Una gran guitarra que seduce al ritmo endiablado del rock
Formal y endiablado. Místico y terrenal. Skay Beilinson lleva encima "la marca
de Caín", una dualidad tan ambigua como seductora. Y en las dos noches del fin de semana que pasó,
quien supo ser la primera guitarra de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, demostró, por si
hiciera falta, que su camino en solitario tiene cimientos sólidos en base a un rock sutil e
irresistible.
17 de marzo 2008 · 01:10hs
Formal y endiablado. Místico y terrenal. Skay Beilinson lleva encima "la marca
de Caín", una dualidad tan ambigua como seductora. Y en las dos noches del fin de semana que pasó,
quien supo ser la primera guitarra de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, demostró, por si
hiciera falta, que su camino en solitario tiene cimientos sólidos en base a un rock sutil e
irresistible.
No debe ser fácil que en dos horas de show la misma gente
que pagó una entrada no coree una sola vez el nombre del artista al que fue a ver. Sí, en cambio,
"olé, olé, olé, olé,olá, sólo te pido que se vuelvan (los Redondos) a juntar". Skay, muy bien
acompañado por Los Seguidores de la Diosa Kali, presentó los temas de su tercer CD "La marca de
Caín", y cantó sólo tres himnos de los Redondos.
Con pañuelo en su cabeza y gafas, su clásico look, Skay
arrancó la noche del viernes con "Memorias de un perro mutante" y pegadita bramó "El gourmet del
infierno", con letras temáticamnte enlazadas, como si fueran una suerte de bienvenida satánica para
los presentes.
Skay ganó en la forma de interpretar. Es más histriónico y
expresivo cuando toca el primer acorde de su guitarra que cuando habla frente a su gente. Se
mantuvo ajeno a los gritos pro-unión de los Redondos, y sólo contestó con "a ver si esta canción
les da la respuesta" segundos antes de tocar "¿Dónde estás?", que alude indudablemente a Carlos
"Indio" Solari.
La gente hizo un gran pogo con "Masacre en el puticlub",
pero lo bueno fue que a renglón seguido llegó "Oda a la sin nombre" y la locura no decayó.
La segunda parte tuvo sus picos altos en "Angeles caídos",
que abre el último disco, y "Meroe y los sortilegios", en donde la banda logró climas tan densos
como festivos. "Presagio" demostró el buen gusto de Oscar Reyna en la guitarra y la generosidad de
Skay para correrse del centro de la escena si es necesario. "El pibe de los astilleros" levantó
nuevamente banderas ricoteras y llegó el turno de "El fantasma del 5º piso", con buen punteo de
Skay incluido, para dar paso a la primera despedida.
El bis llegó con "La marca de Caín", en un cierre que señala el presente un
tanto místico de Beilinson; la demoledora "Golem de la Paternal" y, la que no podía faltar: "Ji,ji,
ji", pedida previamente por el público, himno que cantaron y bailaron aquellos cuarentones que
sienten nostalgia de la superbanda y los más pibes que piden verlos al menos una vez en el
escenario. Pero Skay, con esa impronta rockera y su voz de ultratumba, "se ofreció mejor que
nunca", como para disfrutarlo otra vez más.