a Pía, de 9 años, y con Lola en brazos seguros, con pocos días de nacida. “Eran su locura”, aseguró la hija.
La mayor de las Carlovich tampoco se explica aún cómo hacía Trinche para ocuparse y tener tiempo para todos sus afectos. “Cuando sabía que yo entraba al hospital a las seis me llamaba por teléfono a cada rato y también pasaba con la bici por el trabajo de mi hermano Nico para ver cómo estaba”, contó.
Muestra varias fotos. Una en blanco y negro la tiene a ella sola arrugando la cara al sol y entre sus padres: jóvenes, ambos con pulóveres rayados y sonrientes. En otra se lo ve a Trinche con ella. El viste una camiseta del Flamengo y bigotes. Hay varias más de su papá con su hermano menor y dos festivas: una es de Trinche bailando el vals en el cumpleaños de 15 de María Laura. Ella de vestido blanco largo y sonriente. El de buzo gris a rayas y menos cómodo que cuando repartía pases al pie en el mediocampo charrúa. La otra con su mamá y su papá al lado de la torta.
María Laura se sonríe cuando habla de la manía que tenía su papá de llamar a los hijos por apodos. “Yo para él era cariñosamente la Chapita, o la Loca, y mi hermano el Cabezón”, dice la mujer que asegura que para caminar con Trinche y llegar a horario había que salir una hora antes porque “todo el mundo lo detenía para charlar y él paraba porque era amiguero”.
Con ella y su hermano, los dos Carlovich leprosos, Trinche festejó el 19 de abril sus 74 años. “Fue un festejo íntimo por la pandemia”, recordó María Laura frente a otra foto de los tres, segundos antes de que el padre soplara el último cumpleaños sobre una torta blanca adornada con rodajas de kiwi.
Bruno tiene 43 años y una hija de quince años, Sol, una jugadoraza de handball que eligió usar el 5 en la camiseta como su abuelo.
El hijo mayor de Trinche dijo que un día fue a un club de fútbol a repartir pan y se acercó a un muchacho que miraba cómo jugaba su hijito. “Le pregunté: «¿Vos sos el hijo del Trinche? Yo también». Estaba sentado, se paró y comenzamos a hablar, le dije que tenía ganas de conocerlo y que mi hija también querría conocer a sus primos y desde ese día le digo «mi hermano», como si lo conociera de siempre: es igual a mi papá cuando lo ves de espaldas ”, confesó el mayor de los varones. Y parece que esa sensación no sólo la tiene con Nico, ya que anotó los nombres de sus dos nuevos hermanos en el celular y les adosó la palabra “hermano” y “hermana”.
Bruno dijo que Trinche siempre vivió con su mamá, Nancy, su hermana Cintia y él, “con lo justo” a nivel económ ico. Recordó el tiempo que la familia se trasladó por el trabajo de Trinche a Independiente de Rivadavia de Mendoza y el regreso a Rosario a los 9 años de Bruno, “al 7 de Septiembre”, tal como nombra al barrio.
Con una sola anécdota el hijo describió toda la discreción de Trinche. “Una vez vinieron de España a hacerle un video hermoso, allí contó que el Cosmos lo quiso comprar y que Pelé le bajó el pulgar. Cuando se van los periodistas le pregunté: «Es verdad eso, Viejo? ¿Por qué nunca me contaste?». Y me respondió como si nada: «Porque ya pasó»”.
Este hijo, hincha de Central como su hermana Cintia, contó que Trinche cuidó a su esposa durante su enfermedad, quien falleció en el Hospital Centenario. “Justo donde trabajan mi hermana María Laura y su mamá, no sé si alguna vez se cruzaron, la vida es así”, reflexionó Bruno, a quien también Trinche acostumbraba pasar a saludar en bicicleta por el trabajo. “Cuando llegaba siempre alguno le pedía una foto, pero eso de visitarnos para ver cómo estabas o acompañarte para cuidarte no lo hacía solo conmigo, también con mi mujer, nos cuidaba a todos”, comentó.
A Trinche le gustaba el tango y sobre todo el de Jorge Falcón, reunirse con amigos como los hermanos Killer a cenar todos los viernes en el bar de Cuchi, un amigo, asar el lechón para las fiestas y andar en bicicleta.
“Las tres últimas bicis que tuvo se las robaron y se las había regalado mi amigo Manuel, a quien él apodaba el Buenito. No se quedaba quieto ni con la pandemia, a mí me preocupaba, recuerdo que el mismo día que lo atacaron le saqué una foto a la mañana que lo pesqué charlando con Cotello, un vecino, en la chapería del barrio y se la mandé a mi hermana Cintia para que lo rete. Lo vi con el buzo con capucha, el barbijo, zapatillas y seguro tenía las medias pisadas a mitad del pie, como las llevaba últimamente. Creo que de ser verano e ir con las lanas sueltas lo hubieran reconocido y tal vez no lo asaltaban”, lamentó Bruno.
Veía una pelota e iba
“A mi viejo le gustaba el fútbol, esa es la verdad. Mi hermana María Laura y yo somos leprosos por mi abuelo materno, pero él nos acompañaba a la cancha igual, no peleaba como hincha: iba a todas las canchas, veía una pelota e iba y le gustaba mucho Riquelme”. Palabras de Nicolás, el segundo hijo varón de Trinche con quien supo jugar en el patio a los penales durante la infancia.
Seis centímetros más alto que Trinche, padre de Nahuel, de 14 años y tenista, y de Facundo, de 6 y futbolista. “Mi papá lo iba a ver a Nahuel cuando jugaba al básquet y a Facu lo traía de las prácticas en bicicleta. Cuando yo era chico y me peleaba con las barritas del barrio era capaz de salir a la calle para ver qué pasaba, cuando lo veían las peleas terminaban, parecía malo porque era grandote pero era más bueno que no sé qué”, comentó Nico, sobre el hombre que media ciudad asegura que lo vio jugar en 1974, en aquel amistoso entre la selección rosarina y la nacional, cuando al Trinche no lo podían parar. Nico, en cambio, no lo vio nunca jugar profesionalmente y por eso le gustó conocer la existencia del video de 1988 que apareció luego de la muerte de su papá y que nunca llegó a ver. Ahí se lo ve al jugador que Maradona dijo que fue “mejor” que él; está en el clásico de Monte Maíz, con camiseta de Argentino, 42 años y gol incluido.
Tímido como su padre, Nico dijo que a Trinche le gustaba que lo reconocieran por la calle y a todos les respondía el saludo. “Era afectuoso aunque parecía parco. Su ausencia es durísima para mí, estaba acostumbrado a verlo continuamente, aún salgo a la calle y lo busco, veo una bici y miro dos veces: extraño su silbido al llegar, me visitaba en la pollería, era un papá presente, un abuelo presente”, confesó.
Cocinaba como los dioses Cintia, la menor de los Carlovich, tenía en Rosario un negocio de comida para mascotas donde también hacía “la pasadita en bici” Trinche. “Pero hace un año y medio me fui a vivir a Correa por el trabajo de mi marido y mi papá todos los martes venía a visitarme. Dejaba el auto en Provincias Unidas y Pellegrini, se tomaba el colectivo y nos visitaba. Yo lo esperaba con mates. A mí me decía Negra, hablábamos por teléfono, dos veces al día, y nunca dejaba de decirme que me quería”, dijo la mamá de Alan, de 16 años, y de Gina, de 10, con quien jugaba a contar monedas.
El marido de Cintia se llama Diego, aunque Trinche lo había apodado “Pajarito”. Es a quien “relojeaba” con cierto celo en las primeras visitas del noviazgo de esta hija y con quien terminó yendo a pescar como una costumbre.
“Tuve a mi hijo de muy jovencita y mi papá siempre estuvo cerca y ahora igual. Me ayudaba llevando a mi hijo a la escuela o le hacía el almuerzo a mi hija: sus papas fritas, pollo al horno y sus asados eran espectaculares. Cocinaba como los dioses”, aseguró la mujer que el día de su casamiento entró a la iglesia del brazo de Trinche y lo garantiza con una imagen imperdible donde se lo ve como un dandy.
“Ahí lo ves, pintón, con un traje alquilado, entrando conmigo a la iglesia Cristo Rey de Fisherton”, señaló Cintia sobre el hombre que aseguró siempre la consintió, nunca la retó y con quien posó una tarde de verano dentro de una pileta de lona . “Si algo le molestaba a mi papá era ver a los chicos llorar, los amaba y creo que eso pudo demostrárselos a todos sus hijos y a sus nietos. Tenía un corazón enorme”. Un corazón loco.