El actor español Álvaro Morte, que regresa este viernes como El Profesor con el estreno en Netflix de la primera parte de la temporada final de “La casa de papel”, la popular serie sobre un grupo de atracadores que realizan un multimillonario robo al Banco de España, prometió en charla con Télam que, fiel a la historia de la propuesta, los nuevos episodios ofrecerán “espectáculo puro y duro”.
“Nuestra intención desde el principio ha sido el espectáculo. Teniendo en cuenta eso, y conociendo a los creadores, cuando llegamos a esta última temporada lo que se intenta es efectivamente potenciar eso al máximo”, avisó el intérprete que encarna desde 2017 a Sergio Marquina o El Profesor, el cerebro detrás de cada una de las acciones de los ladrones de la serie.
Creada por Álex Pina, “La casa de papel” presenta mañana los primeros cinco episodios de su quinta y última entrega, mientras que los espectadores deberán esperar hasta diciembre para el lanzamiento de los cinco capítulos restantes que le pondrán punto final a la historia.
La trama retoma en el mismo punto en el que lo dejó en abril de 2020: la banda de asaltantes de mameluco rojo y careta de Salvador Dalí lleva más de 100 horas encerrada en el Banco de España y continúan extrayendo el oro de la reserva acorazada, pero ese no es el mayor de sus problemas.
Tras la muerte de Nairobi (Alba Flores), el grupo vive uno de sus peores momentos adentro, y también afuera, ya que El Profesor ha sido encontrado y capturado por la inspectora Alicia Sierra, la sádica y manipuladora negociadora desahuciada por sus superiores que decidió avanzar contra los criminales por cuenta propia.
Por primera vez, El Profesor se ve superado y sin plan B, mientras que las autoridades ya preparan al Ejército para una incursión violenta al Banco.
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Los nuevos capítulos cuentan con la incorporación de Miguel Ángel Silvestre y Patrick Criado, y el regreso del resto de los intérpretes habituales: Úrsula Corberó (Tokio), Itziar Ituño (Lisboa), Pedro Alonso (Berlín), Miguel Herrán (Río), Jaime Lorente (Denver), Darko Peric (Helsinki) y Rodrigo de la Serna (Palermo), entre otros.
- “La casa de papel” apuesta por el espectáculo desde la primera temporada, y cuando parece que ha llegado a un techo siempre saca un truco nuevo de la manga. ¿Qué puede esperarse ahora?
- Efectivamente, nuestra intención desde el primer momento es el espectáculo puro y duro. Si luego además la gente entiende que aparte hay un mensaje ahí debajo, que a lo mejor el sistema no está tan bien armado como pensábamos, que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malo, pues bienvenido sea. Esta temporada viene partida en dos. La primera es absolutamente bélica por la situación que genera Alicia Sierra al descubrir al Profesor, porque no solo significa que haya atrapado al cerebro de la operación; es que se genera el corte de comunicación directa entre quienes están dentro del banco y el caos es brutal, es la parte más espectacular a nivel visual. La segunda parte es mucho más emocional, de meterte en el pasado de los personajes y es el colofón para esta serie. Vamos a terminar con una sensación placentera de haber desentrañado lo que había debajo de todos ellos.
- El Profesor estuvo contra las cuerdas en otras oportunidades, pero Sierra parece ser la primera le presenta un desafío. ¿Cómo describirías su duelo?
- El duelo creo que es muy interesante, porque los dos son unos rotundos jugadores, pero cada uno tiene un estilo completamente distinto, y hay una cosa que perturba tremendamente al Profesor y es que Alicia Sierra es absolutamente imprevisible, no puede planificar cuando la tiene adelante. No la puede estudiar, porque no hay una línea lógica, o tiene una lógica que entiende solo ella. El Profesor no solo se queda sin planes de acción, sino que además necesita ponerse a improvisar delante de un monstruo que no sabe cómo va a actuar.
- ¿Por qué son tan fascinantes para el público este tipo de delincuentes que cometen grandes robos? ¿Por qué resulta tan atractivo ponerse de su lado?
- Si al espectador le toca que su banco le cobre una comisión que no corresponde, y ve que en una ficción le dan un golpe a ese banco, le alegra (risas). Creo que en términos generales cuando tú ves el lado humano de alguien en la ficción, es imposible no empatizar con ellos. Y por supuesto que “La casa de papel” está contada desde nuestro punto de vista, desde el punto de vista de los malos; esa persona que te lleva de la mano en la ficción es con la que te vas a identificar.
- A esta altura no es apresurado decir que la nueva temporada tiene una gran repercusión asegurada. ¿Esta popularidad trae tranquilidad o más presión a la hora de presentarse en el set?
- Yo llanamente procuro que no me afecte. El valorar la dimensión es algo muy difícil de entender, abruma mucho al principio, y luego creo que hay que tomarlo con sensatez, con humildad y sobre todo con humor. Sobre la responsabilidad, todos en el equipo somos conscientes de que hay mucha gente esperando, que no quiere sentirse decepcionada, que siempre espera más; pero si nosotros estuviéramos pensando en eso cuando estamos grabando sería un desastre. A la gente le gustó desde un principio: se puso en un cajón de Netflix sin tener promoción de nada, y sin embargo la gente empezó a verla, funcionó el boca a boca y fue subiendo hasta convertirse en el éxito en el que se convirtió. Entonces nosotros lo hacemos de la misma forma que en el comienzo, concentrados y sin dejar que la cabeza se nos vaya.
- Junto con otros títulos como “Élite”, “Merlí” o “Vis a vis”, por mencionar unos pocos, “La casa de papel” encabeza el “boom” de las series españolas en el mundo. ¿Cuál es la clave de ese éxito de la industria española?
- Yo no creo que “La casa de papel” sea la mejor serie que se haya hecho en España, pero sí es verdad que ha sido un catalizador para que en el resto del mundo la gente diga “¿qué es lo que están haciendo en España? ¿Cuál es el talento que hay ahí?”. Hemos conseguido una cosa, que es decirle al resto del mundo que no solamente el mercado americano y anglosajón es el que puede tener éxito comercial a nivel mundial. Me gusta pensar que podemos ser un ánimo a otros países que también pueden conseguir algo así.