De acuerdo a las definciones corrientes, el jet lag es un desequilibrio producido entre el reloj interno de una persona y el nuevo horario que se establece al viajar largas distancias, atravesando varios husos horarios. Es un estado que generalmente genera fatiga, problemas digestivos, confusiones, irritabilidad y apatía, entre otros síntomas.
Ese desencuentro que se produce entre el reloj interno de una persona, que regula el sueño, el hambre, el pulso de lo cotidiano, frente a un reloj mayor, superlativo, que rige de golpe y con todo su peso las pautas de la nueva vida, suena como una poderosa metáfora que pinta con nitidez el desencuentro entre los tiempos auténticos de lo propio con lo que se impone desde afuera.Y esta ausencia de sincronía es el eje sobre el cual se monta “Jet Lag (el amor en punto muerto)”, obra escrita y dirigida por la prolífica Romina Tamburello, con las actuaciones de Celia Ferrero, Camila Olive, Leila Esquivel y Juan Pablo Yévoli. De reciente estreno, la obra se presenta los domingos a las 20.30 en el Cultural de abajo, San Lorenzo y Entre Ríos.
Digamos que cualquier situación traumática genera jet lag, sólo que puede sonar algo cool usar este término que se propagó con la globalización. Esto nos puede empujar al prejuicio que nos anticipe una obra bien posmo. Como todo avión en pista, la propuesta arranca acelerando motores, calentando una pista de baile en la que una pareja se conoce, se histeriquea, se promete sexo salvaje. La noche única se convierte, sin querer queriendo, en días y semanas que trazan una recta hacia el futuro. Y una hija. El amor líquido, aquel concepto que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman desarrolló para describir la fragilidad de los vínculos interpersonales, es una referencia fundamental para comprender los elementos estéticos y argumentales de esta obra que no podríamos concebir sin haber transitado la experiencia de una realidad que coincide, en parte, con los rasgos que filósofos, sociólogos y politólogos definieron como posmodernidad.
La turbulencia no se hace esperar y en muy poco tiempo la pareja entra en crisis, a la que no es ajena una hija que sostiene de algún modo los pocos hilos que quedan en las ataduras. Como “Madame Bovary”, a la madre la puede más su deseo de reencontarse con el gran amante de su vida, que está en otro lado. Como azafata, psicóloga y abogada especialista en divorcio, un cuarto personaje en esta historia oficia de articulador, aportando momentos bien eficaces desde la comicidad que condimentan el relato.
Así, transcurre “Jet Lag”, en un espacio escénico fragmentado en pedazos de avión, boliches, consultorios, estudios jurídicos y en algún rincón donde la niña pueda hacer la tarea del colegio. Aunque no figure en la lista, el no-lugar que supone un aeropuerto cubre con su aura pulcra y vacía los vínculos que se van cerrando en este cuadrangular de actores rosarinos: Celia Ferrero y Juan Yévoli como los padres, Leila Esquivel en el personaje de la hija y Camila Olive en el rol multifuncional de la azafata.
A veces el distanciamiento y la interpretación singular de algo que sucede en otros cuerpos, como espectadores de una vida que no les pertenece, puede resultar más eficaz en términos narrativos y genera mayores posibilidades para jugar desde la comicidad. Es el caso de los trabajos de Esquivel y Olive, quienes le aportan una buena dosis de histrionismo y sorpresa, una poética que cautiva mucho más que cierto realismo de los padres, agobiados por la crisis matrimonial. No es casual que esta comedia negra haya sido escrita por Tamburello en el momento de una importante separación como tampoco es un dato menor que tanto ella como tres de los cuatro actores provienen de un recorrido bastante intenso en el “Match de Improvisación”, algo que siempre garantiza que en la obra se filtren momentos de inevitable comicidad complaciente hacia el público.
Ahora, sólo queda en los espectadores saber si este vuelo se estrella, si desciende correctamente o se pilotea un aterrizaje forzoso. La obra fue ganadora del Concurso Cosecha Escénica y contó con la tutoría del actor y director Pablo Razuk para el proceso de producción.