Hace cien años, un joven Antonio Berni recibió una beca para formarse en Europa. Un club tradicional de Rosario le brindó aquella oportunidad en 1925, siguiendo una tendencia que era común en la época: que los sectores aristocráticos locales respaldaran económicamente el desarrollo cultural de la ciudad.
Con un pasaje de 200 pesos y en tercera clase, el pintor, grabador y muralista Berni se subió a un barco y llegó a Madrid en el invierno de 1925. Tenía tan sólo veinte años, pero su despliegue artístico en Rosario había llamado la atención de importantes personajes de la ciudad.
Fue el Jockey Club de Rosario el que le entregó una beca por un año a Berni para que pudiera viajar. Según algunos testimonios, el dramaturgo Emilio Ortiz Grognet, el comerciante y artista Juan B. Castagnino, y el político Fermín Lejarza fueron algunos de los que insistieron para que el Jockey concediera aquella oportunidad a Berni.
Lo cierto es que existía en la Rosario de entonces un mecenazgo muy particular por parte de la aristocracia local, que contribuía a que la Rosario comercial e industrial adquiriera también una faceta cultural con salones de artes, conferencias, conciertos y artistas.
El subsidio otorgado por el Jockey fue por un año pero el joven artista lo supo aprovechar. “Ocho meses seguidos estuve en Madrid pintando y visitando estudios y museos. Y sobre todo viviendo la deliciosa vida madrileña. Yo tenía entonces veinte años y, además, una beca. No exagero nada si digo que Madrid resultó una especie de sucursal del paraíso terrenal”, contó Berni en una oportunidad sobre su estadía en España.
Durante este tiempo, el artista rosarino trabajó mucho y con bastante éxito. Su dedicación hizo que el gobierno de la provincia de Santa Fe le concediera otra beca para poder extender su formación en el Viejo Mundo durante cuatro años más. Así fue como de Madrid se fue a París y permaneció allí hasta 1931, año en el que volvió a Rosario, casado y con su hija Lilí.
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Berni (abajo en el centro) en los Jardines de Luxemburgo en 1926
De Roldán a París, de Rosario a Buenos Aires
Antonio Berni nació en Rosario el 14 de mayo de 1905, hace ya 120 años. Sus años de infancia y adolescencia los recordó siempre con amor, sobre todo su crianza en la chacra de sus abuelos en Roldán.
En 1947, la revista Mundo Argentino habló con Berni y el artista rememoró su años en el campo. En su casa porteña, de Rivadavia al 4800, el pintor expresó: "Me gusta vivir en esta casa. Me recuerda mis años de infancia y adolescencia, pasados entre la ciudad y el campo. Porque yo nací en la segunda ciudad de la República, Rosario, en 1905, pero me crié en una chacra de Roldán. Mis abuelos maternos eran chacareros y yo viví con ellos desde niño. Mi padre, Napoleón Berni, era italiano y murió en la guerra del 14. Mi madre se fue a vivir entonces con sus tres hijos en la chacra del abuelo. Yo tenía que viajar todos los días a Rosario para ir a la escuela. Yendo y viniendo de Roldán a Rosario y de Rosario a Roldán cursé hasta el cuarto año del Colegio Nacional, y empecé a dibujar y a tomar lecciones"
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Fue en esos años que tomó clases en la academia de arte del Centre Catalá con los profesores Fornells y Munne. De ellos aprendió la técnica del dibujo y las normas estables de la pintura académica.
Pero como su pasión por la pintura era mucho más fuerte que su afición al campo y al estudio, Berni no tardó en sacrificar al chacarero y al estudiante para dedicarse exclusivamente a su vocación de pintor.
Su primera exposición de arte la realizó a los 16 años en Rosario. Presentó una serie de paisajes y vendió todo. Las siguientes presentaciones también fueron un éxito. Berni vendía barato, pero vendía en todas sus muestras.
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Folleto de la exposición de Berni en 1923
Fue así que llamó la atención de la aristocracia local y logró la beca que cambió el rumbo de su vida personal y profesional. Fue así como el Antonio Berni que contemplaba el campo en la chacra de sus abuelos terminó en la vorágine parisina de la década de 1920. Durante los años que vivió en París frecuentó la bohemia intelectual de la ciudad y conoció escritores, poetas, cineastas, políticos, filósofos y artistas de diferentes países que coincidieron en la capital francesa.
Sin embargo, cuando regresó a su ciudad, con su mujer, la artista francesa Paule Cazenave y su hija Lilí, consiguió un trabajo muy alejado del arte: ingresó a la Municipalidad, a la Oficina de Estadística y Archivo.
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Pero Berni siguió pintando y rápidamente logró realizar distintas presentaciones y exposiciones tanto en su ciudad natal como en Buenos Aires. Tres años después, en 1935, dejó Rosario definitivamente para instalarse en la capital del país.
“Soy un rosarino radicado en Buenos Aires y mi decisión se basó en las mayores posibilidades que me brindaba la Capital. Lo lamentable es que los intelectuales de Buenos Aires no miran generalmente más allá de la avenida General Paz, sino que se fijan en lo que ocurre en Londres, Paris, Nueva York. Por un lado es un hecho positivo por lo que entraña la asimilación de nuevos caminos de realización pero también lleva implícito el grave riesgo de la perdida de la identidad nacional”, decía Berni en la última entrevista realizada por La Capital el 30 de septiembre de 1981, quince días antes de su muerte.
Berni Infinito
A 120 años de su nacimiento y en el marco del tricentenario de la ciudad, se inauguró en el Museo Castagnino la muestra Berni Infinito, que reúne obras inéditas en Rosario y material de archivo, trazando el camino de Antonio Berni desde sus inicios hasta la consagración nacional e internacional como un creador comprometido y visionario. La muestra podrá visitarse hasta el 3 de agosto.
La exposición, curada por Cecilia Rabossi, reúne una destacada selección de más de 70 obras de Berni, abarcando diversos períodos de producción, con múltiples formatos y técnicas, incluyendo grabado, dibujo, pintura y fotografía, acompañado de material documental. Estas piezas pertenecen a colecciones públicas y privadas de todo el país, y ofrecen un recorrido integral por la riqueza y diversidad de su producción
La muestra recorre, además, sus obras más emblemáticas, entre las que se destacan Desocupados (1934), Juanito pescando (1962), Juanito tocando la flauta (1973), Ramona vive su vida (1963), La obsesión de la belleza (1976) y Contraste (1977).