El personal calificado egresado de las ingenierías, tecnologías y otras ciencias duras, continúa desde al menos las últimas dos décadas sin satisfacer la demanda del mercado laboral y profesional argentino y sin revertir la actual la relación social, que aún sitúa a un profesional cada 7.500 ciudadanos en el país, cuando en naciones desarrolladas la proporción es uno cada 2.500 habitantes.
El discurso reiterado “se necesitan ingenieros”, que hoy invade el escenario educativo, económico y laboral argentino, se estrella contra una realidad en la que por un lado funcionarios académicos y especialistas debaten sobre el mejoramiento de la formación de los egresados y la búsqueda del incremento de la matrícula, y por otro las conclusiones no se concretan en políticas específicas de planificación para el sector.
Por otro lado, el cambio del modelo socioeconómico luego de la crisis de 2001 y el auge de las carreras de sistemas, la reanimación de la enseñanza técnica y el fomento del personal calificado no logró frenar la fuerte deserción de los estudiantes de esas carreras, que abandonan en los últimos años tentados con una inserción segura al mercado laboral y atractivos sueldos.
Tres mil por año. El decano de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Buenos Aires, Guillermo Oliveto, señaló que “las facultades del país producen tres mil ingenieros por año y el país necesita diez mil profesionales”.
Además precisó que “en Argentina hay un ingeniero por tres psicólogos”, tanto entre los estudiantes como en los graduados, y sostuvo que “en el sudeste asiático la proporción es a la inversa”, ya que opinó que “es cuestión de tomar decisiones políticas no tan gratuitas para quienes lo hacen”.
En el cónclave de “La formación de ingenieros, un debate que nos incluye a todos”, en el que participaron entre otros miembros del Consejo Federal de Decanos de Ingeniería (Confedi), del ex Consejo Nacional de Educación Tecnológica (Conet) y ex funcionarios educativos, se acercaron propuestas con el objetivo de incrementar la cantidad y calidad de los profesionales formados en el país.
Carlos D`Amico, presidente saliente del Confedi, realizó un breve panorama de la situación. Señaló, entre otras cosas, que en la Argentina hay un ingeniero cada 7.400 habitantes cuando en los países desarrollados hay un ingeniero por cada 2.500 ciudadanos. “La Universidad debe acercarse a los estudiantes que tienen más del 80% de la carrera y no registran actividad en el último año y ver cómo se los puede ayudar para que se gradúen”, dijo en relación a la crónica deserción y temprana captación al mercado laboral de los alumnos avanzados.
En los años 90, en plena ruptura del modelo de enseñanza técnica, de producción nacional de personal calificado y de insumos y productos para la industria -con la llegada de internet y las carreras de informática y sistemas- se discutía casi en el éter respecto a la planificación del país sobre la cantidad de profesionales y especialidades que necesitaba.
Por entonces, se crearon los primeros Centros de Planificación Regional, órganos que nuclean a gobiernos provinciales, universidades y sectores productivos, con el cometido de analizar las demandas y el perfil de formación de egresados del país y su relación con el sector productivo y laboral.
El debate estuvo salpicado por diversos señalamientos, entre otros, según sostuvieron algunos “teñidos por prejuicios”, respecto a la necesidad de dejar en libertad casi absoluta la demanda estudiantil de carreras y formación, de no direccionar la oferta ni alentar ni tampoco desalentar una determinada profesión.
Más tarde, con la llegada de las nuevas universidades del conurbano a fines de los años 90 se abrieron más carreras, mayormente de ciencias sociales y humanas, con el caballito de batalla de ciencias de la comunicación y periodismo, con algunas propuestas en ciencias económicas, economía y matemática, como en las universidades nacionales de La Matanza, General Sarmiento y San Martín.
Hoy, entre las nuevas casas de altos estudios públicas, las ciencias duras, de la salud y productivas están presentes mayormente en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, de Florencio Varela, mientras otras reiteran la formación de teóricos de la comunicación y las hay algunas que no tienen aprobado el dictado de algunas carreras.
Juan Carlos Pugliese, ex secretario de Políticas Universitarias del ministerio de Educación de las gestiones de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner, se refirió a la necesaria relación entre Estado, universidad y sociedad.
“La implicación entre la forma de Estado y el desarrollo de un país está estrechamente relacionada con el modelo universitario que tiene”, y entre otros ejemplos menciono la aparición de la Universidad Obrera Nacional durante el peronismo, y la creación de instituciones fundamentales como el Conicet, el Inti, y el Inta durante el llamado “modelo desarrollista”.
Para Pugliese, el desafío actual es “es transformar el crecimiento que está teniendo la Argentina en desarrollo”.
En resumen, para los académicos es necesaria una concertación entre el Estado, que establece cuáles son las necesidades que tiene, y la universidad, que determina las formas de satisfacer esas demandas.