Central debía ganar y no sólo no lo hizo, sino que bebió el sorbo más amargo que puede entregar el fútbol, el de la derrota. Atlético Mineiro fue demasiado equipo para este canalla que paseó por el Gigante vacío casi de una manera fantasmal y que terminó la noche sabiendo que sigue dependiendo de sí mismo, pero que para lograr la clasificación a los octavos de final de la Libertadores deberá ganar los dos partidos que le restan (con cuatro puntos le podría alcanzar, pero dependiendo de otros resultados).
Claro, mirar la parte de los números es obviar lo que tiene que ver con el juego en sí y es allí donde el canalla mostró sus verdaderas falencias. Y la bronca en el final del partido con ese gol de Paulinho fue porque la supremacía que estableció Mineiro había instalado la sensación de que el empate era un gran resultado. Pero las manos vacías es lo que verdaderamente duele, lo que mortifica y, hay que decirlo con todas las letras, lo que castiga. Porque la derrota por 1 a 0 fue un castigo frente a tanta apatía.
En medio de esta producción futbolística y sobre todo de este resultado no hay forma de no recordar el no haber podido ganar en Caracas. Porque si aquella vez hubiese sido triunfo hoy el canalla tendría los mismos puntos que Peñarol (venció 1-0 a Caracas). A Central le salió todo al revés. Porque en la Copa es clave ganar de local y esta vez el equipo no lo pudo hacer. La desmotivación del Gigante vacío puede esgrimirse como atenuante, pero jamás como excusa.
Fue sorpresa el 4-3-3 que puso en cancha Russo y a partir de esa decisión se explica en gran medida la superioridad que Mineiro le marcó al canalla en la primera etapa. Pudo resultar la apuesta si Central manejaba la pelota, pero como no lo hizo nunca, Mineiro le ensanchó la cancha lo que más pudo, lo que fue toda una complicación para el conjunto de Russo.
En la inmensidad del Gigante y sin un grito que despierte, el equipo rápidamente entró en estado de somnolencia. Scarpa por derecha siempre apareció libre y del otro lado Guilherme Arana era prácticamente un extremo, no porque quería, sino porque otra no le quedaba. Ortiz no daba abasto y con O’Connor y Jonatan Gómez muy cerrados, para Mineiro todo era una invitación. Al control, al manejo, a la generación y a la tranquilidad.
Ya a los 4’ Arana la inició por izquierda y Scarpa no la pudo definir por el otro lado. Dos minutos más tarde, tras un córner mal ejecutado por Jonatan Gómez, Mineiro pisó el acelerador y Fatu Broun tuvo que hacerse gigante tras el remate de Paulinho. A los pocos minutos ya era mucho más que un aviso. Porque Otavio la sacaba con claridad, Hulk jugaba de espaldas sin inconvenientes y así la superioridad visitante era cada vez más evidente.
Tan evidente que la tradujo en situaciones, como ese remate de Paulinho desde el borde del área que Broun sacó al córner con la punta de los dedos y como el tiro libre de Hulk, de más de 30 metros, que dio en el ángulo superior derecho de Fatura.
¿Y Central? Cada tanto intentó meter alguna contra por el lado de Campaz, pero era un equipo tibio, previsible, sin sorpresa ni potencia. Sólo dos veces había logrado meter la pelota dentro del área, pero ninguna de ellas con un mínimo de claridad. Todo eso fue lo que llevó al correcto pensamiento de que lo que había hecho Central antes de marcharse al descanso había sido un negocio extraordinario.
Lejos de buscar alguna variante, al menos desde lo táctico, Russo se la jugó con lo mismo y a decir verdad el nivel del equipo creció, pero unos pocos milímetros. La decisión a la hora de la marca fue otra, Ortiz salió a presionar un poco más arriba y con poquito el canalla pareció acomodarse. De hecho, la primera clara del complemento fue esa arremetida de Módica que terminó en los pies de Campaz y el remate del Bicho que se fue cerquita del palo derecho de Everson. Fue la primera chance clara de Central en el partido y, a la postre, la única.
Entonces, con una sola oportunidad, a Central no le quedaba otra que enamorarse cada vez más con el empate, más cuando Mineiro volvió a tomar las riendas y fue ese equipo ya no tan incisivo, pero sí protagonista.
Un remate de Scarpa apareciendo en soledad por derecha y un cabezazo de Vargas que terminó en las manos de Broun fueron un par de buenos tirones de oreja hacia un Central que sabía que le iba a costar ganar, pero que para sumar no debía descuidarse. Pero lo hizo. Porque en el minuto 41 del complemento llegó la estupenda combinación de Mineiro, que terminó con el centro de Santana desde la derecha y la definición de Paulinho.
Mazazo en un Gigante que nunca fue contención para el equipo y que en su inmensa soledad presenciaba el tropiezo de un equipo que preparó este partido para sumar de a tres, que se conformaba con uno y que terminó con los bolsillos agujereados, sin nada. Un golpazo que complica y obliga.