“Cuando me levanté, no recuerdo la hora, me enteré por televisión que lo habían matado a
Pimpi. Y era clavado que nos iban a echar la culpa a nosotros. Todos saben que teníamos problemas
con él a raíz de una pelea en un boliche hace tres o cuatro años”. Así se expresó René Ungaro
cuando lo indagaron por el crimen del ex jefe de la hinchada de Newell’s, Roberto Camino. Lo
dijo para desligarse, pero esa antigua rivalidad a la que refirió se convirtió en uno de los
argumentos del juez de Instrucción Javier Beltramone para procesarlo por los cinco tiros que
mataron al barrabrava.
Esa pelea ocurrida en 2007 en el bar Tokio, de la cual Pimpi salió con
dos balazos en el abdomen que lo complicaron hasta los últimos días de su vida, fue sólo uno de los
elementos que el magistrado consideró para procesar al joven de 23 años como coautor de un
homicidio anclado en viejos rencores. Junto a él fue enviado a juicio Carlos Alberto Godoy, de 24
años, de sobrenombre Betito y muy cercano al actual conductor de la hinchada, Diego Panadero Ochoa.
Un tercer muchacho, Emanuel Suárez, de 23, fue procesado como partícipe. La resolución fue apelada
esta semana y ahora será revisada por la Cámara Penal.
Esa madrugada. La medida no se sustentó en pruebas directas sino en numerosos indicios que,
entrelazados, formaron una suerte de telaraña en la que quedaron prendidos los acusados. De aquella
vieja disputa en el bar no sólo quedaron las heridas en el cuerpo de Camino sino comentarios que
apuntaban a los Ungaro. De ello dio cuenta Jonathan Camino, conocido como Chamí, un hijo de la
víctima que está preso por el crimen a tiros de Sebastián Galimany en enero de 2009.
“Mi viejo me dijo que la vez que le pegaron esos tiros en la
panza, en la esquina de un bar, los autores de los disparos habían sido René Ungaro y su hermano
Chapita”, contó el adolescente cuando el crimen de Pimpi aún era un enigma. Chapita es el
mayor de los Ungaro —Lelio, de 31 años— quien obtuvo la falta de mérito aunque aparece
ligado a amenazas.
En el expediente se investigó qué hicieron la noche del 19 de marzo los
principales acusados, algo que —en parte— el propio René relató. Esa madrugada René,
Betito y otro amigo fueron al boliche Bonita, de Santa Fe e Iriondo. En el camino pasaron frente al
bar Ezeiza, de Servando Bayo al 1400, donde trasnochaban Pimpi y los suyos. Alguien les había
pasado el dato de que allí estaba el ex líder de la barra rojinegra.
Según la acusación, a las tres horas volvieron al bar con un tercer
acompañante. Se detuvieron en la esquina, uno de ellos bajó del auto y acribilló a Camino cuando
salió a hablar por teléfono a la vereda. Un dato que apuntaló esta reconstrucción fueron los
entrecruzamientos de llamadas a partir de listados de la empresa Nextel. Los números de los
sospechosos se obtuvieron del celular de una chica que estuvo en el boliche con el grupo e
intercambió un par de llamados con René.
Media hora de silencio. De ese cruce se desprende que “en el horario cercano al homicidio,
entre las 5 y las 5.30, no hay ninguna comunicación entre ambos (por René y Betito). Es más, no
hablan con nadie. Esto da una representación de que seguían juntos y de haberse generado una espera
en silencio, ya sobre la esquina del bar”. En cambio, a partir de las 5:56 el celular de René
se pone en actividad: lo llamó 25 veces en una hora a su hermano Lelio.
“La desesperación, no otra lectura admite la realización de 25
llamadas no contestadas a su hermano mayor. En el horario directo posterior al homicidio, luego de
haber dado muerte, buscando protección, buscando una coartada”, apuntó el juez.
Otro dato llamativo de esas intervenciones telefónicas es que a sólo
minutos de la ejecución de Camino, Betito se comunicó cinco veces con el Panadero Ochoa. No es la
única mención al actual líder de la barra en la causa. Un animador de boliches y cantante de covers
que afirmó conocer a los Ungaro de la movida de la noche dijo que en una ocasión cruzó a los
hermanos y a Ochoa en el cantobar Zoe, de Santa Fe y Presidente Roca. “Que el Pimpi se deje
de romper los huevos porque lo voy a dar vuelta en cualquier momento”, le escuchó decir a
René. El mismo testigo contó algo que tiempo después expresó Betito en un boliche de Pueblo Esther:
“Danos unos champán a nosotros también que la barra es nuestra. Ya lo matamos a Pimpi, no se
hagan matar ustedes también”.
Sobre todo esto debió responder Ochoa, aunque como no pesa sobre él una
acusación directa prestó declaración informativa. Eso implica una leve sospecha. Fue tras la
detención de los Ungaro, el 25 de mayo pasado. Entonces admitió conocerlos de “la noche y los
boliches”. “De la muerte de Camino me enteré por llamados a mi teléfono. Habrá sido a
primera hora de la mañana, 6.30 o 7, no recuerdo bien”, dijo Ochoa. Enseguida le preguntaron
si tenía problemas con Pimpi : “Problema personal nunca. Nunca ha sido mi amigo tampoco. Me
he manejado desde que asumió la dirigencia actual, pero nunca he tenido problemas con ellos”.
Cuando al fin lo interrogaron por los insistentes llamados de Betito
Godoy a minutos del crimen, Ochoa dijo que él lo atendió mientras dormía en su casa: “Sí,
hablé, él me llamó. Lo noté muy nervioso, pero yo estaba durmiendo. Creí que estaba de joda o
borracho y no le di importancia”. Para el juez, sin embargo, el dato de esas conversaciones
es clave para situar a Betito en la escena del homicidio, y fue otro de los indicios con los que
cerró la acusación.
“Me están siguiendo. Me están buscando. La policía me quiere matar. Solamente te pido que
cuides a la nena”, le dijo Pimpi a su pareja un día antes de su final. Creía que la policía
lo seguía e incluso fue a pedir explicaciones por eso a la Dirección de Drogas Peligrosas de la
provincia. Le respondieron que no lo estaban investigando en ninguna causa.