Ellos se repiensan como cuidadores. El análisis de un experto en masculinidades, que también es papá
Por Alicia Salinas
Se abrió la inscripción al concurso de nacional de fotografía "Paternidades"
“Papá, padre, viejo, papi, tata, progenitor, pa”, son palabras para nombrar la relación de un varón con sus hijos e hijas, y así como hay varias maneras de designar el rol, las hay de ejercerlo. ¿Existe algo propio de esta época que atraviese cada uno de esos ejercicios singulares? ¿Se pueden entrever denominadores comunes? El especialista Daniel Jones (doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y autor del libro “León y yo. Diario de una paternidad”) repasa en diálogo con La Capital algunas claves: si bien las estadísticas indican que en la Argentina las tareas de cuidado son asumidas principalmente por mujeres, cada vez más padres están dispuestos a involucrarse en la crianza a causa de las negociaciones al interior de las parejas y las exparejas, y por el mandato de devenir “un papá comprometido, sensible”.
De la paternidad se reflexiona y se habla, “es un asunto de conversación pública”, al tiempo que nuevos desafíos acechan, como la violencia urbana o el impacto de la tecnología, lo que además proyecta un arco de mayor protección o sobreprotección sobre las infancias.
Jones tiene 46 años y un hijo adolescente, vínculo sobre el que escribió más de cien posteos en su cuenta de Facebook desde que el niño tenía tres hasta que cumplió 12. Esas publicaciones cosechaban múltiples comentarios y compartidas, lo que ya de por sí le llamó la atención, y terminaron convirtiéndose en un libro que presentó el viernes en la Biblioteca Argentina (en una actividad organizada en conjunto por la UNR y la Municipalidad, en el marco del ciclo Paternidades Responsables). Además de profesor universitario y especialista en género, Jones dicta talleres y capacitaciones sobre masculinidades en empresas, organismos públicos y sindicatos, lo que lo lleva desde la cárcel de Devoto a multinacionales del sector tecnológico. ¿Qué dicen y hacen los varones, qué se plantean en relación a su rol de padres?
"Está la idea de que los de 30 a 50 y pico somos más sensibles y atentos a las necesidades de nuestros hijos. Tengo dudas, porque además implicaría una especie de superioridad respecto de otras generaciones. Sí pienso que nos diferencia la posibilidad de expresar los miedos y los sentimientos”, dispara, y ahonda en “nuevos mandatos de época”, es decir “ser un padre comprometido, afectuoso, sensible”.
En ese sentido, plantea que “si sos un padre muy frío, te lo pueden llegar a señalar tus propios pares. Y esto no se circunscribe a una clase media progre y psicoanalizada de grandes ciudades: trabajo con varones presos y expresos, de clases populares, y veo en muchos de ellos una preocupación, un intento de involucrarse en los cuidados”.
También en los seminarios que imparte en grandes compañías, progenitores de distintas edades se animan a compartir dudas, necesidades, miedos, culpas. Incluso algunos que no son papás, se plantean si podrían convertirse en “buenos padres”.
Jones emparenta esto con “cierta fragilidad en relación a la autoridad, a la responsabilidad, e incertidumbres por la inestabilidad económica; antes la gente se lanzaba a la paternidad sin hacerse demasiadas preguntas. Hoy existe una conversación pública y me parece bueno que se pueda hablar, por eso el libro está teniendo repercusión”.
Desde que “León y yo” salió de imprenta a fines del año pasado, muchos conocidos y desconocidos le confían que se identifican con los textos, un retrato de la experiencia compartida entre un nene y un padre divorciado (las estadísticas muestran que nunca hubo tantos hogares unipersonales en el país).
“Muchos tipos cuando nos separamos somos mejores padres que si no nos hubiéramos separado. Yo me separé cuando mi hijo era muy chico y tengo un régimen de 50 y 50 en cuanto al tiempo compartido. No sé si me hubiera hecho cargo de tantas cosas de permanecer casado”, desliza Jones lo que considera “una hipótesis narrativa más que científica”.
“Así como hay varones que abandonan y que no pasan la cuota alimentaria, están los que quieren ver a sus hijos, compatibilizar sus carreras con la crianza, ocuparse de las tareas de las que históricamente estaban un poco eximidos. No todos lo hacen construyendo una teoría o un discurso al respecto sino medio intuitivamente”, observa sobre quienes “valoran el tiempo que les deja el capitalismo para estar con sus hijos pequeños, y si son adolescentes hacen de remiseros”.
Esta “mayor conciencia acerca de la importancia de la participación de los varones en la crianza” se da en paralelo con “el 50 por ciento más de tiempo que las mujeres le siguen dedicando a las tareas de cuidado no remuneradas”, dice Jones con los datos a flor de piel ya que trabaja como docente de la materia “Teoría de género” en la carrera de Sociología de la UBA. En el Aglomerado Gran Rosario, esa diferencia es más pronunciada según el último informe de la Usina de Datos de la UNR, en base a relevamientos del Indec y la Encuesta Permanente de Hogares: el 70 por ciento de las personas que asumen las tareas del hogar son mujeres.
“El feminismo impacta aun en mujeres que no se reconocen como feministas: muchas les plantean estos malestares a sus maridos. Sigue habiendo sobrecargas en las mujeres, sí, pero hay más negociaciones, así como varones dispuestos a asumir estos roles”, analiza.
“Se es padre y madre en contextos de mucha precariedad y enorme demanda. La baja de la natalidad no tiene que ver sólo con el deseo de las mujeres (de no reproducirse) y eso lo veo en mi trabajo: la figura del macho proveedor sigue funcionando, entonces es un drama no poder cumplir ese rol”, aporta Jones y propone promover la agenda de cuidados. En otras palabras, que los hombres y toda la sociedad puedan percibir que cuidar es un trabajo (no remunerado), y de suma importancia.
El experto observa como propio de esta época “paternidades más protectoras y sobreprotectoras en general, cargadas de miedo porque también hay nuevas amenazas. Era impensable que nosotros siendo adolescentes fuéramos a jugar al casino y ahora los pibes pueden apostar a través del celular. Siempre hubo posibilidad de abuso, pero hoy está el tema del grooming, y de códigos muy distintos entre niños, adolescentes y padres”. Entra en danza entonces la espinosa cuestión de los teléfonos inteligentes y otras tecnologías con acceso a internet en manos de los chicos.
“Hay una angustia muy grande de parte de los padres en relación a los dispositivos electrónicos, una incapacidad de lidiar con algo que en realidad a veces nos sirve. Porque si los pibes no tienen tecnología cuando son muy chiquitos, tenés que jugar vos con ellos. La tecnología nos da ventajas para suplir la atención humana”, advierte y sugiere acompañar en lugar de prohibir y enterarse sin vigilar. “Eso lleva tiempo y energía, pero a veces los padres estamos cansados porque tenemos dos o tres trabajos”, resume Jones.
“A pesar de todas las contrariedades y de este momento del capitalismo se puede ser feliz siendo padre, y no lo digo por dar un mensaje naif sino porque para mí fue una experiencia transformadora. La cuenta me da positiva. No hay ni victimización ni arrepentimiento”, asegura.
“Empecé investigando sobre sexualidad, trabajo con perspectiva de género, y a estas cuestiones siempre las pensaba como temas políticos o de investigación, no encarnadas en mi propia masculinidad. Pero hubo un momento en el que ensamblé mi recorrido previo y mi biografía, empecé a repensar mi masculinidad y mi paternidad”, amplía sobre lo que considera “una sinergia virtuosa” porque empalma “preocupaciones académicas e inquietudes vitales”. Inquietudes que ya no son tan excéntricas, y resuenan especialmente en este día.
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