-Mis papás habían comprado esta chacra en 2001, tenían muchos animales y empezaron a hacer visitas guiadas para colegios y jardines de infantes, y en 2011 nos vinimos a vivir cuando yo estaba en séptimo grado, en forma alternativa porque no había luz eléctrica, que acá llegó en 2021.
-¿Cómo era vivir sin luz eléctrica?
-Y... no era fácil. Primero para estudiar las cosas del colegio siempre lo hacía de día. Había electricidad, no era que no había, pero era por paneles solares, quiere decir que era reducida, sólo para iluminación. Por ejemplo en la secundaria yo no tenía internet acá, teníamos DirecTV, pero las antenas de internet no llegaban, ni siquiera se descargaban las películas de Netflix como ahora. Era otro mundo y ahí empecé a leer un montón. Leía un montón de chica, me encantaban las novelas policiales y también tenía mucha vida social en el pueblo.
-¿Esa dificultad con la electricidad influyó para superar la adversidad y que te destacaras en tu carrera?
-Puede ser, sí. Creo que el hecho de no tener otros estímulos -como ahora tenemos el celular, entre otros- te facilita la concentración. Así estudiaron viajando desde de acá mi hermana María, que es maestra, y mi hermano Juan, que es ingeniero agrónomo, quien se levantaba todos los días a las 5 para ir a Rosario y a Casilda en colectivo.
>>> Leer más: La piloto de Funes en Europa: "Mis padres siempre respetaron mis sueños y me dejaron volar"
-¿Cómo fueron tu infancia y tu adolescencia en Arroyo?
-Acá llovía un poco y no se podía salir. Me ponía las botas de lluvia, iba al colegio igual y me acompañaban. Cuando hicieron esta vía del ferrocarril recién tiraron piedras en el camino, pero antes no podíamos salir. Al ser Arroyo un pueblo ciudad, cuando caen tres gotas muchos chicos no iban, pero yo iba igual con las botas y las maestras se sorprendían porque era la que vivía más lejos y en medio del barro, por eso en casa me decían “Sarmientita”. Cuando nos mudamos acá, en la primaria fui a Maristas, en Rosario, donde iba todos los días con la M Azul, pero me cansé de viajar todos los días. En segundo año de la secundaria yo ya estaba muy cansada porque había hecho dos años viajando en colectivo, me agarraron muchos paros, me estaba por quedar libre en el colegio y mi mamá me dijo que me animara y fuimos a ver cómo era el colegio en Arroyo.
-¿Qué significó ir al Colegio Santa María Goretti?
-Fue muy importante para mí. Primero porque en el colegio está todo el mundo. La Goretti, que es un colegio parroquial, tiene uno de Humanidades, otro de Economía y dos colegios técnicos. El día que entré me encontré con mis compañeros, todos me decían que tenía que ir al curso de ellos y me abrazaron.
"Me siento totalmente arroyense"
-¿Te sentís porteña o arroyense?
-Me siento totalmente arroyense. No tengo ningún tipo de duda porque esos años para mí fueron hermosos, tuve un montón de experiencias y le tengo un gran cariño a la escuela.
-Damián Andreoli, un autor arroyense, que escribió que “la patria es el lugar de la infancia donde uno fue feliz”. ¿Te pasa eso en Arroyo?
-Sí, tal cual. Creo que es mi lugar de pertenencia, por más que la universidad también me dio un montón de cosas y quiero un montón a San Andrés, si vos me preguntás cuál es mi lugar en el mundo es Arroyo Seco.
-Fuiste elegida cuatro veces mejor compañera en la secundaria. ¿Tiene más mérito ser la mejor compañera que la mejor promedio?
-En la entrevista Fullbright me preguntaron lo mismo porque les llamó la atención y me emocioné... Y ahora me pasa lo mismo porque en el último año me emocioné un montón cuando me volvieron a elegir porque entre mis compañeros había muchos a los que les costaba un montón. Y cuando ellos tenían que rendir en enero y febrero nos juntábamos en mi casa, les daba una mano. Había trabajos que yo hacía y ponía los nombres de mis compañeros. Nunca me interesó esto de figurar o de la competencia porque ya sabía que hacía las cosas y mis profesores también lo sabían. Yo no queria que mis compañeros repitieran. Me acuerdo de un amigo del colegio, el Colo Rabitti, un chico super inteligente que estaba siempre al límite, y en cuarto año lo agarré, lo senté acá y estuvimos no se cuántos días estudiando Historia. Yo sabía que iba a terminar y me iba a recibir, pero cuando se recibio él lo celebré porque fue un logro. Creo que por eso me eligieron mejor compañera tantas veces.
>>> Leer más: "Gol gana": el libro de cuentos de fútbol de campito que la rompe
-¿Cómo llegaste de Arroyo a ser alumna internacional en Australia?
-Una amiga de Maristas en Rosario me había contado que iban a ir a un curso en inglés al que habían ido algunos chicos del colegio, entonces lo conté en casa, mi mamá me dijo que averiguara y en internet encontramos un programa de Australia, donde vos ibas tres meses a un colegio del Estado, apliqué y me hicieron una entrevista. Era en quinto año de la secundaria. Acá en Arroyo no estaban preparados porque nunca habían tenido una alumna internacional, entonces fui a hablar con la directora, Graciela Acierto, y me dijo que, como no sabía cómo organizarnos, rindiera el trimestre libre y fuera, y fue lo que hice. En abril rendí todo hasta julio y me fui a Australia. Esa fue mi apertura al mundo porque antes de Australia nunca había tomado un avión. Y el primer avión que tomé fueron 23 horas. Fue una locura porque había gente de todos lados.
-¿Cómo decidiste estudiar Relaciones Internacionales?
-No tenía muy claro qué quería estudiar, pensaba en Ciencias Económicas o Bioquímica, pero cuando volví de Australia dije: “Quiero estudiar Relaciones Internacionales”. Sobre todo porque Australia y Argentina son muy parecidos porque están en la misma latitud y tienen una geografía parecida, sin embargo son políticamente dos cosas completamente distintas. Entonces empecé a sentir esta necesidad de traer cosas al país para hacer algo.
-¿Cuáles son las causas por las que nuestro país no alcanzó el desarrollo de Australia?
-Para mí la gran diferencia entre los dos, más allá de las diferencias históricas porque uno fue colonia británica y otro fue colonia española, tiene que ver con la fragilidad institucional que hay en Latinoamérica en general y en Argentina en particular, que es como la historia de que las leyes son muy buenas en los papeles, pero malas en la práctica. Lo que siempre pasa en Argentina es que tenemos una ley con muchísimos derechos, como la Constitución que tiene millones de derechos, pero después la implementación y las capacidades del Estado son siempre mucho más bajas. Eso lo tenemos desde nuestra raíz, desde nuestra constitución como país, desde que se crea la Argentina. Creo que tiene que ver con eso. De hecho hay una autora llamada Victoria Murillo, que es argentina pero está en Columbia, que habla de “las trampas institucionales de la Argentina” y toda la cultura que gira alrededor de eso: nosotros vemos un semáforo en rojo, miramos para los dos lados para ver si pasa un auto y después pasamos aunque el semáforo esté en rojo.
>>> Leer más: Funes: "La salud integral es tan importante como la vida misma"
-¿Hubo un momento en el que viste que Relaciones Internacionales era tu carrera?
-En Australia cursé una materia que se llamaba Sociedad y Cultura, donde me hicieron hacer una presentación sobre algo que había pasado en Argentina, entonces teníamos que investigar todo lo que tuviera que ver con crímenes en el país, lo que pasaba y las legislaciones, y ahí me enteré de qué era la ONU (Organización de las Naciones Unidas). En general la gente se entera de la ONU por los modelos del colegios o dice que quiere estudiar Relaciones Internacionales para dedicarse a la diplomacia, pero mi camino fue que quiero estudiar esto porque quiero intentar modificar la política pública de mi país a través de conocer otras realidades y experiencias. Entonces vine acá con esta idea.
"A los 18 años nunca había abierto una puerta con una llave"
-¿Cómo fue mudarte del pueblo a Buenos Aires?
-A los 18 años cuando me fui a vivir a Buenos Aires con mi tía madrina Virgina Muzio -la mejor amiga de mi mamá- había cosas que yo no conocía: el primer día me da la llave del departamento en Belgrano, y yo nunca había abierto una puerta con llave. Y me quedé encerrada abajo. Había terminado la secundaria, pero había un montón de cosas de la ciudad que para mí eran desconocidas. La prmera semana en Buenos Aires la pasé remal porque se quedó el tren y yo lo único que sabía era que para volver al departamento tenía que tomar el tren, pero no sabía usar Google Maps. La primera semana, era un jueves que habia un paro, y yo no sabía cómo volver a mi casa. Entonces yo estaba en la estación de tren, no sabía cómo volver y ahí conocí a Mica Bergmann, que es una de mis mejores amigas de la facultad, que me vio tan desamparada que me preguntó adónde iba. Ella iba a Olivos y me llevó en un Uber, algo que yo nunca había tomado. Acá ni en Rosario existía Uber, así que para mí irme de acá a Buenos Aires fue un gran cambio.
sol 2.jpg
Héctor Río / La Capital
-¿Cómo conociste la Universidad de San Andrés, donde ganaste una beca?
-Fue raro. En el colegio recibí el premio al mejor promedio y había escuchado en la radio con una amiga que regalaban bicicletas a los mejores promedios. Entramos en internet buscando el premio de la bicicleta y en el buscador aparecía la beca de San Andrés, entonces me anoté, pero me anoté como quien se anota en un sorteo de un supermercado, y me llegó un mail del curso de ingreso. Cómo son las cosas de la vida porque empecé a hacer el curso de ingreso, no estaba muy convencida y ni sabía dónde quedaba San Andrés, como para que te des una idea,. Yo no queria ir a rendir y el día que tenía la fecha de examen justo acá hicieron una jornada educativa sin clase, así que no tenía ninguna excusa para no ir a rendir. Fui al examen, en Matemática no era la mejor porque lo que aprendí acá en el colegio comparado con lo que te pedían en el ingreso era completamente distinto, y dieron la oportunidad de ir un mes a Buenos Aires en febrero de 2017 para rendir de nuevo el examen de ingreso. Y ahí lo hice como un juego. Era un mes con gente de todos lados del interior. Era la primera vez que desaprobaba todos los parcialitos, pero un amigo salteño, Matías Guiso Altube, que es una de las personas más inteligentes que conozco, que ahora hace un doctorado en Economía en Nueva York, me dijo: “Sol, tenés que ir a rendir y si no te va mal será porque no llegaste, pero no porque no lo intentaste”. Asi que fui rendí, saqué una de las mejores notas en el examen, entré con un crédito educativo y una beca, donde el crédito es una ayuda que después tenés que devolver a la universidad para que siga funcionando. Entré con uno de los puntajes más altos y me dieron el 90 por ciento entre crédito y beca, y después gané un 5 por ciento más porque salí el mejor promedio del último año de la carrera.
-¿Obtuviste el mejor promedio de los estudiantes de tu carrera y te dieron un título Summa Cum Laude?
-Sí, tuve el mejor promedio de mi año, que era la camada 29, y de la carrera de Relaciones Internacionales, con 9,29, después de un permio a la Excelencia Académica en Australia.
>>> Leer más: "Hay que reconocer al centro de Rosario como un barrio de la ciudad"
-¿Cómo empezaste a trabajar en el Tratado de Control de Armas?
-Carina Solmirano, la directora en Ginebra del Tratado del Comercio de Armas, en representación de Argentina, preguntó en nuestra universidad si conocían a alguien para trabajar con ella, que fuera muy responsable y detallista con los datos porque se trata de un tema muy sensible. Le dieron mi nombre, me contactó y me abrió las puertas de Control Arms. Fue la persona que me llevó a Ginebra, me dijo que fuera a un hostel, como fuera, pero que presentara el tablero en un encuentro paralelo a la ONU porque era una forma de que ya quedara registrado. Es otra de las personas a las que le debo muchísimo porque vio en mí a alguien que tenía mucho potencial. Me fue a buscar a la universidad cuando era muy chica y me impulsó a que saliera del análisis nacional de la opinión pública y me metiera en el análisis de política y seguridad, y la que me enseñó todo.
-¿Cómo llegaste a trabajar en la Espop?
-La Espop es la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública, de la Universidad de San Andrés, que es una encuesta que ahora hacen cada dos meses pero antes era mensual, sobre opinión política sobre distintos candidatos. Por la beca yo tenía que trabajar en un espacio de la facultad y por casualidad de la vida me tocó trabajar con Diego Reynoso, quien fue mi mentor en la facultad, me dirigió en mi proyecto de tesis. Yo estudiaba en la facultad y, además, por un programa de la universidad, trabajaba, procesaba los datos, armaba la encuesta y él me siguió desde primer año cuando empecé a trabajar con él hasta el último día, y ahora doy clases con él. Me enseñó un montón y es super generoso, como doctor en Ciencia Política en México. En la Espop aprendí muchísimo porque fue mi primer trabajo.
-¿Qué significan la “visualización en R” y el “power bi” que utilizás en el análisis de datos?
-Cuando tenés muchos datos no podés hacer un gráfico con un Excell, entonces utilizás estos programas que, en vez de tener un Excell, agarrás la información entera y le pedís que te haga el gráfico. Y power bi lo hace y lo va actualizando automáticamente. Programás mensajes y le pedís que haga esto, esto y esto, entonces el programa te arma el gráfico.
-¿Cómo armaron la Revista Recides, sobre desarrollo sostenible?
-En la facultad estábamos con gente de distintas carreras en un grupo llamado Daia, para el cuidado del medioambiente. En 2020, en pandemia, nos estábamos recibiendo, y a partir de este grupo veíamos que para un joven es muy difícil poder insertarse y escribir salvo que tengas a alguien que te ayude y te potencie en tu carrera. Entonces hablamos con la profesora Carlas Sabattini y le dijimos que queríamos crear algo para que jóvenes de cualquier universidad argentina puedan escribir sobre temas relacionados con el desarrollo sostenible, y lo armamos bien a pulmón como chicos jóvenes y ahora hacemos nuestro segundo congreso con gente de todo el país y jóvenes de México y de Brasil que escriben. Juntamos artículos con una extensión y un sentido, y los publicamos en la revista para publicitarlos, entre graduado de San Andrés y de otras universidades.
>>> Leer más: Funes: el hombre que inventó una zanjadora con un tractor y una motosierra
-¿Qué eran las mentorías Charlas de Pasillo?
-En la pandemia, por mensajes me di cuenta de que había chicos que estaban completamente solos porque habían empezado primer año pero no habían cursado un solo día en la facultad, entonces estaban en su casa, y hablé con la directora de la carrera, le planteé lo que pasaba para ver si podíamos hacer algo. Había un programa del primer año, pero con la pandemia todo se reconfiguraba, entonces armé un grupo de whatsapp y los dividé entre un mentor y varios mentoriados. Fue un programa que funcionó bastante bien y desde la universidad decidieron instituciionalizarlo.
-¿Cómo ganaron con tus alumnos del Colegio ORT un premio a la mejor visualización de datos?
-Yo era profesora y un alumno de quinto año me pidió hacer un proyecto sobre visualización de datos en la ciudad de Buenos Aires con el programa power bi. Lo armamos y ellos descubrieron que en Mataderos había una desconexión entre el tren y el subte, que propusieron unir con bicisendas, y ganamos el primer premio. La idea, la propuesta y el diseño fueron de ellos, yo simplemente los acompañé para armarlo, pero es uno de los logros de los que más me enorgullezco.
Sol 3.jpg
Héctor Río / La Capital
-¿Qué es Control Arms, donde trabajás?
-Control Arms es una coalición de 192 ONGs que están en todo el mundo, con sede en Ginebra, donde monitoreo el tratado sobre transferencia de armas, que es básicamente un tratado en el que los países tienen la información de reportar cuánto exportan y cuánto importan de cualquier tipo de arma, desde un rifle o una carabina hasta un avión de combate. Yo analizo un repore y comparo si Argentina exportó 200 aviones a Brasil y Brasil importó 150 aviones de Argentina, tengo que investigar por qué hay 50 que no están. Tengo que hacer un reporte sobre qué pasa. En general en los reportes muchas veces hay diferencias porque cambia el calendario. Hacemos un seguimiento para después mostrar estos datos a todos los países.
-¿Cuál es el objetivo de Control Arms?
-El objetivo es regular, que haya reglas claras, el objetivo no el desarme porque las armas existen. Lo regulamos para que las armas no lleguen a manos de grupos que deberían tenerlas. Hacemos análisis de riesgo y cuando vemos que las armas pueden llegar a manos de narcotraficantes, entre otros grupos, se prohíbe la transacción.
-¿Qué es más difícil: hablar en la ONU ante un centenar de diplomáticos de todo el mundo o rendir un examen?
-Fue increíble. Fui dos veces a Ginebra. Cuando vi los datos del proyecto le dije a la líder que todo eso no entraba en una presentación. Armé un tablero interactivo por país con todos los datos de las armas, y a este panel lo mostramos en septiembre del año pasado en un evento paralelo a la ONU, en el mismo recinto. Yo no sabía, pero cuando lo presenté lo estaba viendo un representante del Tratado Control Arms, y en diciembre me mandaron un mail para decirme que tenía que presentarlo en el recinto.
-¿Fue como jugar en inferiores y que te llamen de la primera?
-Es exactamente eso. Estaba renerviosa porque fue una presentación en inglés.
-¿Es peor que un examen?
-Vos sabés que no, un examen es peor porque de última vez a la gente y no sabés quiénes son.
-¿Es como al general griego que en su estatua le pusieron que “Nunca tuvo miedo” y un estudiante le escribió abajo “Porque nunca rindió un examen”?
-Exacto. Creo que le tuve más miedo a un parcial que a la presentación en Ginebra.