El actor británico Robert Pattinson acaparó ayer los focos del Festival de Cine de San Sebastián, que encara su recta final de la competición con la futurista "High Life" de la francesa Claire Denis, la ficción hiperrealista del español Isaki Lacuesta "Entre dos aguas" y el drama chino de Liu Jie "Baby".
Pese a su fría llegada causando la decepción de sus fans en la tarde del miércoles, el protagonista de la saga "Crepúsculo" se convirtió ayer en la estrella durante la presentación de la esperada película de Denis, que coprotagoniza la francesa Juliette Binoche.
Pattinson se pone en la piel de un criminal enviado al espacio junto a otros condenados en el corredor de la muerte en el marco de un experimento que consiste en el acercamiento a un agujero negro. En la nave espacial vive con su hija, fruto del experimento de reproducción que lleva a cabo una doctora, interpretada por Binoche, que hace doblete en la carrera por la Concha de Oro protagonizando "Vision", de la japonesa Naomi Kawase.
"High life" era una de las películas más esperadas del festival, tras la división de opiniones que dejó a su paso por el festival Toronto por las particulares dosis de sexo y violencia que exhibe. En la nave no puede haber relaciones sexuales, pero sí se permite la fecundación en laboratorio y que los personajes se desfoguen con máquinas en una sala especial.
La historia de "High Life" rondaba desde hace años en la cabeza de la realizadora ("Chocolat", "Trouble Every Day"), que partía de imaginar "a un hombre muy lejos en el espacio, fuera del Sistema Solar, sin esperanza alguna de regresar a la Tierra, solo con su bebé, sin que dejarse morir fue una opción porque no podía abandonar a la pequeña", contó en rueda de prensa.
Para Pattinson, el reto fue crear un personaje "que no tiene un plan, que vive minuto a minuto, que no tiene dirección y no sabe dónde va", más allá de a un agujero negro. "No lo había hecho antes y tenía curiosidad de cómo abordar el papel de forma tan física y no ser demasiado cerebral", señala el actor, que asegura intenta convertir todas sus interpretaciones en algo personal.
El último español
Ayer también se presentó el último de los títulos españoles a concurso por la Concha de Oro: la aplaudida "Entre dos aguas" de Isaki Lacuesta, que ya se alzó con el máximo galardón en 2011 con "Los pasos dobles".
La película continúa "La leyenda del tiempo" (2006) en la que contaba la vida de dos niños, convertidos en hombres 12 años después: Israel acaba de cumplir una condena por narcotráfico y no consigue rehacer y reconciliarse con su familia mientras su hermano Cheíto acaba de regresar de una misión con el Ejército y se plantea si embarcarse en otra.
Como ya hiciera en esa primera obra, el realizador catalán construye una ficción ambientada en la Isla de León en la bahía de Cádiz que se acerca mucho a la vida de los actores, pero que no lo es.
"Nos inspiramos en sus vidas, pero hay elementos de ficción". Pero al mismo tiempo, el guion está abierto a incluir retazos de realidad, como ocurre con el parto de Manuela, la mujer de Israel, que abre la película.
"Es una película que está escrita de forma abierta" para dejar esos espacio a momentos reales o personajes que no estaban en el guion y permitir el diálogo con los protagonistas, resume el realizador.
El realizador consigue esa falsa apariencia de documental escondiendo todo el trabajo que hay detrás de la cámara y buscando una "transparencia formal" que permita ver a los personajes sin el autor que los ha creado. "El objetivo es que no se vea el trabajo de luz, para que parezca que las escenas no están iluminadas o que parezca que la película no está escrita", explica. Todo al servicio de un objetivo final: capturar el paso del tiempo.