Es quizá una de las obras de infraestructura más reclamada por los vecinos de los barrios del noroeste, especialmente los históricos militantes contra las inundaciones de Empalme Graneros. Y es sin dudas, según aseguran los expertos, la construcción hidráulica de mayor magnitud que la provincia lleva adelante en Rosario en las últimas dos décadas. El Aliviador III es un enorme tubo de hormigón de cinco metros de diámetro que corre por debajo de la avenida Sorrento, tiene 2.300 metros de largo —la misma longitud que el entubamiento del túnel subfluvial que une las ciudades de Paraná y Santa Fe— y contará una capacidad de evacuación de 60 mil litros de agua por segundo, el equivalente a dos camiones cisterna. A sólo un mes de comenzar a estar operativo, las interminables lluvias de febrero y abril pasado lo sometieron a su primera prueba de fuego cuando el nivel del arroyo Ludueña se incrementó intempestivamente y las aguas ingresaron por la enorme tubería que llevó casi tres años construir. Hoy, ya sobre el final de los trabajos, un paredón evita el ingreso de las aguas y permite recorrerla en su interior.
A la hora de explicar la obra los ingenieros y especialistas usan la metáfora de la cirugía del bypass cardíaco —la derivación de las arterias coronarias—, y aseguran que justamente se trata de derivar las aguas del Ludueña cuando su cauce crece de manera tal que desborda. "Cuando el agua sube por encima de determinado nivel, el entubamiento se la lleva directamente hacia el río Paraná", explica Fernando Gavio, jefe de obra.
Justamente, evitar los desbordes significa nada menos que impedir las inundaciones en los barrios de la zona noroeste de la ciudad, fundamentalmente en Empalme Graneros, cuyos dirigentes vecinales, luego de la histórica inundación de abril de 1986 y organizados en Numain (Nunca Más Inundaciones), motorizaron las obras hidráulicas que vinieron después: primero la represa del Ludueña y el Aliviador II, y ahora el III.
Técnicamente y de acuerdo a los datos del Ministerio de Infraestructura de la provincia, se trata de 2.270 metros de túnel de hormigón de cinco metros de diámetro y ubicado 12 metros por debajo de la superficie, con una embocadura en el arroyo Ludueña aguas abajo del puente de Sorrento y una desembocadura —también llamada descarga— en el mismo arroyo entre los puentes de Nansen y Frondizi, apenas 400 metros aguas arriba del río. Un proyecto que requirió una inversión que ya alcanza los 300 millones de pesos.
Tierra y agua. Más allá del detalle técnico, la construcción a manos de la unión transitoria de empresas conformada por Obring SA y Edeca, fue todo un desafío. Más de tres años llevó realizar sólo el túnel subterráneo, una pelea constante contra el desmoronamiento de la tierra, el agua y el barro, que llegó a necesitar a más de 150 operarios trabajando las 24 horas.
Juan Manuel Calderón es ingeniero civil e inspector de la obra desde el inicio, cuando el tubo comenzó a excavarse en enero de 2013. "Uno de los principales problemas fue trabajar en una lenteja de suelo muy desmoronable todo el tiempo, lo que generaba mucho riesgo y obligaba a avanzar muy lentamente", recuerda.
Tanto es así, que indica que en jornadas de entre 10 y 12 horas de trabajo se avanzaba pocos metros. "Hubo días en que apenas se podían hacer 50 centímetros", dice.
La excavación se hacía a través
de retroexcavadoras de pequeño porte y es el jefe de obra el que indica que el trabajo requería excavar y colocar hormigón inmediatamente para evitar desmoronamientos.
"El agua fue otro problema. Todo el tiempo es agua y más agua que brota de todos lados", acota Calderón, y señala el lodazal sobre el que está parado en el ingreso al conducto. La solución: unas 40 bombas a lo largo de la excavación sacaron agua constantemente.
Las cifras. Las equivalencias dan dimensión de los trabajos. Los dos kilómetros de túnel requirieron retirar 55 mil metros cúbicos de suelo y utilizar 7.500 metros cúbicos de hormigón, un equivalente al material utilizado para levantar una decena de edificios de 12 pisos (según los especialistas se usan entre 700 y 800 metros cúbicos para hacer una torre promedio de 12 pisos).
Realizar la embocadura del conducto obligó a avanzar sobre el lecho del arroyo y construir allí un piso flexible de hormigón que protege ese mismo lecho de la erosión del agua. Y la desembocadura, varios metros bajo el agua, fue hecha por buzos tácticos que pusieron hormigón en la descarga subacuática.
Hoy una enorme compuerta tapa el conducto a la salida y un paredón protege el ingreso. En un mes, la pared será derrumbada, el conducto se llenará de agua y los buzos bajarán esta vez a abrir la compuerta. El Ludueña tendrá su cirugía terminada. Y los vecinos de Empalme, más tranquilos, estarán menos pendientes de las lluvias.