La medida afecta a sus principales socios comerciales y reaviva tensiones globales en un contexto de creciente proteccionismo.
Con el argumento de defender la industria nacional, Washington duplicó los aranceles a los metales industriales
La medida afecta a sus principales socios comerciales y reaviva tensiones globales en un contexto de creciente proteccionismo.
El 12 de marzo de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, implementó un incremento arancelario del 25% al 50% sobre las importaciones de acero y aluminio, con el objetivo declarado de proteger la industria siderúrgica nacional. Esta medida, representa una intensificación de la política proteccionista iniciada en su primer mandato y afecta a una amplia gama de sectores industriales que dependen de estos metales como insumos clave.
La decisión fue formalizada mediante una orden ejecutiva firmada el 10 de febrero y entró en vigor el 4 de junio. En ella, se eliminan todas las exenciones previas, incluyendo las aplicadas a países como Canadá, México, Brasil, Corea del Sur, la Unión Europea, Japón, Australia y el Reino Unido. Esta medida amplía significativamente el alcance de los aranceles, afectando a países aliados y socios comerciales tradicionales de Estados Unidos.
El impacto de estos aranceles es considerable. Según datos del Departamento de Comercio de EE.UU., en 2024, el país importó 26,2 millones de toneladas de productos de acero y 6 millones de toneladas de aluminio. Canadá fue el principal proveedor de aluminio, con exportaciones por 11.4 mil millones de dólares, mientras que Brasil y México fueron fuentes clave de acero.
La medida ha generado preocupación en diversos sectores industriales. Por ejemplo, la industria automotriz, que depende en gran medida del acero y aluminio importado, enfrenta aumentos de costos que podrían trasladarse al precio final de los vehículos. Además, sectores como la construcción, la fabricación de electrodomésticos y la producción de alimentos enlatados también se verán afectados por el encarecimiento de estos metales.
En respuesta a estas medidas, varios países han anunciado contramedidas. La Unión Europea, por ejemplo, ha señalado su intención de imponer aranceles a productos estadounidenses por un valor de 28.000 millones de dólares. Canadá también ha implementado tarifas adicionales sobre productos estadounidenses, incluyendo acero, aluminio, computadoras, equipos deportivos y productos de hierro fundido.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha advertido que el aumento de los aranceles podría tener efectos negativos sobre el comercio global, el consumo y la inversión. Su economista jefe, Álvaro Pereira, señaló que la economía estadounidense podría ser una de las más afectadas por estas medidas.
Desde el ámbito empresarial, se han reportado suspensiones de inversiones y temor por una posible caída en la demanda. Empresas proveedoras del sector siderúrgico han expresado su preocupación por el impacto de los aranceles en sus operaciones y en la competitividad de la industria estadounidense.
En el contexto de estas tensiones comerciales, la administración Trump también ha anunciado la posibilidad de aumentar los aranceles sobre vehículos importados, con el objetivo de incentivar la producción nacional. Esta medida ha generado reacciones mixtas en el mercado, con caídas en las acciones de fabricantes de automóviles extranjeros y un repunte en las de Tesla, que se beneficia de la producción nacional.
A la espera de nuevas definiciones por parte del gobierno estadounidense y de la respuesta concreta de los países afectados, el impacto de los aranceles sobre el acero y el aluminio se perfila como un punto de inflexión en las relaciones comerciales globales. En un contexto de desaceleración económica y tensiones geopolíticas, la política comercial de Washington vuelve a poner en discusión el equilibrio entre protección interna y apertura externa, y anticipa un segundo semestre marcado por mayores presiones sobre los flujos de inversión, producción e intercambio internacional.