Ayelén, Soledad y Viviana avanzan a pie desde la antigua estación ferroviaria que le da nombre a la extensa barriada donde habitan 2.012 familias, Nuevo Alberdi. Van por una de las manos del bulevar Bouchard en dirección oeste, hacia la zona rural, para mostrar el potrero todavía embarrado por las últimas lluvias que a la altura de la calle Servellera, antes de cruzar el canal Ibarlucea, se convertirá en una cancha de fútbol de césped sintético, con una plaza y una glorieta para hacer ferias. El nuevo espacio público integra el paquete de siete obras que urbanizarán un perímetro de 170 hectáreas a través del Fondo para la Integración Socio Urbana (Fisu) de barrios populares, que gestiona la Nación en conjunto con gobiernos locales.
La de Nuevo Alberdi es la mayor intervención que lleva adelante la Secretaría de Integración Sociourbana de la Nación en Rosario –con iniciativas para el mejoramiento del hábitat también en Tablada, El Cañaveral y Cullen– y una de las más importantes de la Argentina junto con el barrio popular La Rubita en Resistencia (Chaco). La definición y priorización de los proyectos fue votada por los vecinos, entre las que se cuentan Ayelén, Soledad y Viviana. La calle donde caminan, flanqueada por zanjas, se romperá toda en un futuro cercano, al igual que las laterales, porque entre las obras más elegidas figura la red subterránea de agua. Se trata de un bien que siempre escaseó y faltó en ese territorio donde tampoco hay escuelas, farmacias ni supermercados.
Cruzando “la canchita de alambre”, el mayor predio común del barrio, se llega a la futura “plaza Comestible”, una lonja verde que transcurre por la calle J. J. Pérez desde Ciudadela hasta Baigorria. Habrá árboles frutales, plantas aromáticas y bancos cuyo diseño también fue decisión de los vecinos en base a tres prototipos, cuenta Soledad con energía. Esa planificación se produjo en pandemia, dentro de los hogares, en el marco de un mecanismo de participación que contó con el soporte técnico del Instituto de Gestión de Ciudades y la militancia territorial del partido Ciudad Futura.
Luego el concejal de esa fuerza Juan Monteverde explicará que la ley nacional Nº 27.543, de 2018, declaró sujetos a expropiación los lotes donde se asientan los barrios populares inscriptos en el registro denominado Renabap. La norma fue clave para resolver la cuestión de la propiedad de la tierra y en Nuevo Alberdi permitió poner fin al litigio con tenedores privados, que llevaba unos 15 años. Se abrieron así las puertas para la urbanización, con el marco de dos ordenanzas municipales votadas el año pasado para el ordenamiento urbano, ambiental y territorial. “En el plan especial canales Ibarlucea y Salvat se fijaron tres zonas: integración socio urbana, que es el polígono Renabap zona rural que le da derechos a los históricos habitantes; el área productiva y ambiental que es zona inundable, donde van a ir todos los proyectos productivos, y el área de desarrollo residencial”, cuenta Monteverde, además uno de los impulsores de la inédita transformación.
Las vecinas no dan abasto a la hora de aportar detalles del proceso que cambiará por completo la fisonomía del lugar, integrándolo a la ciudad, la cual a su vez se expande en ese movimiento. Los relatos de las privaciones de servicios básicos se mezclan con la esperanza de una vida mejor; a veces la vista se nubla o requiebra la voz. La emoción no solo proviene de recuerdos agrios sino de haber tomado definiciones concretas en relación a la urbanización, desde el diagnóstico y el planeamiento comunitario al diseño de los proyectos de las obras, cuya ejecución estará a cargo de la Municipalidad.
La infraestructura financiada por el Fisu, además de la cancha de césped sintético, la plaza Comestible y el servicio de aguas, incluye un parque junto a la estación de trenes, que una vez reciclada albergará una universidad popular; la escuela Ética –hoy secundaria para adultos y jardín de infantes– y la red de saneamiento. En la actualidad se realizan otros trabajos que también mejoran la calidad de vida en el barrio, como pavimentos e instalación de wifi libre (a cargo de la provincia) y regularización de cañerías de aguas.
nuevo alberdi, parque de la estación
En el actual ingreso al barrio se creará es el Parque de la Estación, donde funcionará la universidad popular en articulación con la UNR
Foto: gentileza Ciudad Futura
La sede de la escuela Ética de Somoza 3075, fundada por Ciudad Futura originalmente en zona rural, se amplía en una locación cercana que fue posible adquirir con dinero donado pocos años antes de morir por la escritora Hebe Uhart (que a su vez lo había obtenido de un premio literario internacional). Allí arranca en julio la primera cursada de la universidad popular, donde se estudiará emergentología en articulación con la UNR. Como ese terreno es lo suficientemente grande, la idea es que el ingreso se monte una oficina para coordinar las múltiples acciones de los distintos actores públicos y privados que intervienen en la urbanización, la cual llevará años.
Paso a paso
“El primer paso fue el censo”, recuerda Lorena, otra vecina que se suma a la conversación desde la zona rural, sobre la inclusión en el Renabap. Claro que ese paso fue trascendente porque habilitó al 98 por ciento del barrio a cruzar un mundo: con el certificado de vivienda en mano evitan los desalojos y ganan una ubicación en el mapa. “Al tener una manzana destinada empezamos a existir, a ser parte de la ciudadanía de Rosario. A dos meses del censo aparecimos en el GPS. Fue lo mejor que nos pasó”, dice la joven de 30 años sin dudas. Mamá de una nena de 13, a la que acompaña todos los días 25 cuadras a la parada del colectivo que la lleva a la secundaria, tiene un merendero en la casa que ahora es un punto situado en la cartografía, trabaja con vecinas en violencia de género y a la noche estudia en el Eempa que funciona en la escuela Ética.
“Después del censo formamos duplas territoriales: íbamos dos compañeros casa por casa a llevarles tareas a los vecinos”, sigue Ayelén la línea de tiempo. “Les mostrábamos en un mapa cómo vivían y les preguntábamos cómo se imaginaban el futuro. La gente fue participando, en talleres familiares proponían lo que querían y lo que necesitaban. No podíamos ir a asambleas presenciales y las hacíamos virtuales, ahora que ya se definieron los proyectos nos dividimos las tareas. Tenemos siete grupos por áreas, por ejemplo Lorena está en electrificación y yo en patrulla urbana”, explica y define su responsabilidad en el monitoreo de los trabajos: “Cada vez que venga alguien de obras públicas iremos con un mapa marcado a ver si están haciendo lo que se comprometieron a hacer”.
nuevo alberdi
Esta imagen 3D muestra cómo se verá la plaza con cancha de césped sintético y pérgola para hacer ferias, una de las siete obras tempranas que urbanizarán el barrio
Foto: gentileza Ciudad Futura
A la joven madre, también treintañera, se le anuda la garganta cuando recuerda su niñez en la zona rural (“Fue una infancia de no tener nada, ni siquiera agua” ), pero advierte con fiereza que hoy no necesitan que nadie hable por ellos, los vecinos. “Ahora hablamos nosotros”, asegura e insiste que la urbanización “es un golazo”. En ese sentido, Ayelén da ejemplos concretos: “Vamos a abrir una canilla y va a salir agua; no tendremos que caminar con bolsas de nylon en las zapatillas para ir a esperar el colectivo que nos lleva a la escuela o a la plaza, porque acá no tenemos ninguna de las dos cosas”.
Otra novedad que revitalizará la zona es un enorme parque huerta de 4,4 hectáreas, proyecto que surgió tras el intento de desalojo de un grupo de habitantes de la llamada manzana 33. Entre ellos se encuentra Soledad, quien llegó a Nuevo Alberdi hace pocos años desde Empalme Graneros tras comprar un terreno al costado del canal. Allí levanta paredes de material alrededor del ranchito de chapas donde vive con sus hijas y en plena pandemia montó una copa de leche junto a sus vecinas Viviana y Jesica. Atrás quedó la angustia que sintió el año pasado cuando la quisieron desalojar y conoció a Ayelén, que le explicó no podían hacerlo porque contaba con un certificado de vivienda y una ley nacional la avalaba. Hoy es una defensora de la urbanización, de la que es participante y beneficiaria. “Los proyectos no vinieron desde una oficina, los hicimos nosotros”, advierte esta mujer menuda de 34 años.
“El lugar donde vivimos no existía al punto tal que nos llamaban ‘los del campo’. Somos 40 familias atrás de los yuyos. Nos querían mandar la topadora pero al final se pudo firmar un convenio con la Municipalidad (que incluye cesión de tierras por parte de una empresa privada) y nuestro sector va a mejorar”, se entusiasma Soledad con una sonrisa radiante bajo el sol del mediodía.