Las redes sociales fueron el foro ideal para un debate que se gestó ayer en torno de la masiva movilización que copó la cabecera del puente Rosario-Victoria para expresar la bronca contra los imparables incendios que devastan las islas y llenan de humo a la ciudad de manera cotidiana, con los perjuicios para la salud que eso conlleva. Los cuestionamientos partieron, sorprendentemente, de quienes no discrepan en lo más mínimo con los objetivos que se había planteado la multitudinaria marcha, pero que manifestaron su desacuerdo con la metodología implementada para llevar adelante la protesta. El racional argumento que exponían, no sin una dosis de justificado enojo, es que en el momento más álgido de la pandemia en Rosario resultó como mínimo extremadamente peligroso juntar a semejante cantidad de gente, dada la posibilidad –casi la certeza– de que de esta manera se incrementarán los contagios en la ciudad, que para colmo ya vienen en alza. Del otro lado, aunque en la misma vereda, se hacía hincapié en la necesidad de dejar bien claro que la situación en las islas se ha tornado insostenible y es hora de actuar de modo más expeditivo. Sin embargo, aquellos que defendieron a ultranza la realización de la marcha no parecían mostrarse demasiado preocupados por las potencialmente graves consecuencias sanitarias, expresadas en muertes, que puede traer aparejada su justa indignación. La discusión por momentos se tornó áspera, y hasta hubo intercambio de acusaciones entre quienes comparten ideología y militancia. ¿Habrá nuevos capítulos? Sin dudas.