La pandemia que acosa al planeta vino a cambiar algunos paradigmas que en este mundo globalizado ya casi estaban fuera de discusión. El presidente francés, el conservador Emmanuel Macron, tras reconocer que su país afronta la peor crisis sanitaria en un siglo, produjo una frase que sorprendió a algunos de sus socios europeos. “Lo que ya ha revelado esta pandemia –dijo Macron– es que la sanidad gratuita, sin condiciones de ingresos, de profesión y nuestro Estado del bienestar no son costos o cargas, sino bienes preciosos, unas ventajas indispensables. Este tipo de bienes y servicios –agregó– tienen que estar fuera de las leyes del mercado”.
Macron venía impulsado en Francia una serie de reformas liberales al sistema laboral y de jubilaciones que encontraron mucha resistencia en la población, e incluso originó la formación de grupos heterogéneos que luego derivaron hacia la ultraderecha, como el caso de los “chalecos amarillos”. Pero a la hora de comprender la gravedad sanitaria de país tuvo la visión política de poner aparte las teorías económicas que considera aplicables en Francia para, con visión de estadista, producir una definición y acción que no dejó de sorprender.
Otra estadista, ya desafortunadamente casi al fin de su carrera política, la también conservadora canciller alemana Angela Merkel, dijo que su país enfrenta el mayor desafío desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando quedó prácticamente destruido.
Alemania es el motor económico de Europa, aplica una economía de mercado que le produjo en 2019 (por tercer año consecutivo) un superávit fiscal récord de 13.500 millones de euros. Los inmensos recursos que destina a la salud pública también están fuera de las leyes de mercado y por eso supera ampliamente en capacidad de camas y asistencia sanitaria a sus socios europeos. Esta es tal vez la causa por la que Alemania cuenta con un muy bajo índice de mortalidad en sus casos de coronavirus si se lo compara con China, Italia o España. Los especialistas de la Organización Mundial de la Salud aún no le encuentran explicación a ese fenómeno. Tal vez tendrá que ver la calidad de los dirigentes. Hay que recordar que Italia, ya con más muertos que China, tuvo en las últimas décadas a un personaje impresentable como Silvio de Berlusconi como primer ministro en tres ocasiones. Además, el avance de la ultraderecha xenófoba de la Liga del Norte, una formación neofascista, llegó a formar parte de la coalición de gobierno hasta el año pasado. Son datos a tener en cuenta.
En la Argentina, lejos de la capacidad económica de los europeos para enfrentar la pandemia, se está dando un fenómeno particular: la revalorización del Estado, no importa quién lo conduzca, a la hora de asistir a los ciudadanos en dificultades. En la situación que se observa con mayor claridad ese fenómeno es en la habitualmente vapuleada Aerolíneas Argentinas, que está organizando la repatriación de miles de compatriotas que han quedado varados por el mundo. El costo de esa operación es sin duda financiado por los impuestos de todos los argentinos, pero con seguridad ninguna compañía aérea privada hubiese perdido un solo dólar en esa tarea humanitaria.
Aerolíneas, la compañía de bandera nacional, está volando con tripulaciones voluntarias que arriesgan su salud al traer al país, en cada vuelo, a un promedio de doscientos pasajeros, algunos de los cuales seguramente están infectados por el virus. Los diálogos entre el personal de la tripulación y los pasajeros se encuentran disponibles en todas las redes sociales y son verdaderamente emocionantes.
Todo esto no significa que Aerolíneas no haya sido pésimamente manejada durante décadas por el Estado, pero también por los privados cuando fue vendida a grupos empresarios extranjeros que casi la vacían y destruyen. Que la maneje el Estado no es garantía que sea una compañía eficiente, pero eso es responsabilidad de los gobernantes de turno.
Sin embargo, en esta coyuntura, el Estado y la empresa aérea de bandera argentina demuestran, como lo entendieron Macron y Merkel, que no todas las situaciones en la vida deben regirse por las leyes del mercado.