El presidente Gustavo Petro celebró la noticia y visitó a los niños. Petro los calificó de “ejemplo de supervivencia” y pronosticó que su saga “quedará en la historia”.
Damaris Mucutuy, tía de los niños, dijo a una emisora de radio que “los niños están bien” a pesar de estar deshidratados y con picaduras de insectos. Mucutuy, quien llegó al hospital en la madrugada con otros familiares, dijo que a los niños se les habían ofrecido servicios de salud mental.
El ministro de Defensa, Iván Velásquez, dijo a los periodistas el sábado que los niños estaban siendo rehidratados y aún no pueden comer. “Pero en general, la condición de los niños es aceptable”, dijo.
Un video de la fuerza aérea mostró un helicóptero usando cuerdas para levantar a los jóvenes porque no podía aterrizar en la densa selva tropical donde fueron encontrados. El viernes, el ejército tuiteó imágenes que mostraban a un grupo de soldados y voluntarios posando con los niños, que estaban envueltos en mantas térmicas. Uno de los soldados acercó un biberón a los labios del niño más pequeño.
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Los chicos llegan a Bogotá, donde quedaron internados en un hospital. Debieron hidratarlos y todavía no les daba alimentos sólidos.
El general Pedro Sánchez, quien estuvo a cargo de los esfuerzos de rescate, dijo que los niños fueron encontrados a 5 kilómetros del lugar del accidente en un pequeño claro del bosque. Dijo que los equipos de rescate habían pasado entre 20 y 50 metros de donde se encontraron los niños en un par de ocasiones, pero no los encontraron.
“Los menores ya estaban muy débiles”, dijo Sánchez. “Y seguramente su fuerza solo era suficiente para respirar o alcanzar una pequeña fruta para alimentarse o beber una gota de agua en la selva”.
Fidencio Valencia, tío de los niños, dijo a los periodistas afuera del hospital que los sobrevivientes estaban felices de ver a los familiares, quienes están abordando la situación “día a día”.
“Cuando se estrelló el avión, sacaron (de los restos) una fariña, y con eso sobrevivieron”, dijo Valencia, refiriéndose a una harina de yuca que se come en la Amazonía. “Después de que se acabó la fariña, empezaron a comer semillas”.
El accidente ocurrió en la madrugada del 1 de mayo, cuando la avioneta Cessna monomotor con seis pasajeros y un piloto declaró emergencia por una falla en el motor. El pequeño avión desapareció del radar. Comenzó una búsqueda frenética de sobrevivientes. Dos semanas después del accidente, el 16 de mayo, un equipo de búsqueda encontró el avión en una zona espesa de la selva tropical y recuperó los cuerpos de los tres adultos a bordo, pero los niños pequeños no se encontraban por ninguna parte.
Sintiendo que podrían estar vivos, el ejército de Colombia intensificó la búsqueda y llevó 150 soldados con perros al área. Docenas de voluntarios de tribus indígenas también ayudaron en la búsqueda, aportando su gran conocimiento del territorio.
Durante la búsqueda, en un área donde la visibilidad está muy limitada por la niebla y el espeso follaje, los soldados en helicópteros arrojaron cajas de alimentos en la selva, con la esperanza de que ayudaran a mantener a los niños. Los aviones que volaban sobre la jungla lanzaron bengalas para ayudar a los equipos de búsqueda en tierra durante la noche, y los rescatistas usaron altavoces que transmitían un mensaje grabado por la abuela de los hermanos, diciéndoles que se quedaran en un lugar.
También surgieron rumores sobre el paradero de los niños y el 18 de mayo el presidente tuiteó que los niños habían sido encontrados. Luego eliminó el mensaje, alegando que una agencia gubernamental lo había informado mal.
El grupo de cuatro niños viajaba con su madre desde el pueblo amazónico de Araracuara a San José del Guaviare cuando la avioneta se estrelló.
Petro dijo el viernes que los niños fueron encontrados por primera vez por uno de los perros de rescate que los soldados llevaron a la selva. Agregó que durante un tiempo había creído que los niños fueron rescatados por una de las tribus nómadas que aún vagan por la franja remota de la jungla donde cayó el avión y tienen poco contacto con las autoridades. Ninguna de estas hipótesis del presidente colombiano fueron confirmadas por las autoridades de búsqueda.
A medida que avanzaba la búsqueda, los soldados encontraron pequeñas pistas en la jungla que los llevaron a creer que los niños aún estaban vivos, incluido un par de huellas, un biberón, pañales y trozos de fruta que parecían haber sido mordidos por humanos.
“La selva los salvó”, dijo Petro. “Son hijos de la selva, y ahora también son hijos de Colombia”.
Más allá de esta retórica, resulta muy difícil de comprender desde las comodidades urbanas, cómo es posible que un grupo de niños entre 13 y 1 año de edad lograsen sobrevivir, tras un accidente aéreo en el que murieron en forma instantánea tres mayores, a 40 días de extravío en un inhóspito lugar, hábitat natural de depredadores, plantas irritantes, serpientes venenosas, insectos y toda clase de obstáculos para la supervivencia.
Pasaron 40 días desde el 1 de mayo, cuando ocurrió el accidente de una avioneta en la que se transportaban el líder indígena Herman Mendoza, el piloto Hernando Murcia Morales y Magdalena Mucutuy junto a sus hijos: Lesly Mucutuy, de 13 años; Soleiny Mucutuy, de 9 años; Tien Noriel Ranoque Mucutuy, de 4 años; y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, quien cumplió su primer año de vida en medio de la selva. Los adultos murieron en el accidente y sus cuerpos fueron hallados por los rescatistas. Pero faltaban los 4 niños. Ahí comenzó el "Operativo Esperanza".
Fueron varias las ocasiones en las que los rescatistas tuvieron pistas que pemitieron ilusionarse con hallar a los menores. Hallazgos como huellas, pañales, frutas a medio consumir, una tijera y una hebilla para el cabello, fueron los que mantuvieron viva la esperanza del equipo de rescate, que contó además con el apoyo de más de 20 integrantes de la comunidad indígena.
La transmisión de conocimientos ancestrales en la comunidad indígena witoto, de la cual es parte la familia Ranoque Mucutuy, representada en la formación temprana de niños en la observación y aprendizaje del entorno: reconocer los peligros y las oportunidades para la subsistencia, son enseñanzas invaluables que le permitieron a los 4 menores atravesar esta difícil circunstancia.
“La formación de estos niños desde sus familias indígenas sobre cómo alimentarse en la selva ayudó a que sobrevivieran, así como el apoyo espiritual de sus abuelos”, aseguró el líder de la guardia indígena Lucho Acosta en W Radio.
Según Fidencio Valencia Mucutui, abuelo de los menores, sus nietos lograron sobrevivir comiendo “fariña y pepas” en medio de la selva.
La fariña, que es una harina gruesa que los indígenas extraen tradicionalmente de la yuca brava o amarga, era uno de los productos incluidos en los kits de alimentación y supervivencia que fueron lanzados y ubicados en la selva por los cuerpos de rescate. La utilización y suministro de estos kits fue una de las diversas estrategias que buscaban generar un contacto con los menores, se usaron también acciones de perifoneo y señales lumínicas.
La confianza en las capacidades y formación propias de estos niños, pese a su corta edad, mantuvieron a su padre Manuel Ranoque, sus abuelos Fátima y Fidencio y los demás integrantes de la familia y la comunidad con la fe siempre intacta, al pie de todas las acciones que se llevaron a cabo para dar con su paradero.
Los menores se encuentran ya en Bogotá, a donde fueron trasladados en compañía de algunos familiares y un grupo especializado de profesionales de la salud, para recibir los cuidados que sean pertinentes, en el Hospital Militar de la capital del país.