El filme "Sangre de mi sangre", del siempre desconcertante y misterioso Marco Bellocchio, uno de los más ilustres y radicales nombres del cine italiano contemporáneo, se estrena hoy en Rosario. El veterano director reúne sus actores fetiche con sus familiares: A Roberto Hertzlika ("Buenos días, noche") se le suman Alba Rohrwacher y Federica Fracassi (ambas protagonistas de "Bella Addormentata") o incluso su hermano Alberto, y sus hijos Elena y Pier Giorgio. Y, además, hace debutar a Lidiya Liberman.
En "Sangre de mi sangre", Bellocchio compara dos situaciones históricas, construyendo dos relatos. Una se ubica en el siglo XVII, en un convento donde llegará Federico Mai, (Pier Giorgio Bellocchio) que tiene como propósito conseguir la confesión criminal de la bella monja Benedetta (Lidiya Liberman), que con su sensualidad y poder de seducción llevó al suicidio a su hermano gemelo, sacerdote del convento. El hermano del desgraciado y los párrocos ven necesario que la monja confiese su alianza con el diablo, para que el cuerpo del hombre de Dios pueda ser enterrado en tierra consagrada. Para extraer esa confesión de brujería, recurren a crueles métodos, propios de la inquisición. El otro relato se da con un salto en el tiempo de 400 años hacia adelante: Federico regresa al antiguo y abandonado convento, que fue cárcel y ahora está en ruinas. Poderosos capitalistas rusos quieren comprar la propiedad, pero el lugar está habitado por un viejo vampiro (Roberto Herlitzka).
El filme fue muy aplaudido en el 72º Festival de Venecia. Bellocchio, en su salsa, levantó polvareda con sus declaraciones. Por un lado reafirmó su ateísmo pero al mismo tiempo dijo que simpatizaba con el Papa Francisco.
"No soy un convertido, más bien diría que soy un anarquista que con el tiempo se vuelve cada vez más moderado, pero el poder, provenga de donde provenga, me da siempre fastidio" declaró también.
Para Bellocchio, "Sangre de mi sangre" es "una película libre que cuenta una historia en la que se alternan presente y pasado, pero que no pretende dar respuesta a todos los interrogantes que se plantea". Bellocchio fue por más con sus declaraciones: "Lo curioso es que criticar a la Iglesia de hoy no me resulta tan fácil como en otros tiempos, porque si bien sigo sin estar de acuerdo con lo que preconizan, por ejemplo acerca de la familia, debo admitir que admiro a Francisco porque está más a la izquierda de los que se dicen izquierdistas en mi país".
Desde Bobbio. Bellocchio tiene una escuela de cine en la localidad Bobbio (en Italia central), donde satisface su deseo de ayudar a los jóvenes para crearse un futuro en el difícil mundo del espectáculo: "Ha sido precisamente allí, en Bobbio, donde descubrí el convento de Santa Clara, luego prisión y hoy abandonado y en ruinas", que le recordó "el caso verdadero de una joven monja, emparedada viva por haber seducido a su padre confesor".
Bellocchio dijo además que rodó inmediatamente un corto sobre este tema. "En él sigo paso a paso todos los detalles históricos verdaderos", precisó. Sólo en un segundo momento pensó en utilizarlo como parte de un largometraje en el que la acción se trasladaría a la misma Bobbio actual, mostrando la corrupción a través de una serie de personajes que, dividiéndose el poder, se convierten en vampiros de la sociedad.
"Hoy la Iglesia Católica no conserva más el dominio absoluto, que ha pasado a manos de otros sectores. Fue así que decidí unir ambos cortos en lo que muchos piensan que es una verdadera locura pero que espero convenza al espectador", destacó por otra parte el director.
"Para mí el personaje del vampiro jefe es el último representante del poder democristiano que mantenía bajo su estricta férula a Bobbio, que era una isla democristiana dentro de una región predominantemente pro-comunista", aclaró Bellocchio, y añadió: "Una isla en la que el obispado conservaba un poder enorme y los jóvenes de buena familia entraban directamente en la banca católica".
Bellocchio afirmó también que entre los directores que conjuran la muerte rodando un filme por año y los que se resignan a ella retirándose de la actividad, "elijo una vía equidistante y sobria alejada de toda ansiedad: simplemente me dejo llevar por la casualidad y por la inspiración del momento".
En síntesis, "La sangre de mi sangre, por un lado es la particular visión de Bellocchio de una historia real, la de la "monja de Monza", una religiosa que vivió en el siglo XVII y que fue emparedada en un convento en Bobbio acusada de brujería. Y por otro lado es una película que salta del pasado al presente y que incluye alusiones "a un vampirismo ambiental, como metáfora de la actualidad", según propias palabras de Bellocchio.