"¿Es cierto que La Capital eliminó de su archivo el ejemplar donde están las declaraciones de Bauza que dieron origen al mote de sin aliento de los hinchas de Central?" La pregunta sorprendió hace unos años a un directivo de este diario en un encuentro informal donde acababa de conocer a quien sería luego vicepresidente de Newell's.
Lejos de conformarse con la negativa que tal vez no esperaba de su interlocutor, el dirigente pidió pruebas. Y una copia de esa nota que buscaba, a las pocas horas, estuvo en sus manos.
No conforme con eso, el hoy ex directivo creyó haber hallado otra clave para justificar sus sospechas sobre la orientación canalla de este diario, y arremetió con otra pregunta: "¿Me pueden explicar por qué no se puede acceder en los archivos digitales del diario a esa nota?" La respuesta de que la edición digital había empezado a dejar registros publicados recién a partir de cierta fecha no le gustó del todo, pero debe haber aceptado que esa era toda la verdad.
En síntesis, pensaba que por una decisión del diario se había eliminado todo vestigio que registrara aquellas polémicas declaraciones del ex entrenador canalla. Como una forma de anular la realidad.
La anécdota es comparable, por la exacerbación de la pasión que refleja, con el exabrupto que ayer lanzó el actual mandamás auriazul Raúl Broglia contra el presidente de River, a quien pidió quemarlo en una plaza por ser su club el futuro destino de Pinola. Si bien más tarde no tuvo más remedio que disculparse, es posible que semejante comentario termine con su corta carrera dirigencial y hasta ponga fin a su presencia en la AFA.
El problema con los dirigentes es que son los que deben dar el ejemplo. No se trata de que su exagerado fanatismo sea lo único que pone fuera de lugar a los hinchas, pero algo es seguro: son los únicos que claramente van en sentido inverso al de sus responsabilidades.
Es comprensible el disgusto de los hinchas por la salida de un jugador. Y hasta se podría justificar en esa mezcla de pasión y seguimiento irrenunciable con la que acompañan a sus equipos. Pero los dirigentes tienen que contener esa pasión y darle sentido. No es aceptable la incitación a la violencia que conllevan semejantes dichos.
Incluso no todos los que debían salieron ayer a repudiar las pintadas frente a la escuela a la que asisten los hijos del defensor que un día volvió de Alemania y ahora decidió trabajar en otro club.
Esta ciudad es un ejemplo de pasión en el fútbol argentino, con clubes que llenan sus estadios en cualquier circunstancia. Una realidad que contrasta con la que viven otros del interior o la Capital Federal que, aunque figuren un escalón arriba de Newell's y Central a la hora de repartir los dineros que genera el fútbol, están mucho más abajo en convocatoria y fidelidad de simpatizantes.
El problema es cuando se exageran algunas situaciones. A la anécdota del directivo de Newell's habría que sumar la de un encargado de prensa de ese mismo club que fue a su primer día de trabajo con un pantalón azul y le hicieron saber que no estaba bien vestirse con ese color. O la apurada decisión que ayer mismo adoptaron los dirigentes de Central de eliminar la gigantografía de Pinola que lucía en el Gigante.
Hay dichos y gestos que generan violencia y desafían al sano sentimiento por el fútbol. Y ese daño después no se arregla con un apretón de manos, una foto de todos juntos en la previa del clásico ni con mejores declaraciones.