“El cuento de la criada”, el libro de Margaret Atwood de 1985, antes de convertirse en el fenómeno de masas como lo es ahora, tuvo una adaptación al cine en 1990 dirigida por el alemán Volker Schlondorff. El director tuvo a su cargo un elenco de lujo integrado por Natasha Richardson, Faye Dunaway, Aidan Quinn, Elizabeth McGovern y Robert Duvall y una celebridad como Harold Pinter como guionista. Schlondorff, autor de un clásico del cine como “El tambor de hojalata”, fue nominado a mejor director del Festival de Berlín, aunque su película finalmente sólo obtuvo dos premios menores.
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La película, aunque fiel a la letra y a la historia, no tuvo más remedio que comprimirse en una hora y media una narración compleja basada primordialmente en las impresiones de la protagonista. El resultado fue estimable como complemento al libro, pero fallaba en aspectos esenciales. “El cuento de la criada”, tanto el libro como sus adaptaciones -también se representó en una ópera en el año 2000- tienen un argumento común: en un futuro cercano, Estados Unidos se convierte en un gobierno teocentrista debido a la caída en picada de la fertilidad. Usando los hombres la supuesta voluntad divina como excusa, se decide que las mujeres fértiles conciban bebés para los altos cargos del gobierno.
El proyecto arrancó casi desde la misma publicación de la novela, en cuanto esta se convirtió en un éxito de ventas. Y también desde el principio estuvo marcada por los problemas. En 1986 Atwood vendió los derechos a Daniel Wilson, que ya tenía prevista la participación en la adaptación de Harold Pinter como guionista y de Karel Reisz como director. Sería una película de prestigio, alejada de una orientación estilo Hollywood.
Harold Pinter, premio Nobel de literatura en 2005 y fallecido en 2008, fue un prestigioso dramaturgo y guionista. Entre sus obras de teatro más importantes están “La fiesta de cumpleaños”, “Retorno al hogar” o “Traición”, y entre sus guiones -generalmente adaptaciones de obras ajenas-, “El sirviente”, “El mensajero”, “Lo que queda del día” o la versión de 1997 de “Lolita”, aunque de estas últimas renegó, exigiendo la retirada de su nombre de los créditos.
Tampoco le faltaba prestigio el director inicialmente previsto. Karel Reisz fue uno de los pioneros del nuevo realismo del cine británico de posguerra y ya había colaborado con Pinter en “La amante del teniente francés”, nominada a cinco Oscar y protagonizada por Meryl Streep.
Tras recibir respuestas de los ejecutivos, según cuenta The Atlantic, del tipo de “una película para y sobre mujeres... tendrá suerte si sale directa a vídeo”, Reisz abandonó el proyecto. En tanto, Sigourney Weaver, por entonces en la cúspide de su éxito, comenzó a interesarse en el proyecto, pero finalmente renució a él dejando el lugar libre para Natasha Richardson.
Sin embargo, la película fue casi ignorada por el público y fue un fracaso considerable: recaudó cinco millones de dólares frente a los 13 que había costado. El paso del tiempo, no obstante, hizo que se revalorizara parcialmente el filme que durante un tiempo se consideró película de culto con copias en VHS que se cotizaban a más de cien dólares en Amazon. Ese pasado fracaso ahora está empezando a revisarse con la novela convenientemente recuperada por nuevas generaciones de lectores gracias a una adaptación televisiva que ya obtuvo dos Globos de Oro y más de 20 premios Emmy.