El papa Francisco criticó hoy la corrupción y pidió abandonar “la cultura del egoísmo, del individualismo” para eliminar el hambre y la miseria y poner fin a las injusticias sociales, al visitar la favela Varginha, de Río de Janeiro, en el marco de su visita a la ciudad brasileña para comandar la Jornada Mundial de la Juventud.
“La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza”, advirtió el pontífice, en un discurso pronunciado ante unos 25.000 eufóricos fieles reunidos en una cancha de fútbol.
“Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo”, advirtió el pontífice, quien agregó que “no es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano”.
Francisco, quien durante su paseo por la barriada fue recibido en la casa de una familia local, destacó la generosidad del pueblo brasileño, “especialmente las personas más sencillas” que, a su juicio, “pueden dar al mundo una valiosa lección de solidaridad, una palabra a menudo olvidada u omitida, porque es incómoda”.
“Ya sé que, cuando alguien que necesita comer llama a su puerta, siempre encuentran ustedes un modo de compartir la comida; como dice el proverbio, siempre se puede 'añadir más agua a los frijoles'. Y lo hacen con amor, mostrando que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en el corazón”, enfatizó.
En su discurso, el papa alentó los programas sociales adoptados en Brasil, y que en la última década rescataron de la pobreza a unos 40 millones de personas, e hizo referencia al proyecto de la gobernación de Río de Janeiro de ocupar las favelas antes controladas por bandas de narcotraficantes. En ambos casos, dejó en claro que ello aún no es suficiente.
“Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para integrar todas las partes de su cuerpo, incluidas las que más sufren o están necesitadas, a través de la lucha contra el hambre y la miseria”, dijo, para advertir enseguida que “ningún esfuerzo de 'pacificación' será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma”.
“Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella. Recordémoslo siempre: sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza”, agregó.
En este sentido, exhortó a los que “tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social” a que “no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario”.
En su discurso, el pontífice también hizo una aparente alusión a las masivas protestas contra la corrupción y por mejores servicios públicos, que desde junio arrastraron a las calles a más de un millón de brasileños, al afirmar que los jóvenes “a menudo de sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés”.
“A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”, pidió el papa, quien también exhortó a que “no dejemos entrar en nuestro corazón la cultura de lo desechable”: “Somos hermanos, nadie es desechable”.
Durante su visita, el papa rezó en una pequeña capilla y recorrió las calles de la favela, metido entre la gente: besó a niños, saludó y bendijo a fieles, recibió regalos -entre ellos una bufanda con los colores de San Lorenzo- y pasó unos diez minutos en el hogar de una familia del lugar.
Luego, recibió la bienvenida de un joven habitante de la comunidad, Rangler Irineu, quien le pidió permiso para llamarlo “padre” y aseveró que la visita del papa a “los olvidados por la sociedad y por el poder público” hace de hoy “un día histórico, que dejará una huella eterna en nuestras vidas”.
Francisco aseveró por su parte que su visita a Varginha -la primera que hizo un papa a una favela de Río desde que Juan Pablo II estuvo en la comunidad de Vidigal, en 1980- es un símbolo de su deseo de “visitar todos los barrios de esta nación”.
“Habría querido llamar a cada puerta, decir 'buenos días', pedir un vaso de agua fresca, tomar un 'cafezinho' (cafezito) -no un vaso de 'cachaça' (la aguardiente local)-, hablar como amigo de la casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos... Pero Brasil, íes tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas”, lamentó. (DPA)