Mientras entre los jóvenes y en las calles céntricas de Villa Gobernador Gálvez circulaba la información sobre la prohibición de la Fiesta de la noche del beso del boliche Goofy, abajo, sobre la costa en el barrio La Ribera, y escondido entre embalsados de camalotes, el río Paraná sigue amenazando, corroyendo terraplenes, odiando y derrumbando viviendas humildes.
No hay prácticamente nada que justifique que un angosto camino de tierra, sinuoso, poceado, sin conciencia de la existencia de veredas, pueda ser denominado “avenida La Ribera”; pero se llama así y está atravesado por innumerables caños de plástico y mangueras semi enterrados que ofician de conexiones para el agua potable.
El Comedor Comunitario La Ribera está cerca de la calle Nogués y es el centro de la acción social que en la zona desarrollan la municipalidad, los propios vecinos y algunos voluntarios estudiantes de la Facultad de Medicina de Rosario. Al lugar se accede cruzando un precario puente sobre un canal que hace muy pocos días fue limpiado después de seis años. En él, chicos de piel curtida pescan y manipulan anguilas con las que asustan a nenas y niños más pequeños. La basura extraída del lugar por la única pala mecánica disponible en el municipio, aún espera a un costado del cauce la aparición de algún camión recolector.
Soledad Avila es la titular del comedor comunitario, un amplio galpón decorado por dentro con dibujos de personajes infantiles de la TV y con un techo de chapas que obliga a vecinos, trabajadores del lugar y voluntarios a buscar mejor refugio de la sombra de los sauces.
“Es peligroso”. El relumbrón del agua del río se interrumpe con manchas verdes de camalotal. “Es peligroso el camalotal —dice Soledad como al pasar—; trae mucha víbora, arañas, alacranes y otros bichos.” Y agrega: “No tenemos evacuados; lo que si hay en la zona es autoevacuados, familias que se trasladan a casas de familiares mientras alguien se queda cuidando las cosas y trabajando, porque entre esta gente hay muchos pescadores”, señala la dirigente de este barrio que se extiende entre sinuosas calles de un franja que se extiende prácticamente desde el paredón sur del frigorífico Swift hasta el comienzo de la planta de Paladini y en el que desde hace 20 años viven entre 4.000 y 4.500 personas.
Algunos jóvenes llegan al comedor a pedir bolsas de arpillera plástica; estas son rellenadas por cada propietario en peligro de anegamiento con arena y fundamentalmente con tierra proveniente de las obras de reconstrucción de la cercana ruta provincial 21 (ex ruta 9).
El Municipio villagalvense aporta a la labor. En diálogo con este diario durante una recorrida por la zona, Esteban Colombo, subsecretario de Desarrollo Social del municipio, indicó que en primer término, la altura del río permanecía ayer estable, pero “que en determinadas zonas ribereñas se habían registrado rajaduras y derrumbes en varias viviendas. Esos lugares fueron rellenados con escombros y tierra transportados por camiones aportados por el frigorífico Paladini. También están colaborando desde Defensa Civil y desde el área de Desarrollo Social de la provincia.
Pedidos, reclamos. El recorrido de Colombo y de Avila por las calles del barrio es constantemente interrumpido por vecinos que efectúan diversos pedidos, reclaman y proponen. Según Colombo, en la campaña se está utilizando cloro y creolina para el saneamiento de determinadas áreas y se ha establecido que ante picaduras y ataques animales las posibles víctimas sean derivadas al Hospital Provincial de Rosario por reunir las condiciones de atención adecuadas para estos casos. Una potente bomba aportada por el Gobierno de la provincia extrae agua de una las lagunas del barrio derivándola al río.
Algunas viviendas tienen el agua del Paraná prácticamente en la puerta. No es un dato menor. El flamante intendente villagalvense, Alberto Ricci, entre otras medidas debió pedir por estos días al prefecto de zona que le solicitara a los responsables de los grandes barcos cargueros que maniobran en torno a la Terminal 6 que disminuyan su velocidad en la zona para evitar que el oleaje que generan que el agua ingrese a las casas de la costa.
No hay evacuados en el lugar, que según Colombo está destinado, en caso de necesidad, a proteger a mujeres y niños. El comedor, que nunca debería haber existido, por suerte hoy,no alberga a nadie. Es que la la gente de La Ribera sigue resistiendo en Villa Gobernador Gálvez.