Los organizadores de la ceremonia de entrega de los Oscar respiran aliviados.
Tras catorce semanas de huelga de guionistas, el conflicto se solucionó y la gala no será afectada.
Los nominados podrán vestirse de gala y lucirse ante millones de telespectadores como todos los
años. Unas 700 personas, a cargo de cada aspecto del evento televisado a todo el planeta, volvieron
a la carga tras semanas de suspenso para ultimar los detalles de la ceremonia, que será celebrada
hoy en Los Angeles con el comediante Jon Steward como maestro de ceremonias.
Este año, la 80 edición de los Oscar, las categorías
principales están muy peleadas entre realizadores independientes, veteranos del mundo del cine y
nuevas generaciones de artistas.
Un crítico comparó las películas más nominadas de esta
edición de los Oscar con "El corazón de las tinieblas", el devastador análisis de Joseph Conrad
sobre la maldad humana. Otro advirtió a los espectadores que se tomaran una dosis de antidepresivos
antes de verlas. Puedo que eso sea un poco exagerado, pero no hay duda de que las películas más
aclamadas este año en Estados Unidos son algo deprimentes. Son películas que obligan al público a
confrontar los problemas de la vida moderna sin piedad y a reflexionar sobre la lamentable
situación de la mayor superpotencia del mundo.
"Sin lugar para los débiles", una de las grandes favoritas
con ocho nominaciones, gira en torno a un asesino psicópata que se embarca en una venganza inhumana
por un negocio de drogas que acabó mal, dejando tras de sí bañado en sangre el oeste
norteamericano.
"Petróleo sangriento", una historia épica sobre un
ambicioso barón del oro negro, también suma ocho nominaciones con su crítica a los valores de un
emprendedor capitalista, los mismos sobre los cuales está basado el sistema económico de Estados
Unidos.
Una crítica similar hay en el thriller ambientado en el
mundo de las corporaciones "Michael Clayton", que muestra cómo abogados y ejecutivos olvidan la
ética cuando se trata de sacar beneficios.
La otra película con siete nominada es "Expiación, deseo y
pecado", un drama amoroso ambientado en la Segunda Guerra Mundial, sobre traiciones y vidas
devastadas. La quinta candidata a mejor película es "Juno", sobre una adolescente lidiando con un
embarazo no planificado. Y a pesar de su tono de comedia, también habla de los tabúes y prejuicios
sobre el sexo adolescente.
Más tramas tristes se pueden encontrar en "La escafandra y
la mariposa", de Julian Schnabel, nominado a mejor director, centrada en el editor de una revista
que, paralizado, dicta su autobiografía con los movimientos de sus ojos.
También está "Gángster americano", con la nominada a mejor
actriz de reparto Ruby Dee, en el papel de madre de un narcotraficante. Hal Holbrook está nominado
a mejor actor de reparto por su papel en "Hacia rutas salvajes", de Sean Penn, la historia de un
joven que se automargina de la sociedad, harto de sus reglas hipócritas, y se refugia en
Alaska.
No se trata sólo de los temas sombríos. Es habitual que los
Oscar se mantengan alejados de las comedias ligeras o las aventuras.
Lo que ocurre esta vez es que muchas de las películas
rompen con la convención habitual al no ofrecer a los espectadores el obligado "happy end" de
Hollywood. La macabra "Sweeney Todd", de Tim Burton, ofrece un final sin posibilidad de esperanza.
El drama sobre el Alzheimer "Lejos de ella", de Sarah Polley, muestra el declive de una mujer a la
que se le diagnosticó el mal, y "La vida en rosa" es un melancólico biopic de la leyenda francesa
Edith Piaf.
El predomonio de temas oscuros no sorprende a Gil Cates,
productor de la gala. "Estamos viviendo tiempos perturbadores y las películas lo reflejan",
sostuvo.
La huelga de los guionistas, sin solución cuando se
anunciaron las nominaciones, puede ser una razón del ánimo sombrío.
Pero fueron problemas más profundos, en un año de
elecciones, los que más pesaron en la mente de los votantes de los Oscar, según escribió Robin
Ghivan en The Washington Post: "Los tiempos nos dan las películas que necesitamos —señaló
Ghivan—. Confirman la idea de que en tiempos de tristeza lo último que uno quiere es un
juglar tratando de extraerle una carcajada. A veces, el mejor remedio es un buen llanto".
La teoría tiene sentido en un momento en que los estadounidenses lidian con
la desastrosa política en Irak y Afganistán, la crisis inmobiliaria, la economía a punto de entrar
en recesión y la incertidumbre a largo plazo en cuanto a salud y seguridad social. "No es casual
que estas cintas se hagan en una época de creciente pesimismo en parte de la población
estadounidense", dijo Christopher Sharrett, profesor de cine en la Universidad de Seton Hall.