Los investigadores de la fiscalía de la inquietante desaparición de Cristian Enrique, ausente hace dos semanas de todos los lugares que frecuentaba, no pueden dar por sentado que el muchacho de 22 años haya sido víctima de un secuestro. Ese planteo deviene de la denuncia de la familia del joven que aseguró que vieron cómo el 23 de octubre se lo llevaban de manera forzosa en una auto cuatro personas de los cuales uno tenía insignias policiales de la PDI.
Lo que saben con certeza hasta ahora los encargados de la pesquisa es que el joven en cuestión fue uno de los que participó activamente del violento secuestro de Colian Miguel, comerciante de la comunidad gitana, y que el día de su desaparición es el posterior a la detención de siete personas en Cabín 9, algunas integrantes de su familia, por ese episodio delictivo. Y que los testimonios aportados por la familia del muchacho están plagados de omisiones y mentiras que oscurecen esta enredada trama.
Los comentarios de la familia de Cristian situaron en el centro de las sospechas a personal de la Policía de Investigaciones (PDI) que fueron, precisamente, quienes trabajaron en las detenciones de los secuestradores de Miguel, dueño de una agencia de compraventa de vehículos que el 3 de septiembre pasado estuvo cautivo cuatro horas hasta que sus familiares pagaron un rescate que, se dice extraoficialmente, fueron 100 mil dólares.
Dos testigos indican que Cristian fue secuestrado a cien metros de su casa en Cabín 9 de Pérez. Una es la novia del joven, Yanina C., que indicó que no le permitieron bajar del auto de su pareja mientras se lo llevaban. Otro es un vecino llamado Walter K. que aseguró que uno de los captores tenía puesto un chaleco que decía PDI con letras blancas y rojas.
A partir de eso el jueves pasado el fiscal Matías Edery envío a agentes de Prefectura con oficios para incautar elementos de las tres oficinas de la PDI. No fue formalmente un allanamiento sino una medida para requerir libros de entradas y salidas, con el fin de determinar quiénes fueron los efectivos que participaron el 22 de octubre de las detenciones de la banda de Cabín 9 y quiénes trabajaron al día siguiente. También se llevaron los contenidos de las cámaras de vigilancia del lugar y documentación sobre los autos que utiliza el personal más los vehículos no nominables utilizados para acciones de inteligencia.
"Lo único que tenemos hasta ahora sobre la responsabilidad presunta de policías son los dos testimonios que hablan de un secuestro y señalan a la PDI. Eso nos obliga a tener a la PDI como una línea de investigación. Pero esos testimonios hasta ahora no se ratifican con ninguna otra evidencia", indicó uno de los investigadores.
Variantes
Las variantes que maneja el equipo de Edery sobre la desaparición de Enrique son tres. Además de la que menciona a la PDI, no se descarta que se trate de una represalia del grupo del gitano Miguel por el secuestro en el que Cristian participó y por el cual se cobró una fuerte suma de dinero. La tercera alternativa es que el joven esté escondido.
Un gran enigma que alimenta suspicacias hacia la PDI, que es la fuerza que trabajó como preventora en la investigación del secuestro de Miguel, es por qué Enrique no quedó en la nómina de imputados por este delito que se trabajó en la Justicia Federal.
Para la fiscalía provincial es una certeza que Cristian participó del secuestro. Lo sitúan manejando un Volkswagen Surán negro que fue el primero que ingresó al playón de donde varios hombres con ametralladoras se llevaron al referente gitano. La idea que, hasta ahora sin ninguna prueba de respaldo, circula entre algunos pesquisas es que Enrique pudo haber pagado para quedar afuera de la investigación. Y que alguien de la PDI pudo haber estado involucrado en eso. Y que luego por alguna circunstancia quien estuvo en ese trato lo privó de la libertad.
En la familia de Cristian hay implicados en el secuestro de Miguel. Uno es Tito V., que está prófugo de la Justicia Federal. Asimismo, la tía de Cristian es esposa del Gustavo "Bocha" Figueroa, que está preso por el secuestro y según acciones de Inteligencia del Ministerio Público de la Acusación (MPA) está conectado a la familia Cantero en venta de drogas. Saben que las personas de su entorno tienen contacto con abogados que son los mismos que representan a Los Monos.
Mentiras
Los investigadores no dudan de que desde el entorno más próximo del desaparecido les mienten y que tienen buenas razones para ello. La primera es ocultar la actividad ilícita que le suponen a Cristian. Tienen acreditado que días después del secuestro de Miguel incurrió en gastos reiterados y muy elevados. Por ejemplo compró dos perros de raza Shar Pei de origen chino de 20 mil pesos cada cachorro. También electrodomésticos y un auto que la madre del muchacho afirma que es de ella pero los investigadores refutan. Por último en esos días realizó junto a su novia dos viajes, uno a Mar del Plata y otro a Córdoba.
El viernes pasado se produjo otra situación extraña. Hubo una inspección en la vivienda de Cristian con perros entrenados para pericias olfativas. Cuando largaron los sabuesos dentro de la casa uno de los perros al que se le había hecho oler una prenda del joven se frenó frente a una frazada y comenzó a ladrar. El adiestrador dijo entonces que ese rastro, por la energía con que lo marcaba el perro, no podía tener más de diez días, que era el tiempo que llevaba Cristian ausente.
Por encubrimiento del robo de dos autos Cristian estuvo preso hasta junio pasado en el pabellón 7 de Piñero. Allí compartió pabellón con la mayoría de los integrantes de Los Monos presos, entre ellos Ariel "Guille" Cantero y Mariano "Gordo" Salomón. Este último es sobrino de Colián Miguel. La línea hipotética que señala que la desaparición de Enrique puede ser una represalia por ese fugaz secuestro por el que se pagó rescate tiene en cuenta esos vínculos.
Dos semanas
Mañana se cumplirán dos semanas desde que Cristian desapareció, según dos testigos, retenido por cuatro hombres se lo llevaron en un auto en Las Tacuaritas y El Ceibo de Cabín 9 de Pérez. Los captores iban en un auto blanco sin patente (según los testigos denunciantes pudo ser un Chevrolet) y abordaron a Cristian y su novia, que estaban en el vehículo del joven.
Cristian es delgado, mide 1 metro 75, lleva el cabello corto negro y tiene todo su brazo derecho tatuado. Al momento de su desaparición vestía un pantalón jean azul veteado y una remera verde agua.
Una situación no explicada con claridad es por qué razón en el MPA demoraron cinco días hasta que comenzaron las primeras entrevistas frente a lo que la familia denunció que era un secuestro en el que participó personal policial. Lo que se agrava cuando a poco de empezar la actividad investigativa quedó claro que el ausente tenía relación con un secuestro extorsivo, en el que tiene a familiares presos y prófugos por su concreción.