“El despido no es subjetivo, sino netamente objetivo porque estás en la lista de mails que se mandaban, firmaste la nota y te sindicalizaste”. Con estas palabras, la coordinadora regional de los Equipos Socioeducativos, que dependen del Ministerio de Educación provincial, Mónica Barrios, le explicó a una de las siete profesionales cesanteadas en enero pasado por qué no formaba más parte de estas tareas. Hoy estas cesantías son un punto clave de las paritarias docentes. Amsafé pide no sólo que se las reintegre, sino que esta tarea deje de ser por contratos y se formalice por concursos. Las profesionales despedidas habían reclamado estabilidad laboral y habían cuestionado el funcionamiento del proyecto.
Cuatro de las siete profesionales que hasta diciembre pasado integraban los Equipos Socioeducativos en la Región VI (corresponde a Rosario) contaron a La Capital, en nombre del grupo, cómo se sucedieron los hechos que terminaron con ellas en la calle. Son Soledad Autino (comunicadora social), Erica Faerman (profesora y psicopedagoga), Guillermina Martin (psicóloga) y Natalia Torres (docente). El resto de las cesanteadas son Patricia Villarroel (abogada), Victoria Veronesi (cientista de la educación y psicopedagoga) y Natalia Palma (psicóloga).
Lo primero que recuerdan es que los Equipos Socioeducativos fueron creados en 2009. Y algunas de ellas desde entonces formaban parte de los equipos.
Para revisar. Hasta el año pasado, cuando se hizo una convocatoria pública, sobre la que admiten que “hay mucho para revisar” también, los equipos se fueron conformando por el boca a boca, o “porque me avisó una amiga que mandara el currículum”, tal como contó una de las educadoras presentes en la charla.
Y por primera vez en 2011 firmaron un contrato, del que aseguran “nunca recibimos una copia”. Las tareas de estos equipos —describen en líneas generales— se encuadran en las leyes de protección
a la niñez y la de educación nacional: “Están enmarcadas en lo que ellos (por el ministerio) llaman la «pedagogía social», y la meta planteada es de promoción y contención de los chicos dentro del
sistema educativo”.
De ahí en más es fácil imaginar que el trabajo asignado es tan amplio como complejo. Deben asistir los casos más sensibles de vulnerabilidad, de violencia y maltrato que inciden en los aprendizajes y
vida de los chicos, y desde ya de la escuela. “Es así que abordamos problemas de chicos golpeados, abusados, que se reintegran luego de años al sistema, de drogas y violencias de todo tipo”, apuntan. Tarea que se da “a nivel institucional, dentro de las escuelas, y a nivel familiar y con otras instituciones por donde transitan las familias, como centros de salud, vecinales, espacios comunitarios, para intentar hacer un trabajo integral”.
“Para esto teníamos asignadas escuelas, públicas y privadas, de los distintos niveles y modalidades. En total éramos 23 para toda la regional (incluye Rosario y otras localidades, como Villa Gobernador
Gálvez)”, sintetizan sobre la magnitud de lo que debían atender, con 17 horas cátedra semanales, sin un espacio físico adecuado para atender las entrevistas, sin viáticos y hasta poniendo el teléfono propio.
Esta situación las llevó a plantear sus inquietudes al ministerio. “Lo hicimos en dos líneas, una sobre las condiciones de trabajo y otra sobre la tarea que realizábamos, el enfoque. Primero fueron instancia de charlas pero, como nunca tuvimos respuestas, lo hicimos por escrito”, explican.
Los reclamos. Las denuncias se resumen en “la precarización laboral y la falta de continuidad y estabilidad”. “Además arrancamos cobrando, en 2009, 1.800 pesos y el año pasado terminamos con
2.100”, agregan. “Y como profesionales planteamos cómo se daba el trabajo en terreno, donde también hacíamos notar la falta de más profesionales y de más tiempo para no hacer un trabajo de bomberos que apaga incendios. Esto fue tomado muy mal por el ministerio, y lo único que nos respondieron es que teníamos que esperar que pasaran las elecciones para ver qué continuidad tenía el programa. Eso
nos dio la pauta también de que el trabajo de los Socioeducativos no está planteado como una política de Estado”, dicen.
Pasó diciembre y en enero se enteran que de las catorce (sobre 23) que habían firmado las notas con los reclamos mencionados, siete de ellas no habían sido convocadas nuevamente, justo las
que se habían acercado al gremio docente.
“En enero primero nos entrevistamos con Gladys Albachiaro y Susana Copertari (funcionarias de la Regional VI) y con la coordinadora Mónica Barrios. Ninguna nos explicó en ese momento por qué los despidos”, repasan, y añaden: “Pedimos una reunión con la coordinadora provincial, Carolina Bittel, que finalmente se dio. Estaban ella, Barrios y una representante de la ministra. Fue un encuentro
desigual y hasta perverso, porque nos iban haciendo pasar de a una. Las excusas que nos dieron era que no habíamos presentado un papel a tiempo o que no habíamos entendido la lógica del ministerio”.
Pero la confirmación de la sospecha de que habían sido cesanteadas por sindicalizarse llegó cuando la coordinadora Barrios le dijo a una de las profesionales que se las despedía justamente por eso:
quejarse y agremiarse.
“Maquillaje”. Para explicar con un ejemplo qué es lo que observaban como crítico del trabajo eligen un hecho concreto y ocurrido el año pasado en un jardín de infantes de la zona oeste, donde hubo una denuncia por abuso: “Durante dos semanas nuestra coordinadora nos pasó a buscar en taxi a la casa de cada una a las 7 y media de la mañana porque teníamos que estar conteniendo la cuestión mediática, de violencia de los padres a la escuela. Cuando pasó (el efecto mediático), y nos disponíamos realmente a trabajar con los docentes y el barrio, nos dijeron que no teníamos que ir más. El
tema era que estuviéramos junto a Tavela (Fernando, psicólogo del Ministerio), y en medio del griterío, para aparecer en los medios. Es el ejemplo más claro del trabajo de bombero apaga incendios que nos proponían, y de la lógica con que este ministerio sostiene este trabajo”.
Y se explayan: “Esto explica además por qué muchas veces desde las escuelas nos ven con desconfianza, si con la lógica que está planteado este trabajo es la de maquillar la realidad, barrer y esconder
debajo de la alfombra; nosotras quisimos cambiarla y plantear un trabajo más serio, a largo plazo, con más recursos y personal. Por eso nos echaron”.