No tuvo ese oficio que solía mostrar. Ni la luz que lo hacía brillar. Pero con poco Central dejó su huella en esta ciudad. Y terminó llevándose lo más esperanzador que tiene un partido: el triunfo. Una victoria tan apretada como urgida cuando el final golpeaba la puerta tras una mala presentación de los canallas, que a su vez también podrían haber puesto la otra mejilla. No obstante, los tres puntos bajo el brazo le permitirán al cuerpo técnico, plantel y dirigencia tomar una buena bocanada de oxígeno luego de días agitados, aunque una golondrina no hace el verano.
La particular semana lo posicionó de otra manera a la hora de encarar al cervecero. Ganar era como un decreto de necesidad y urgencia para este Central que inició el año de la manera menos deseada. Perdiendo en el reinicio en el Gigante y ofrendando casi un papelón en cancha entre Teo y Ruben, que terminó con la salida del primer equipo del colombiano.
Anoche mostró enjundia mientras se terminaba de acomodar en el escenario principal. También algo de fuerza grupal. Destellaba señales de optimismo. Pero se mancó de manera ortodoxa ante un local que también tiene sus miserias desde la faz deportiva. Y que hizo poco en la primera mitad. Tan escaso como lo que ofrendó el canalla en líneas generales.
El juego asociado sigue siendo la gran materia pendiente de esta versión auriazul, que por ahora no es más que un conjunto de nombres desparramados en zonas definidas. Por más que haya inyectado en algunos pasajes una dosis de dinámica, la realidad marca que no termina de ensamblar ni mucho menos plasmar una propuesta interesante. Es prácticamente inofensivo.
Tanto es así que ayer le hizo fácil la jornada al arquero Rigamonti. Y así para un equipo con firmes intenciones y fuerte necesidad de obtener un triunfo es imposible edificar un horizonte próspero. Con buena voluntad no alcanza. Además los canallas no están para seguir haciendo beneficiencia. Porque lo pagarán caro en un futuro, sin deseos de predecir una nueva apocalipsis.
El primer foco atractivo que mostró Central fue una joyita de Pachi Carrizo a los 66' que terminó haciendo lucir al arquero local y lamentando a todos los centralistas por la gran chance que tuvieron para abrir el marcador. Porque antes, lo único potable fue una intervención del Ruso Rodríguez antes de ir al descanso. En realidad le ahogó el grito sagrado a Andrada.Mientras que a la hora de hacer un repaso de lo exhibido en los 90, Quilmes tuvo la victoria a un tris, pero el Ruso Rodríguez marcó presencia y dejó sin nada a Da Campo y Benegas en una doble acción.
Si bien la intensidad era el común denominador en la fase final, lo cierto es que ni el ingreso de Camacho y ni el "indulto" a Teo Gutiérrez podían contrarrestar la mediocridad que mostraba el equipo a fin de cuentas. Un conjunto que por momentos exhibía buenas intenciones pero no podía marcar la diferencia.
El empate parecía una fija. Lo más justo si se quería. Pero a los 44 minutos llegó lo impensado. Gustavo Colman lanzó un tiro de esquina perfecto y el uruguayo Washington Camacho metió un cabezazo salvador para Montero y compañía, que sorprendió hasta a los propios auriazules.
No caben dudas de que volvió a hacer poco. La gran diferencia es que se volvió a nuestra ciudad con la panza llena y el corazón contento, fruto de un triunfo por demás de necesitado luego de vivir una semana muy particular.
