Entre aplausos atronadores, lágrimas de alegría y emoción, Juan Pablo II se convirtió ayer en beato de la Iglesia Católica en una multitudinaria ceremonias en Roma.
Un millón de fieles, peregrinos y turistas curiosos siguieron en la plaza de San Pedro con devoción la ceremonia de beatificación de casi tres horas del polaco Karol Wojtyla, quien ahora se halla a un paso de la canonización, tal y como reclamaban ya miles de fieles durante su funeral –hace seis años– con gritos de “Santo subito!”, es decir, “¡santo ya!”.
“íJuan Pablo II es beato!”, exclamó Benedicto XVI ante los fieles a las 10.38 hora vaticana (5.38 hora argentina). En tanto, un enorme retrato de un Juan Pablo sonriente colgaba del balcón central de la basílica de San Pedro.
El pontífice alemán, de 84 años, explicó que había sido su deseo que el proceso de beatificación se llevara a cabo “con bastante rapidez” porque ya durante los funerales de Juan Pablo II se podía percibir el “aroma de su beatitud”.
Karol Wojtyla, fallecido el 2 de abril de 2005, fue declarado beato en un tiempo récord, tras un pontificado de 27 años, en el que visitó 127 países, donde ofició misas que convocaron a miles de jóvenes.
Muchos polacos inundaron con sus mochilas y banderas no sólo la inmensa plaza de San Pedro sino también la anexa Via della Conciliazione hasta el río Tíber. Algunos pasaron la noche en calles próximas al Vaticano, mientras muchos otros rezaban a la luz de las velas en las iglesias que estuvieron abiertas durante la noche.
Por primera vez en más de mil años un Papa beatificó a su directo predecesor. Joseph Ratzinger fue cercano colaborador de Juan Pablo II, desde la influyente Congregación para la Doctrina de la Fe.
Por eso es también que Benedicto XVI no quiso que ningún otro celebrara por él la solemne y agotadora ceremonia. Benedicto XVI afirmó por su parte que su “fama de santidad” ya estaba extendida antes de su funeral en 2005.
“Te pedimos que desde el cielo continúes reforzando la fe del pueblo de Dios”, fue la plegaria dirigida por el actual Papa a su predecesor.
La pomposa ceremonia ante un millón de personas bajo el sol de Roma sirvió para reiterar el lema de Wojtyla: “¡No tengáis miedo!”. Su sucesor alemán rezó de rodillas en silencio ante el sencillo ataúd de madera de Juan Pablo II
En las vísperas a la ceremonia, uno de los momentos de mayor celebración fue el testimonio de sor Marie Simon Pierre, la monja francesa curada milagrosamente de su párkinson en 2005 y que a la postre es la persona que ha puesto en el camino de la santificación a Karol Wojtyla.
Con 1.338 beatificaciones y 482 canonizaciones, el mismo Wojtyla había agilizado esos trámites con el objetivo de actualizar y reproducir modelos de “virtud heroica”. Para ello, se redujo el número de milagros requeridos y se cerró la oficina del “abogado del diablo”, donde especialistas exponían objeciones a todo candidato y se exigía rigor máximo en la evaluación de cada caso.