—¿Cómo llega a Rosario?
—Hasta el año pasado era coordinador de un centro de rehabilitación de adicciones, he trabajado en un centro de día también. Vamos donde la congregación necesita. En este momento La Salle desarrolla unas veinte obras educativas en la Argentina y en Paraguay, formales y no formales. Este año la congregación asume una nueva obra en Gualeguaychú, nos pide a tres consagrados acompañarla, además de las otras obras que ya tenemos en Paraná, Santa Fe y Rosario. Y empezar a pensar un proyecto pastoral para estas cuatro obras de Entre Ríos y Santa Fe. La Salle de Rosario tiene casi 1.700 alumnos, Santa Fe 2.300, en Paraná hay 1.200, también en Gualeguaychú.
—¿Cómo hace para pensar todos los días en la educación para esa cantidad de chicas y chicos?
—La clave está en los equipos de animación y de conducción. A mí me toca acompañar esos equipos, hacer equipos con otros, fortalecer. Si uno fortalece esos equipos, son comunidades las que piensan esos proyectos. Y son los maestros los ponen a trabajar comunitariamente y en equipo. Así se hace mucho más llevadera esta demanda poblacional. No es posible solo.
—Habla de un trabajo comunitario y no de "gestionar", término que está de moda. ¿Qué diferencia hay entre pensar una tarea comunitaria para una escuela y gestionarla?
—La principal diferencia está en que uno ve personas. Cuando decís animo un proyecto educativo es porque estás con personas. Se trata de sacar de las personas lo mejor de sí, que aporten su individualidad, su potencialidad, que cada integrante pueda poner su particularidad en algo común.
—En sus publicaciones resalta la pasión necesaria que requiere el oficio de educar ¿Cómo apasionarse con la tarea educativa en tiempos de neoliberalismo?
—Yo creo que todo es un desafío. Es convencimiento uno a uno. El maestro tiene que estar convencido que lo que tiene que ofrecer es una nueva mirada sobre lo social, sobre lo vincular, sobre el mundo, sobre la mujer, sobre la naturaleza... Y eso se convence cuando uno está cuerpo a cuerpo construyendo con otros. Siempre me ha parecido que es un trabajo relativamente simple cuando uno lo emprende convencido de eso: empezás a hacer equipo y a entusiasmarte con esto. No sirve estar apasionado y tener un cuerpo docente fragmentado.
—El año pasado, en su visita a Rosario, el sacerdote y pedagogo brasileño Frei Betto hizo hincapié en la idea de educación popular. ¿Cómo llevarla a la práctica?
—El movimiento de educación popular intenta desde los proyectos educativos a enseñar a mirar el mundo, los sentires y las luchas de los sectores populares de las poblaciones más desventajadas. Creo que cuando uno enseña a tratar bien a las mujeres, cuando uno ayuda a desarmar lógicas machistas, lógicas sexistas, lógicas xenofóbicas y ayuda a instalar dinamismos más democráticos, más comunitarios, contra el individualismo, evidentemente está ayudando a construir un mundo donde entren los intereses de los sectores populares. Se puede hacer trabajando con poblaciones marginadas o no, pero de lo que se trata es de ayudar a entender un mundo donde quepan todos y todas, que es el gran proyecto latinoamericano de Frei Betto. Es enseñar desde chicos a mirar el mundo desde ese lugar: que hay gente que la está pasando mal por las lógicas de las que todos somos partes. Es abrir los ojos a un mundo de mucha desigualdad. A mí me da mucha esperanza ver la cantidad de movimientos que están proponiendo cosas alternativas, desde cooperativas, emprendedores que ves en las plazas, en el ámbito artístico; los movimiento sociales y en el ámbito educativo ver que hay un movimiento que apela al "esto no va más, vamos por otras formas de vida".
—¿Qué le preocupa más de los adolescentes y jóvenes?
—Creo que han quedado solos. El gran problema que tienen hoy los jóvenes es que los adultos nos hemos retirado. Quizás no tanto en Rosario, pero en otros lugares sí: se les retiraron los clubes, las plazas, se les retiraron los lugares públicos, las parroquias como lugares de iniciación. Antes los jóvenes tenían como lugares de iniciación esos espacios, incluso hasta los partidos políticos. Tenían espacios de iniciación donde había adultos que los acompañaban. Hoy, por sobrecarga laboral, porque se quieren sentir jóvenes y no ser adultos por temor a ser rechazados, o por mala interpretación de lo que es la autoridad o de lo que es ser padre o madre y queremos ser amigos, el adulto como referente que marca y que da seguridad es alguien que está muy ausente. Muchos pibes viven solos, están en medio de peleas de padres y madres, no tienen un lugar para sentarse a hablar de cuestiones esenciales de la vida. Y esta sociedad peca de señalar a un sujeto que todavía no está formado, que tiene derecho a equivocarse como adolescente y joven. Es como que queremos que dé fruto antes de tiempo y sin proceso de mediación en la constitución de su subjetividad. A mí me ha tocado ver en este último año y medio que estuve en un centro de rehabilitación de las adicciones, que cuando se empieza a indagar cómo llegan a las adicciones es porque hay un desamparo social o un desamparo familiar. Tenemos que dejar de pensar que la juventud es un problema, el problema es de los adultos que no sabemos qué hacer, cómo estar cerca. Pasa también con profesores que les tienen miedo a los adolescentes y jóvenes. No puede ser que se le tenga miedo a la generación venidera. No se les puede tener miedo, se les tiene que tener respeto, cariño, escucha... los jóvenes no son peligrosos.
—También es frecuente que se los desacredite en las escuelas, cuando se afirma "con este pibe no se puede" o "para qué si son pobres"...
—Sí, es la lógica de exclusión y diferenciación que nos atraviesa a todos, y también pasa dentro del aula. Hay que volver a rescatar la mirada de la escuela pública que trascendía las diferencias y alcanzaba a todos. Desde la pedagogía de Comenius a la de La Salle, los grandes conocimientos pedagógicos siempre han partido del todo a todos y de todos los modos posibles. Creo que eso aquí (en el colegio rosarino) esto está bastante trabajado. Tener 150 chicos integrados con diferentes necesidades educativas habla de un cuerpo docente que desafía a la creatividad. Hay que poder plantearlo de modo comunitario, de modo individual no se puede.
—"Desde chico me encantó esta idea de entrar a un lugar con miedo y salir con un amigo", declaró en cierta oportunidad respecto del trabajo comunitario en contextos de pobreza. ¿Qué sintetiza esa idea?
—En todos los años que me ha tocado estar y acompañar experiencias en sectores populares, aprendí que hay que ayudar a desarmar en los docentes la lógica dominante del miedo al joven y en especial sobre el joven empobrecido. Una lógica que te la enseñan desde cuando el GPS te marca que hay "zonas rojas". Es una cuestión social que se ha instalado, de "barrios rojos, barrios peligrosos". Si uno piensa que el que está sentado adelante es un sujeto peligroso no lo puede educar, si uno piensa que "no le da la cabeza" es evidente que no lo puede educar. Educar es estar acompañando a alguien para que juntos podamos construir un conocimiento que lo dignifique a él y a todos. Pero para poder hacer eso yo tengo que creer en el otro. Es un desafío grande, sobre todo para quienes trabajan en sectores populares saber que quien está ahí no es mi enemigo y que quien está en esta escuela no es mi cliente, esto no es mercancía, esto es educación. Educación que es un derecho de todos, que construimos juntos y por lo tanto estamos en situación de igualdad.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Sobre la pedagogía lasallana y el impulso de las comunidades de aprendizaje
En 1680, San Juan Bautista de La Salle funda la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en Reims, Francia. La misión educativa encarada por esta congregación se expandió por todo el mundo. Razón que le valió a La Salle ser reconocido como el Patrono de los educadores.
El director del La Salle de Rosario, Patricio Bolton, asegura que el nombramiento de santo o patrono de la educación se relaciona con el impacto que alcanzó su obra en toda Europa, en particular en Francia donde se llegaron a contabilizar unas dos mil escuelas de la congregación. ¿Y qué caracteriza a la pedagogía lasallana? Bolton habla en primer término de la "sensación de un nosotros" que prevalece en cada acción emprendida, y que en su mirada se traduce en "escuelas altamente inclusivas".
Otra característica de este pensamiento es la idea comunitaria de construir conocimientos, que lo que se enseña y aprenda tenga sentido y relación desde el principio con la comunidad en que va a vivir el sujeto. "Cuando La Salle crea las escuelas, reemplaza la enseñanza del latín por la del francés, la enseñanza vinculada a lo religioso y la búsqueda de lo religioso por los oficios y la búsqueda de oficios; la enseñanza vinculada a cuestiones estériles, que no tenían sentido, por cuestiones que tenían que ver con aprender a vivir la ciudadanía. Es decir, caracteriza a esta pedagogía el sentido de educar para la comunidad, en la comunidad, junto a la comunidad. Algo que ha hecho que la escuela lasallana lleve más de 300 años y tenga resultados".
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Documento
"Queremos invitar a que cada educador y educadora se sienta interpelado y desafiado a construir comunidades de aprendizaje La Salle, dando lugar de este modo a la creación y profundización de culturas inclusivas, de aprendizaje significativo y comunitario, donde cada uno y cada una pueda ser «arte y parte» de la construcción de un modo común de hacer educación en nuestra red de obras educativas", invita un nuevo documento que se presenta como aporte para el debate y la reflexión pedagógica. Se llama "Hacia las comunidades de aprendizaje La Salle" y su primer número se publicó recientemente. Tal como anticipa, el documento llega a manos de todos los educadores que integran la Asociación Educacionista Argentina.
El material avanza sobre los postulados de la pedagogía lasallana con propuestas para pensar en torno a cómo se oficia la enseñanza y se facilitan los aprendizajes. Dice así que se elige el término de comunidades de aprendizaje, ya que es un concepto que viene tomando fuerza en los últimos años y hace alusión a las aulas, a las instituciones y sus entornos como verdaderas comunidades donde aprender.
Vínculos y sentido de pertenencia
Es el mediodía, cambio de turno escolar. El movimiento de estudiantes y docentes es incesante. En ese ir y venir, se da una charla ocasional con una preceptora. Cuenta que es ex alumna del Colegio La Salle, que siempre quiso, por una razón u otra volver a su escuela. La charla se interrumpe con la invitación a pasar a la dirección escolar, para la entrevista con el director general de la institución, el hermano Patricio Bolton. No pasa inadvertida la puerta del lugar, de vidrio, transparente.
La conversación con la preceptora había transcurrido sobre los buenos recuerdos, las marcas que puede dejar el paso por una escuela, pero más sobre el sentido de pertenencia a una institución, por parte de quienes la transitan. ¿Cómo se construye ese sentido de pertenencia?
La pregunta la toma el director Bolton, repasa la nómina de preceptores, de catequistas, de profesoras y maestras, de directivos. "La mayoría son egresados", confirma y reflexiona: "Uno siente el sentido de pertenencia cuando ha vivido el sentido de la comunidad. A lo que se pertenece es a una comunidad. A veces se puede sentir a una institución pero eso dura poco tiempo, en cambio cuando uno pertenece a una comunidad es el vínculo lo que te ata. Entonces, la gente vuelve porque encontró un modo vincular distinto, un modo vincular nuevo, que puede sentir..."