Hace diez años Villa Manuelita se regalaba un espacio de puertas abiertas. Nació de la necesidad de los vecinos y en Spiro y Tafí, a pasos de Grandoli, se levantó como sitio de aprendizaje con cabida para todos. Lo llamaron El Bachi de Tablada, la escuela de gestión social que este sábado celebra una década de educación popular en el sur rosarino.
Lo primero que se le dice a un cumpleañero es que pida deseos. En este caso, los anhelos son colectivos. “Los que integramos el Bachi deseamos que los vecinos y vecinas de barrio Tablada puedan conocer y acceder a los mismos servicios y derechos que todos los argentinos. Que puedan crecer como familias, que sus hijos e hijas tengan educación, salud y el derecho a la recreación. Que sepan que también hay otra realidad diferente a la que están viviendo. Que el barrio crezca y que podamos vivir con un mayor respaldo del Estado para acceder a una mejor calidad de vida”, dice Stella Fernández, egresada de la escuela y actual trabajadora de la Casa de Acompañamiento y Asistencia Comunitaria (CAAC) que funciona allí mismo.
La docente Daniela Sánchez también toma la palabra para manifestar deseos: “Lo que queremos es poder seguir haciendo un aporte real que transforme la realidad que vivimos. Que más personas puedan apropiarse de este espacio y ser parte de esta forma de ser escuela, donde no solo se aprenden contenidos como matemática, lengua e historia, sino también la posibilidad de organización colectiva, el construir entre todos desde otro lugar, en el territorio que habitamos y con los saberes que tenemos, porque de eso se trata la educación popular”. La docente también refiere al deseo de que la escuela, como espacio de referencia barrial, “sea reconocida por el Estado e incluida en la actual ley nacional de educación”.
Espacio de referencia
Daniela Sánchez traza un balance de esta década e identifica los logros y los desafíos como dos caras de la misma moneda. Y sostiene que “encarar una propuesta de educación que plantee otra forma de organización, autogestiva, desde el colectivo y el territorio, ya de por sí supone un desafío y los logros se ven cuando eso se materializa, cuando día a día va creciendo la escuela con el esfuerzo de quienes integran el proyecto”.
El funcionamiento del Bachi implica un verdadero trabajo de equipo, porque el desarrollo de los contenidos curriculares se realizan en parejas pedagógicas que se organizan en áreas y comisiones. Una forma de trabajo que permite un seguimiento más minucioso y singular de la trayectoria de cada uno de los estudiantes.
Frente a este esfuerzo de organización, afirma que el mayor logro es ver a los estudiantes recibirse. “Cuando eso pasa, los chicos se llevan algo mas que un título, por eso muchas veces vuelven a ser parte de la escuela y eso es muy gratificante”, agrega Sánchez.
Llovera también identifica como logro que la escuela se haya erigido como espacio de referencia y lugar seguro, donde la comunidad puede compartir experiencias, problemáticas y abordar soluciones comunes. Entre esos espacios convocantes se encuentra El Semillero, donde se abordan las situaciones particulares de cada estudiante que asiste, se brinda contención a través de ayuda psicológica y se garantiza el acceso a derechos mediante la asistencia a trámites que requieren ciertas políticas públicas. Además, desde el 2020 la escuela cuenta con un convenio con Sedronar por el que se sostiene el acompañamiento a una casa de asistencia comunitaria, donde también se desarrollan espacios en beneficio de las infancias, jóvenes y el seguimiento de trayectorias más singulares.
Tal vez el mayor logro del Bachi sea que el espíritu asambleario, horizontal y democrático continúa vigente en una escuela que actualmente cuenta con 30 docentes y que este año alojará a 60 estudiantes.
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Un cartel da la bienvenida a la escuela de gestión social de Spiro y Tafí.
Virginia Benedetto
Respuesta al dolor
Los bachilleratos populares fueron las experiencias más características de escuelas de gestión social después del impacto de la crisis del 2001. El Bachi surge a partir del trabajo del movimiento político y social 26 de Junio, que hacía pié en los barrios Tablada y Villa Moreno. Luego, junto a la organización Giros, conformaron el espacio político Ciudad futura.
Corría 2010 cuando los militantes del movimiento 26 de Junio comenzaron a caminar el barrio, charlar con los vecinos y a invitarlos a sumarse a la organización. La convocatoria dio lugar a la creación de nuevos espacios con protagonismo de mujeres, jóvenes, infancias y una asamblea de vecinos. En ellos se compartían problemáticas y se producían intercambios y debates. Una de las cuestiones que se presentó con fuerza como una necesidad colectiva era el deseo de contar con una escuela secundaria en Villa Manuelita. El pedido tenía que ver con que muchos de los vecinos no habían podido iniciar o finalizar sus estudios, y las posibilidades de acceder a una secundaria para adultos se veían limitadas en un barrio que parecía alejado de todo.
Por esos años, el movimiento Giros había creado en Nuevo Alberdi la escuela Ética, a la que llaman la escuela hermana. Otra experiencia de gestión social que fue muy importante como antecedente. Pero el hecho que marcó un punto de inflexión y activó con fuerza el imperativo de construir la escuela provino del dolor.
El 1º de enero de 2012 se produjo el triple crimen de Villa Moreno, en el cual fueron asesinados Jere, Mono y Patom, tres jóvenes que formaban parte del movimiento 26 de Junio. El dolor social por el asesinato activó la necesidad de responder a la violencia con otro tipo de alternativas. Así nació el Bachi como escuela.
El colectivo se fortaleció y a la hora de organizarse fueron fundamentales las instancias de encuentro y las múltiples asambleas para discutir el proyecto y decidir cómo ejecutarlo. El compromiso del barrio fue clave, tanto así que el local donde funciona la escuela fue generado con el aporte de los vecinos y vecinas que participaron activamente en su construcción.
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La escuela se propone como una institución de puertas abiertas para el intercambio de saberes de la comunidad.
Virginia Benedetto
La conquista del territorio
En épocas aciagas, proyectos colectivos como El Bachi de Tablada muestran entrenamiento en el ejercicio de afrontar desafíos y resolver situaciones problemáticas. Daniela Sánchez cuenta que uno de esos momentos difíciles fue el sostenimiento de propuesta educativa durante la pandemia. La crisis económica y social, como las dificultades en el acceso a las tecnologías, imposibilitaban el cursado virtual que se imponía en aquel momento. Frente a esto, el equipo salió a pensar estrategias sobre cómo acompañar en la distancia, no solo en materia educativa sino también económica. Se trabajó intensamente en evitar la deserción, una tarea que continúan realizando por la realidad que viven muchos estudiantes.
“Otro de los desafíos ha sido y es la organización como respuesta ante la violencia y la vulnerabilidad que se vive en el barrio, así como acompañar a los vecinos en distintas situaciones en las que el Estado no se hace presente”, dice la docente, y destaca que en la escuela de Tablada las tareas exceden lo estrictamente curricular, para avanzar en la búsqueda de soluciones colectivas a problemas colectivos y ofrecer espacios de contención.
Por su parte, Soledad Llovera, docente y miembro del equipo de coordinación sintetiza: “Creo que el primer desafío fue y es existir, resistir y persistir en el territorio, como organización, como escuela y como movimiento”, y agrega: “El reto es construir un lugar de referencia barrial donde los vecinos se sientan parte, donde sepan que pueden contar, ante la ausencia de otros sectores y niveles del Estado”.
En palabras de las docentes, el barrio afronta problemáticas que son recurrentes, como la ausencia del Estado y el esfuerzo que a diario deben realizar las organizaciones sociales en la disputa por el territorio frente a todas las formas de la violencia. Esas violencias que como en otros barrios populares de la ciudad, también impactan en Tablada y se traducen en la negación de derechos de gran parte de la población.
Algunas de esas violencias son estructurales y tienen que ver con un olvido del Estado perpetuado en el tiempo. Llovera explica que el Bachi se encuentra dentro de una amplia zona en la que el último relevamiento de barrios populares del 2018 registró sectores en los que había familias que aún no tenían acceso a servicios básicos como agua potable, cloacas y electricidad. Por lo que cada vecino y organización social tuvo que poner manos a la obra para resolver estas carencias por su cuenta. Sobre este escenario, “aparece como desafío el proponer otra forma de construir lo común que se oponga a las formas individualistas de que cada uno tramite lo que necesita solo. Se trata de la búsqueda de formas colectivas, de salir a buscar cómo y con quienes. Ese es uno de los principales desafíos que hemos transitado en estos 10 años”.
Las violencias no terminan allí. Las que más se evidencian por estos días tienen que ver con las disputas por el control territorial por parte de organizaciones delictivas. Una pulseada que en palabras de las docentes implicaron grandes dolores, como la pérdida de varios estudiantes de la escuela.
Los retos de quienes integran el Bachi también tienen que ver con visibilizar el trabajo y las experiencias de las escuelas de gestión social, y con la meta de lograr su reconocimiento a través de la normativa provincial. En este sentido, Llovera afirma: “Los movimientos sociales también tenemos qué decir en torno a la educación”, y agrega: “A nivel de la práctica, queremos instalar que pueden existir escuelas que funcionen de otra manera, que legitimen los saberes que tienen los estudiantes y los vecinos, que muchas veces han sido puestos al margen”.
Este sábado Villa Manuelita celebra su propia creación. El festejo se llama “El Bachi cumple. 10 años invitando a pensar otros futuros posibles”, tendrá lugar a las 16.30 y promete mucha cumbia en el local de Spiro y Tafí. Quienes quieran conocer más sobre la escuela pueden contactarse a través del Instagram @bachidetablada.