Señor presidente, al escribir esta carta voy a tratar de respetar únicamente su investidura como primer magistrado de la Nación, pero no ahorraré ninguna palabra que pueda ofender a la caterva de inútiles que lo rodea en su horrible gestión de gobierno y algunos acólitos partidarios en el Congreso. Estamos hartos de que todos los días nos levante el dedo índice acusador, que enrojezca de ira, que nos llame imbéciles, golpistas, envenenadores, miserables, y grite desaforadamente creyendo con eso que marca autoridad y ejemplaridad. Después de lo que dijo de su mandante en varios años y finalmente se arrodilló ante ella para convertirse en su leal súbdito, ¿usted quién se cree que es? Usted no tiene actitud moral para regañar a nadie ni aptitud para creerse un estadista. Desde el 10 de diciembre de 2019 que estamos soportando a un jefe de ministros insolente, bravucón, petimetre, que llegó a la política por portación de apellido pero con menos cintura que una foca. Todo lo que dice sobre las cifras y los muertos durante la pandemia son propias de los nazis que llevaban las cuentas en los campos de concentración del Holocausto (mis cuatro abuelos y otros familiares fueron asesinados en las marchas por los bosques de Vilna). Este personaje, junto a la ministra de Salud, su viceministro, el gobernador de Buenos Aires, varios de sus ministros, el cultivador de perejil que ahora es canciller, son una cofradía de imbéciles (RAE: poco inteligentes). A esto habría que agregar que son mendaces, estafadores de ilusiones, jamás reconocieron un error, que han llevado a la Nación a los últimos escalones del sótano negro donde pretenden meternos, mientras ellos disfrutan de las mieles de la corrupción y el poder. Han politizado la vacunación en forma tan sectaria que el matancero Fernando le agradece a usted, presidente, que lo haya vacunado y en el video no le besa el trasero porque había otro haciéndolo. El acto de homenaje a los muertos por la pandemia sin la presencia de un familiar de las víctimas fue tan repudiable e hipócrita que merecía que usted pida perdón al pueblo todo. Su procurador general es un gran antisemita al rechazar ser querellante en el caso Amia/Embajada diciendo que son los propios judíos que no quieren conocer la verdad: victimizó a los 103 muertos, a Nisman (Z’L) y ofendió a toda la judería. El filósofo griego Sófocles dijo: “Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo”.