Avellaneda al 1800. Sobre una pared del Cementerio de Disidentes una placa del Concejo rinde homenaje “a las maestras estadounidenses que, cumpliendo con el proyecto educativo de Domingo F. Sarmiento, vinieron a la Argentina para la formación de las escuelas normales”. Y debajo los nombres de Sara, Virginia, Clara, Jane, Guillermina y María Ann, las seis teachers norteamericanas que descansan en la necrópolis de la zona oeste. Historias para recordar precisamente hoy, 11 de septiembre, que se celebra el Día del Maestro.
En charla con La Capital, Blotta explica que todas ellas fueron contratadas por el Estado argentino en un momento en que la escuela no existía como tal, la educación era absolutamente privada y religiosa y por lo tanto solo accesible a las familias pudientes de la población. “Un momento histórico en el que se estima que solo el 29 por ciento de la sociedad argentina sabía leer y escribir”, dice.
¿De dónde vinieron y cómo lo hicieron? Las maestras llegaron desde el este de los Estados Unidos, una de las zonas más desarrolladas del norte, que Sarmiento había admirado por su modernidad. Cuando arribaron al país no sabían nada de castellano, por lo que tuvieron que formarse previamente en la ciudad de Paraná, donde tenían una estadía de entre cuatro y cinco meses para aprender el idioma. El Estado argentino les ofrecía como atractivo el cobro de 100 pesos oro, el doble de lo que cobraban en los Estados Unidos. Pero cuando llegaron a la Argentina descubrieron que las distintas administraciones no eran tan cumplidoras como esperaban y en varias oportunidades tuvieron dificultades para cobrar sus salarios. Supieron tener carencias, pero en los centros urbanos encontraron una colectividad estadounidense e inglesa que supo contenerlas.
A lo largo del tiempo, todas ellas fueron trasladadas a distintos puntos del país para desempeñar diferentes cargos y funciones. En este marco, Rosario fue un interregno rumbo a otro lugares.
Rosarinas por adopción
Se cree que la ciudad fue lugar de acogida de 17 de ellas a lo largo de 40 años. No todas fallecieron aquí, algunas lo hicieron en otras ciudades pero pidieron que las trajeran a Rosario donde se sintieron bienvenidas a lo largo de la misión que las ocupaba. Los cuerpos de seis de ellas se encuentran en el Cementerio de Disidentes de Avellaneda 1850, el lugar donde se inhumaban los cuerpos de quienes no pertenecían al credo católico apostólico romano. El relato de Juan Blotta, refleja las investigaciones realizadas por Ernesto Ciunne que logró acercarse a la vida de cada una de ellas.
Guillermina Tallon se desempeñó como secretaria de la Escuela Normal Nº 1 de 1904 a 1907. Llegó a la Argentina a sus 18 años e ingresó como trabajadora con 19, la más joven de las seis maestras que descansan en el Cementerio de Disidentes de Rosario. En el caso de esta profesora, como en otros, la causa de su muerte está disimulada. La tuberculosis era una enfermedad que hacía estragos en la época, pero trataba de obviarse en las actas de defunciones que comúnmente indicaban un fallecimiento por paro cardíaco. En la mayoría de los casos las docentes inhumadas en Rosario tenían entre 40 y 50 años de edad, que era el promedio de vida en aquella época.
Clara Gillies de Bischoff, nacida en el estado de Missouri, llegó al país en 1883 y ese mismo año fue destinada a la provincia de San Juan, donde fue vicedirectora de la Escuela Normal de esa ciudad. En 1887 fue trasladada a Rosario, donde además de docente tuvo una destacada vida social. “Esta mujer está fichada en los diarios rosarinos porque era una participante activa en la recolección de fondos para la concreción del Monumento Nacional a la Bandera”, cuenta Blotta y agrega algunos datos sobre la profesora que eran llamativos en aquella época: “Clara llega a la Argentina divorciada, en una sociedad en la que había un estigma en contra de lo secular. Ellas eran fuertes, vigorosas de carácter. Si vinieron a las pampas era porque tenían un amor a la vocación docente increíble”. Cuando Clara terminó su contrato de tres años con el Estado, que era renovable, volvió a casarse. Falleció en la Ciudad de Buenos Aires en 1932, pero encargó ser traída a Rosario.
La sobrina de Clara Gillies se llamaba María Ann Gillies de Grieven y también era docente diplomada. Llegó al país con 23 años en plan de visitar a su tía Clara. A instancias de ella tomó contacto con los funcionarios del gobierno nacional y aceptó un contrato con el Estado argentino por el que comenzó a trabajar como profesora en el Normal 1 de Rosario. Falleció en la ciudad a los 50 años.
Resistidas
La misión de las normalistas no estuvo exenta de dificultades. Las más evidentes tuvieron que ver con las resistencias de las comunidades más conservadoras frente a los principios de laicidad que ellas representaban. La decisión política de traer maestras protestantes al país, la sanción en 1884 de la ley 1.420 de educación gratuita, laica y obligatoria, así como la creación del registro nacional de las personas, desencadenaron una crisis con la Iglesia católica que veía cómo su poder se limitaba frente al robustecimiento de un Estado que tomaba el control y promovía la modernización.
Blotta cuenta que cuando Sarmiento planteó su idea de traer docentes norteamericanas se generó una gran discusión nacional y aunque el poder legislativo le dio su aprobación, se supo que el enfrentamiento con la Iglesia sería inevitable.
A su llegada, los centros urbanos y portuarios ofrecieron la mejor acogida al contingente estadounidense. “En muchas ciudades como San Nicolás de los Arroyos y Rosario, los párrocos abrazaban a las metodistas y les decían: «Vengan, las puertas de los templos católicos están abiertas para ustedes», cuenta Blotta sobre una situación que sostiene era contrastante con la realidad que muchas tuvieron que enfrentar en las ciudades más conservadoras, donde fueron altamente resistidas.
Para los eclesiásticos mas tradicionales, ellas significaban un riesgo a la integridad de la cultura católica. Tal fue el caso del obispo Clara de la ciudad de Córdoba, un territorio que se presentaba como un hueso duro de roer por su conservadurismo y en donde se produjo el punto cúlmine de ese desencuentro.
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“Hubo un anatema que es una consigna eclesiástica del obispo Clara que indicaba que cualquier persona que asista a la escuela no podría recibir los sagrados sacramentos”, cuenta Blotta. Esa situación conflictiva que se producía en la ciudad mediterránea pudo revertirse con la llegada de Fray Mamerto Esquiú, sucesor de Clara en el obispado y quien fue nombrado beato por el Vaticano el pasado 4 de setiembre. El nuevo obispo jugó un rol destacado en el reconocimiento del trabajo de las maestras. El agrónomo destaca que cuando Esquiú llegó a Córdoba, en uno de sus sermones le dijo a la población cordobesa: “Ellas adoran el mismo Dios que ustedes”, y en adelante las aulas comenzaron a llenarse. Esquiú murió en 1883, pero en esos dos años que estuvo como obispo de Córdoba, las teachers fueron bien aceptadas.
“De todos modos, las docentes que habían egresado de las universidades del este de Estados Unidos tenían experiencia de trabajo en varios lugares conflictivos de su propio país, por eso algunas de ellas ya estaban entrenadas en esta problemática de la separación de cultos. Su desempeño fue brillante porque lograron eludir esos conflictos”, señala Blotta.
Formadoras de formadores
La historia cuenta que las jóvenes docentes sentaron las bases de la institución escolar tal como hoy se la conoce, fueron funcionarias del Estado y formaron a las maestras y maestros que ejecutarían la ley 1.420 en todo el territorio nacional. “El protagonismo de las mujeres en este país arranca con las teachers”, reflexiona Blotta y prosigue con su relato que contempla el destino de cada una de ellas.
Sarah Strong era egresada del Normal de Winona de Estados Unidos, lo que hoy es Universidad. Llegó al país durante la presidencia de Nicolás Avellaneda y dio clases en la Escuela Normal Nº 1 de Rosario, donde enseñaba entre otras asignaturas educación física, algo bastante escandaloso para la época. Falleció en Mendoza en 1892 pero su cuerpo descansa en Rosario. En su acta de defunción dice que murió del corazón pero se cree que fue de tuberculosis.
“Fui una sierva inútil, pecadora al máximo”, dice el epitafio de la docente Virginia Allen. “Y eso queda como legado de una vida hermosa”, destaca el agrónomo. Soltera, llegada desde el este de Estados Unidos, Virginia también fue egresada de la Escuela Normal de Winona. Se desempeñó como docente en el Normal Nº 1 de Rosario y falleció en 1892 de tuberculosis.
Jane Hunt llegó a la Argentina con 28 años, posiblemente ya infectada de tuberculosis desde los Estados Unidos. Por sus capacidades fue nombrada primero regente del Normal Nº 1 y luego directora, aunque solo se desempeñó 8 meses en el cargo porque falleció en 1892. En su corta vida afectada por la enfermedad trabajó como docente durante 3 años en la ciudad de Rosario. Considerando las comunicaciones que mantuvo con sus familiares en el extranjero, se deduce que quiso quedarse en esta ciudad, por eso descansa en el osario del Cementerio de Disidentes.
Las maestras normalistas que enseñaron en el país tuvieron destinos diversos. Cuando terminaron sus contratos con el Estado argentino algunas se casaron, otras volvieron a los Estados Unidos y un puñado de ellas decidió quedarse. Algunas abrieron instituciones particulares de enseñanza y otras siguieron desempeñándose en la docencia en forma particular en casas de familia.
Con todo el atrevimiento y la valentía de sus días de enseñantes sembraron semillas que florecieron en forma de reconocimiento y amor. El caso de Jennie Howard, quien yace en la Ciudad de Buenos Aires, es buen ejemplo de ello. Llegó al país en 1878, tuvo una afección en las cuerdas vocales que la llevó a desempeñar la docencia en domicilios particulares. Era soltera y en aquella época no existía el derecho a la jubilación. El Estado le aportaba una pensión mínima, pero sus exalumnos porteños decidieron pagarle cada mes un monto de dinero, que junto al pequeño aporte del Estado, completaba el equivalente a un salario digno. Lo hicieron hasta el día de su muerte, que ocurrió en 1931, a sus 82 años.
Para conocer más sobre estas historias e informarse sobre las visitas guiadas al Cementerio de Disidentes, visitar el grupo de Facebook Teachers of Sarmiento - Las profesoras del Loco Sarmiento.