Junio no es sólo el sexto mes del año para los trabajadores del Monumento Nacional a la Bandera. Es, sobre todo, la época en la que empiezan los dolores de cabeza: las reuniones con personal de ceremonial de municipio, provincia y Nación, la confirmación de los funcionarios que participarán del acto, los pedidos para el armado de los espacios donde esperarán los presidentes. Y los imprevistos. "Lo que más nos pone nerviosos en estos actos son los imprevistos", dice Marcelo Gaudino. Y sabe de qué habla, tiene 28 actos del Día de la Bandera a cuestas.
Y eso se dice cada junio cuando se acerca la celebración del Día de la Bandera. En ese momento, en que la ciudad se muestra a todo el país, Gaudino tiene a su cargo la organización de las Promesas de Lealtad a la Bandera, de las que participan chicos de todo el país, y de parte del ceremonial de los actos oficiales.
"En realidad la organización de los actos recae sobre el personal de ceremonial del municipio, la provincia y Nación. A nosotros nos toca hacer cumplir el ceremonial del acto y garantizar un espacio adecuado a los presidentes para que los presidentes y funcionarios nacionales puedan esperar el comienzo del festejo oficial", cuenta.
El protocolo indica que cuando un presidente participa de los actos del 20 de Junio debe entrar a la sala de las banderas, ofrecer una corona de laureles a la enseña patria y firmar el libro de oro del Monumento. Pero, señala, "eso no es algo que se cumpla habitualmente, por cuestiones operativas o de seguridad generalmente no se hace".
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De los presidentes que participaron de los actos oficiales desde la recuperación de la democracia sólo dos cumplieron con ese mandato: Carlos Saúl Menem y Cristina Fernández de Kirchner. Gaudino recuerda que el primero lo hizo de imprevisto, lo recuerda como parte de esos momentos que ponen los pelos de punta a los encargados del ceremonial.
"Menem, de pronto, hizo detener a toda la comitiva. Se bajó el vehículo que lo transportaba y enfiló para entrar a la sala de las Banderas. Tuvimos que salir corriendo a abrirle, porque las puerta estaba cerrada", recuerda. Cristina, en cambio, siguió el protocolo a rajatabla. "Fue muy amable con todos", recuerda.
Día de la Bandera, a pedido de cada funcionario
Cada uno de los presidentes y funcionarios que llegaron a participar de los actos oficiales tuvo sus demandas en relación a la preparación de un espacio donde descansar un rato antes o después de la celebración. "Cada presidente pide algo particular, días antes del acto el personal de ceremonial de presidencia te dice cuáles son los requerimientos", explica Gaudino.
En algunos casos fue sólo "una habitación elegante", en otros "un espejo tamaño que le permita verse de cuerpo entero" o "una bandeja con frutas de todos los colores". Riguroso de los protocolos, Gaudino menciona sólo los pedidos, pero pide no identificar a sus autores.
También recuerda las recomendaciones de que el personal "no mire a los ojos" a algún ministro o que les sirvan determinados alimentos. Y hablando de comidas, desmiente tajantemente un rumor surgido en el acto del Día de la Bandera del año pasado.
"Javier Milei no se intoxicó con ninguna medialuna que comió en el acto. El se acercó al público y en ese momento le deben haber ofrecido algo", explica. Sus funcionarios y funcionarios de provincia y municipio fueron los que participaron del desayuno que se sirvió en la Sala de las Banderas ya que la mayoría había llegado al Monumento temprano, a las 7, y tuvieron que esperar horas hasta que el presidente llegó a abrir la ceremonia.
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El presidente Javier Milei encabezó el acto por el Día de la Bandera en Rosario en 2024
No obstante, la mayor rebeldía que se recuerda de un presidente en un acto del Día de la Bandera la protagonizó Nestor Kirchner en 2007, cuando no dudó en dejar el palco, saltar las vallas de seguridad y sumarse al público para acompañar el desfile de la bandera del proyecto Alta en el Cielo, creado por Julio Vacaflor.
Gaudino cuenta también otro episodio de ese día que fue menos público. "Cuando llevamos al palco el Libro de Oro del Monumento para que el presidente lo firme, le ofrecimos una lapicera. Pero inmediatamente un empleado le acercó una birome Vic de color negro y el eligió firmar con esa", recuerda.
Según pasan los años
"Lo que más nos pone nerviosos son los imprevistos. Que un presidente te diga que va a entrar por un lugar y termine ingresando por otro, cuando te dicen que un funcionario no va a hablar y a último momento da un discurso. Todo eso genera alguna tensión o una corrida grande, como la que se generó cuando Néstor se bajó del palco", afirma Gaudino.
Con el paso de los años, los actos oficiales por el Día de la Bandera fueron cambiando. Entre los desfiles cívicos militares con un palco presidencial enorme sobre avenida Belgrano y los festejos más reducidos en el patio cívico o al pie de la torre central, pasaron muchos años.
"El acto va cambiando, todos los años son relativamente distintos", dice el hombre que tiene ya 28 años de celebraciones. "Tuvimos desfiles cívico militares, tuvimos la bandera de Vacaflor que hacía un camino por la avenida Belgrano donde todos podían desfilar, donde no se diferenciaban clases sociales y la gente venía de los pueblos de alrededor a llevar la bandera que nos une a todos. Y ahora tenemos actos más protocolares y fiestas populares con recitales y concursos de asado, de los que participamos todos", señala y destaca la importancia de que los presidentes se sumen a los actos.
Para Gaudino, "la visita de un presidente es importante para la ciudad, sea del partido que sea. Uno puede estar a favor o en contra del presidente de turno, pero se trata de la máxima autoridad del país".
_ ¿Qué es lo mejor que puede pasar en un acto del Día de la Bandera?
_ Para el 20 de Junio, uno espera que los funcionarios nacionales traigan algún beneficio para el Monumento, como prespuesto para las tareas de restauración, porque es un símbolo de toda la ciudad. Pero muchos pasaron y lo prometieron y después no cumplieron.
Los lugares menos conocidos del Monumento
Parece una paradoja, pero el lugar más conocido de la ciudad tiene muchos espacios escasamente transitados. Gaudino los conoce a todos como la palma de su mano, los recorre a diario, sabe dónde se guarda cada objeto. Recuerda también a los visitantes ilustres a quienes les tocó acompañar.
Recuerda una tarde de enero de 2007, cuando le informaron que el hijo del primer matrimonio de Fidel Castro, Fidel Castro Díaz Balart, estaba visitando de incógnito la ciudad y que quería conocer el Monumento. "Era un hombre muy culto, físico nuclear, y estuvo cuatro horas recorriendo el Monumento. Fue un placer recibirlo, se había estudiado y sabía todo de la historia del edificio y de la creación de la bandera", cuenta.
También habla de la visita de los reyes de España y del Papa Juan Pablo II. Y confirma otro de los mitos rosarinos: el Sumo Pontífice se quedó encerrado un tiempo en el baño del subsuelo del Monumento. Fue un empleado del lugar el encargado de trepar al cubículo y abrir la puerta, Luis Franchetti, quien tiempo después de ese episodio recibió un diploma de la máxima autoridad de la Iglesia católica agradeciendo la generosidad de haberlo atendido.
"El baño está igual que en esa época. Lo llamamos el baño del Papa", remata.
_ ¿Te imaginarías trabajando en otro lugar?
_No, no me imagino trabajando en un lugar distinto. Tampoco nunca me imaginé que iba a trabajar acá en ceremonial. Pero se vé que la pasión es más fuerte, aunque uno no se de cuenta.