El secretario general del CFI señaló que “Argentina está en un punto interesante para dar el salto” y por eso remarcó que es el momento de “coordinar esfuerzos” entre todos, sistema científico tecnológico, sistema productivo y sector público. El salto del que se habló en varias oportunidades del encuentro llegaría de la mano de la interacción de los diferentes actores que integran el ecosistema. Edward Perello, director asociado de la empresa Deep Science Ventures, compartió un gran mapa sobre lo que Argentina puede alcanzar si todos trabajan en forma coordinada.
En ese sentido, compartió que las nuevas oportunidades pueden sobresalir al coordinar esfuerzos entre la Cámara Argentina de Biotecnología (CAB), alianzas con partners como el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR, Conicet-UNR), el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos Rosario (Iprobyq) y el Instittuo Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), por mencionar algunos. También de la interacción con partners inversores como el fondo GridX, SF500, Cites y la Aceleradora Litoral.
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Perello también ponderó el rol académico y subrayó la participación institucional de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), la Universidad Nacional de Moreno (UNM) y la Universidad de Buenos Aires (UBA). Además, consideró fundamental el sector privado y la tarea que llevan adelante empresas como Arcor Group, Bioceres, Bio4, AdecoAgro, AGD, Terragene, Nova y Keclon.
El especialista en start ups de base científico-biotecnológicas habló de las áreas de oportunidad para Argentina y planteó varios interrogantes: ¿qué ecosistemas locales puede defender la Argentina con soluciones de negocios rentables que escalen a otros países?, ¿qué habilidades y servicios se pueden optimizar en todo el aspecto de la bioeconomía?, ¿está innovando con modelos del siglo XX o está adoptando nuevos que desafían los métodos antiguos?.
Y fue por más: ¿cuáles son las oportunidades dentro de las fronteras de Argentina?, ¿qué necesita una red nacional de creadores de empresas biorregionales?, ¿quiénes son los actores adecuados para reunir de nuevas formas su infraestructura nacional y regional? y ¿cómo se rompen las barreras políticas humanas entre ciudades y regiones y las instituciones existentes?
Analizando las oportunidades para el país, Perello indagó sobre algunas cifras actuales. Argentina es número uno en producción de yerba mate y maní, segunda en maíz y tercera en legumbres y peras, cuarta en té, girasol, pesca y leche y quinta en carne vacuna y lana. “La meta no debería ser buscar ser número uno en todos, sino ser primeros en sustentabilidad en cada categoría”, sugirió al tiempo que agregó que ese cambio que seguramente implica un cambio en la forma de producir, “sacrificar cierta productividad”, un hecho que tiene su recompensa.
“Podemos pensar en una bioeconomía argentina que se convierta en líder en el mundo”, subrayó.
El director de la empresa Deep Science Ventures contó su experiencia al fundar una compañía que se dedica a “hacer startups” de agricultura que puedan buscar soluciones a problemas en las diferentes biorregiones, tecnologías que ayuden a los agricultores. “Si se puede identificar un problema en una biorregión es posible pensar una empresa para buscar una solución”, resaltó el licenciado en ciencias bioveterinarias del Royal Veterinary College de Londres y magister en ciencias biológicas de la Universidad de Cambridge ante el atento auditorio.
Perello explicó que una biorregión es un área geográfica definida no por fronteras políticas sino por sistemas ecológicos. Para el especialista las bioeconomías agrícolas deben basarse en flujos físicos de materiales y energía dentro de sus biorregiones, que sustenten combinaciones únicas de animales, plantas, cultivos, personas y culturas sociales.
“Las oportunidades para Argentina entusiasman por la escala”, subrayó el investigador, que trabajó en países muy pequeños como Costa Rica y Escocia.
Innovación
Graciela Ciccia, de la Cámara Argentina de Bieconomía (CAB), brindó un pantallazo sobre el sector y Agustín Belloso, de Tomorrow Foods; Hugo Menzella, director del Iprobyq, Juan Pablo Orlav, Micrhoma y Gustavo Schujman, de Inmet, contaron avances de sus proyectos.
Ciccia contó que actualmente 34 empresas integran la cámara. “Las empresas son de diferentes áreas industriales y el denominador común es el uso de la biotecnología. También tenemos mucha vinculación con diferentes instituciones tanto a nivel nacional como internacional”, apuntó y agregó que hay 665 profesionales dedicados al área de investigación y desarrollo.
Desde el Iprobyq -un instituto de doble dependencia, UNR y Conicet- destacaron la importancia de fracasar. Menzella instó a intentar buscar soluciones, cuyo costo sea menor al problema. “Hay mucho temor al fracaso, pero se enriquece el que lo ha intentado, en las buenas nadie aprende nada”, resaltó.
Schujman habló de Inmet, la empresa gestada junto a Bioceres que desarrolla tecnologías de bajo impacto ambiental para la conversión de residuos agroindustriales en productos de alto valor agregado. Esta empresa, que ya tiene su planta piloto, se especializa en el uso de microorganismos como herramienta de bio-transformación de residuos agroindustriales en compuestos de alto valor agregado, optimiza dicha transformación utilizando técnicas de biología sintética e ingeniería metabólica.
La bioeconomía también está más que presente en Tomorrow Foods. Esta empresa busca generar conocimiento e innovaciones para ir transformando la industria de la alimentación con proteínas vegetales protagonistas. Y ya logró insertarse en el mercado, con soluciones proteicas vegetales para la industria de alimentos y bebidas.
“Aunque hoy no hay una adopción masiva más allá de veganos y vegetarianos el gran desafío es mejorar los alimentos de manera sustentable y conquistar a los flexitarianos. Buscamos productos sabrosos que logren seducir a todos”, subrayó Belloso.
Bioprospección
A mediados de este año se creó el Programa nacional de bioprospección y puesta en valor de la biodiversidad para permitir el desarrollo de nuevos productos y servicios a partir de los recursos genéticos nativos de la Argentina. El objetivo es que dicho desarrollo se lleve a cabo en forma sustentable, con participación justa y equitativa de los beneficios derivados, y poniendo especial énfasis en el desarrollo de las economías regionales.
Cristián Desmarchelier, del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, llegó a la cumbre para aceitar la relación con los científicos e investigadores en este tema que marca “tendencia en los negocios biotecnológicos” y para allanar el camino en las nuevas regulaciones que surgen a partir de nuevos modelos. “La manera de descubrir cambia”, señaló.
Para dar cuenta de la diversidad regional y las nuevas empresas que puedan surgir, la bióloga María Eugenia Farias, fundadora de Puna Bio, contó de qué trata la empresa que creó hace apenas dos años, pero luego de veinte de estudiar los salares y volcanes de la Puna argentina.
“El altiplano andino central se caracteriza por su gran altitud, sus cuencas cerradas que modulan las salinas y humedales salinos rodeados de desiertos, por la considerable influencia de la actividad volcánica y la radiación UV; pero además por el contenido de arsénico, la alcalinidad, la alta salinidad y los bajos niveles de oxígeno disuelto, junto con las fluctuaciones extremas diarias de temperatura y las condiciones oligotróficas (de escasos nutrientes)”, contó Farías. Y agregó: “en los salares y volcanes de la Puna la vida prospera pese a las ‘condiciones extraterrestres’ del entorno”.
Ese microbioma responsable de hacer crecer la vida en un entorno tan hostil hoy se metió en la soja. Se trata de un tratamiento de semillas de soja formulado en base a bacterias “extremófilas”, es decir, que viven en condiciones extremas. Esas bacterias fueron aisladas en la Puna de Catamarca, por lo que el Conicet y esa provincia obtendrán regalías sobre la venta del producto, Kunza Soja, que les confieren a las plantas condiciones de tolerancia a la sequía, estrés y salinidad. También permiten un aumento del rendimiento de la semilla de soja entre 10% y 15%.
Kunza Soja se presenta como el primer bioestimulante extremófilo del mundo, único en el mercado. Sus insumos biológicos permiten a los productores incrementar rindes, reducir el uso de fertilizantes, y cultivar en suelos degradados.