El 21 de mayo de 1950 es una fecha que debe enmarcarse en los hitos del deporte argentino. Una jornada histórica, sin dudas. El día que el más grande piloto argentino de todos los tiempos, el mejor de la historia al decir de muchos especialistas y colegas de diferentes épocas, el Chueco Fangio, ganaba su primera carrera en la naciente Fórmula 1.
Al comando de un Alfa Romeo, Juan Manuel Fangio vencía en la 2ª carrera de la máxima categoría y no podía ser en ningún otro lugar que en las calles de Montecarlo. La leyenda ya había comenzado antes, en las primeras incursiones en Europa del año anterior, pero fue ahí cuando confirmó lo que todos decían de él. El hecho es por todos conocido. Lo que no muchos tienen en cuenta a la hora de los recordatorios fue lo que pasó casi exactamente cuatro meses antes, cuando el Chueco se pegaba un palo insólito nada menos que acá a la vuelta, en Rosario, en el parque Independencia, frente a la cancha de Newell’s.
Un error de principiante que él mismo reconocería ese día, que hablaba también de su grandeza y de esa frase que lo inmortalizó: “Siempre hay que tratar de ser el mejor, pero no creerse el mejor”. Fue la época cuando los autos de lo que serían la Fórmula 1, sí, la Fórmula 1, corrían por la ciudad.
La pre Fórmula 1 en el parque Independencia
La Fórmula Uno no se creó de un día para el otro. Grandes Premios ya hubo antes de 1950 pero nunca organizados en formato de campeonato. Después de la Segunda Guerra Mundial y a medida que se iba reconstruyendo todo el desastre, el automovilismo se fue recuperando y en Argentina lo hizo con fuerza.
Fue impulsado por el gobierno de Juan Domingo Perón, que vio en esta actividad la forma de promocionar la industria nacional incipiente, a tal punto que los mejores pilotos y autos del mundo llegaron al país para hacer cinco temporadas de verano, algo que nunca antes se había hecho ni se repetiría. Y cuatro de ellas se realizaron en el mismo parque Independencia de Rosario, acorde a los circuitos europeos que combinaban asfalto y árboles en cantidad. Peligrosos, por supuesto.
De 1947 a 1950 unas cien mil personas según los documentos de la época se agolparon en ese dibujo que tenía la recta principal y los boxes en bulevar Oroño, que bordeaba el Monumento al General Belgrano, el estadio rojinegro, el zoológico, el museo, el laguito y parte del hipódromo. Las multitudes superaban incluso a las carreras de Retiro, Palermo, la Costanera o Mar del Plata y sin dudas las medidas de seguridad no alcanzaban para evitar las muertes habituales, tanto de pilotos como de espectadores.
Era un costo inconscientemente aceptado. De hecho dos corredores fallecieron en Rosario, ambos en ese primer gran premio: Emilio Meneghetti el viernes y Edison Hortal el sábado, ambos tras despistarse y chocar contra un árbol. Y hasta dos grandes como Oscar Gálvez o Fangio la pasaron mal.
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Del Aguilucho la leyenda decía que en el 49, luego de ser el primer argentino en vencer a los consagrados europeos en Palermo, se había caído directamente al laguito, pero la crónica de La Capital refirió que una mala maniobra suya casi lo sumerge pero que no cayó. De hecho, siguió y fue 7º. Fue la carrera que ganó Giuseppe Farina, con la Ferrari 2000, la primera del Cavallino fuera de Europa, la 2ª de su historia en esos GP que eran la pre F-1. Ese 13 de febrero, el Chueco se accidentó tras la largada con Clemar Bucci y Adriano Malusardi.
El doctor Farina y los antecedentes
Rosario no sólo hizo historia en el Parque por ese triunfo en manos del doctor Farina, quien al año siguiente se convertiría en el primer campeón de la Fórmula Uno, sino que la primera edición de 1947 fue la primera carrera internacional con los grandes de Grand Prix y del mismo Fangio. Aunque, antes, el 23 de agosto de 1936 se corrió por primera vez en la zona del laguito ya con máquinas de Gran Prix.
Después de vencer en Retiro con un auto Chevrolet de la mecánica nacional, fue habilitado a correr en la élite en la carrera siguiente de la temporada, después de ganar el sábado en el asfalto local en la categoría Fuerza Libre. Y con ese auto bautizado La Negrita, que no podía competirle a los poderosos, salió sexto. Ganó quien sería su amigo y gran ayuda en su entrada a Europa, el italiano Achille Varzi.
Curiosamente también fue la única vez que llegó Fangio a la meta en la ciudad. Claro que en el 48 y en esa edición del 50 pudo ganar. En la primera de ellas, Gordini le ofreció correr en el Simca, su primer auto de Gran Prix, y deslumbró. Cuando iba ganando junto a su compañero, el campeón europeo Jean-Pierre Wimille, cerca del final se fisuró el block.
El mismo francés, esa noche en la cena de honor, dijo algo premonitorio ante los comensales: “Yo conozco un futuro campeón en el automovilismo. Ustedes lo tienen en este país: Fangio”. El galo se mataría en la primera carrera de la temporada siguiente en Palermo. El Chueco cumplió la premonición.
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Después de dos carreras sin mayor suceso en 1948 en Europa siempre con Simca, Fangio gana en febrero del 49, después del accidente en la largada de Rosario, la primera y única carrera de las temporadas internacionales en el país, en Mar del Plata, y ahí sí comienza a alumbrar la estrella del Chueco. Se va a Europa y tanto gana con la misma Maserati que lo hizo en La Feliz, como con el Simca Gordini francés y hasta con una Ferrari, nada menos que en Monza y ante los italianos.
Los mismos que engalanaban la temporada argentina, como Farina, Luigi Villoresi o Alberto Ascari. Fueron 6 victorias (San Remo, Pau, Perpignan, Marsella, Monza y Albi) que lo situaron en un lugar de privilegio, regresando al país con el aura que Wimille predijo.
Llamativamente, aún corriendo con la Ferrari que el gobierno argentino le había comprado para Monza, Fangio no ganaría ninguna de las cuatro carreras consecutivas de la temporada argentina de 1950. En Palermo, que abrió y cerró, vencerían Ascari y Villoresi. Repetiría el campeón mundial 52 y 53 en Mar del Plata y en Rosario, que sería de nuevo para Gigi Villoresi, ahí sí Fangio debió vencer pero cometió un error insólito cuando le llevaba 26 segundos al italiano.
El insólito accidente de Fangio frente a Newell's
Fangio venía de tener un feo accidente en Mar del Plata con Villoresi. Y corriendo por Cochabamba (Intendente Morcillo) antes de llegar a Pueyrredón (hoy avenida Centenario de Newell’s Old Boys), hizo un nuevo intento por sacarle una vuelta a Felice Bonetto. Al llegar a la rotonda, el italiano le cierra el paso pero el Chueco dobla mal, hace varios trompos y su carrera termina contra una columna de alumbrado en el giro 17 de 50.
El público invade, el mismo balcarceño los calma y vuelve al box donde se sincera ante una pregunta periodística que reflejará la revista El Gráfico. “Lo seguí en toda la vuelta del lago y no me daba paso. Y al llegar a esa curva pensé que aflojaría, pero no fue así y no tuve lugar para adelantarme. Allí pegué con todos los fardos y ¡qué sé yo todo lo que pasó!”. El periodista le refiere que llevaba 26 segundos y Fangio contesta. “¡26 segundos! Pero, ¿por qué me enojé? Tenía muchos lugares para pasarlo, aquí o allá. Qué barbaridad. ¿Por qué me enojé?”.
Después del enojo, del error reconocido, Fangio regresó a Europa para edificar su fama y su mito. Ese 22 de enero sería la última carrera de autos de F-1 en el parque Independencia. ¿Quién lo hubiera dicho?