Con la puntualidad que suelen mostrar los artistas internacionales, Zucchero ingresó exultante al escenario del teatro Fundación Astengo. El prolífico cantautor italiano presentó el martes las canciones de "Black Cat", su último disco grabado en Nueva Orleans y repasó su exitosa carrera.
Aunque tiene su costado romántico, Zucchero conserva el aspecto de un frontman de banda de rock, siempre ataviado con uno de los 350 sombreros de su colección, al frente de una escenografía simple intervenida por un corazón gigante presidiendo la escena.
El blues afroamericano está siempre presente desde su origen artístico. La apertura fue con canciones en off que remitían al desgarro de los esclavos. Ese género surgido en el sur norteamericano fue el hábitat musical en el que se instaló Zucchero desde el arranque con la cruda versión de "Partigiano Reggiano".
A lo largo del recital el cantante visitó distintos géneros y formatos, acompañado por una banda que mostró rasgos sonoros de blues, rock, pop, R&B, soul y funk y alternó lo acústico con lo eléctrico.
A pesar de un desperfecto en el sonido en el inicio resuelto rápidamente, Zucchero se mostró como un gran creador de climas. Así pasó del bailable boogie woogie "13 Buone Ragioni" al melódico con "Ci Si Arrende", interpretado con la voz ronca que lo identifica. Los arreglos vocales destacaron las buenas intervenciones del bajista y la expresiva guitarrista que también tuvieron su espacio para el lucimiento.
Aunque las primeras canciones no generaron una respuesta efusiva, el clima cambió cuando estalló la potente "La tortura della luna", un rock con sonido contemporáneo al que el artista le agregó sintetizadores.
Además de letras reflexivas y contestatarias, tiene canciones de amor. Dejándose llevar por la música, simuló toques de guitarra y, con una atmósfera intimista, mostró su costado romántico con la bella balada "Terra incognita".
"Hola Rosario, buona sera", saludó escuetamente en el arranque y anunció canciones del nuevo disco. Invitó a pararse y el público se mostró participativo en la festiva "Vedo nero". Ya con clima de concierto de estadio, sumó su guitarra eléctrica y encendió al auditorio con "Baila", el hit que grabó con Maná en el 2001.
Recuperó el centro de la escena e impuso aire sinfónico a "Iruben me", enriquecida con efectos de samplers y programaciones y los fanáticos volvieron a estallar con "Il Volo", una de sus canciones más presentes en los charts del mundo.
"Placer retornar a Argentina, país que me gusta mucho", dijo en italiano y luego se tomó un respiro, se sentó y, distendido, bromeó con el público. Antes de cantar "Un soffio caldo", destacó a su amigo Francesco Guccini, poeta de Italia y que creó la letra del tema que tributa a las ideas libertarias.
Verborrágico, parte de la sala no comprendía, pero sus bromas provocaban carcajadas de muchos, señal de que la colectividad italiana dijo presente en el show en el que también mostró en pantalla gigante su impactante dueto con Luciano Pavarotti haciendo "Miserere". Aunque Zucchero pierda en la comparación con su colega, en el dúo registrado en los noventa se destacan ambos.
El artista dejó el escenario para darle lugar a un set de la banda sola y regresó para mostrar su costado soul. En este formato sonó "Diamante", otro clásico inmediatamente reconocido y bienvenido.
"Ey Rosario, ¡ahora!", arengó, retomando la intensidad con el furioso ritmo balcánico de "Per Colpa Di Chi", donde se destacó la bella violinista de la banda. Cuando el pogo rocanrolero ya estaba creado arriba y debajo del escenario, llegaba el final con "Diavolo in me". Para las dos últimas canciones. Se despidió con la celebrada "Senza una donna", una balada con aires de soul y blues que se hizo esperar, pero finalmente llegó.
El éxito de Zucchero delata la invisible ruta que lo conecta con la gente. Con admirable efectividad, consigue cambiar de clima sonoro y logra transmitirlo al público que responde inmediatamente. El recital colmó las expectativas de sus seguidores y la calidad y variedad rítmica del show justifican el lugar de privilegio que ocupa en el mundo del espectáculo y el éxito de sus canciones en todo el mundo.