No fue un regreso más, fue un regreso menos. Con una ostentación innecesaria de superproducción, Marcelo Tinelli volvió a la pantalla de El Trece en su temporada 25ª y luego de un año y medio de ausencia. Más allá de los 500 artistas en la puesta inicial, la apertura fue extensa, plomiza, estéticamente incoherente y absolutamente carente de emoción. Al frente de "ShowMatch", Tinelli aprovechó para hacer un pase de facturas a Telefe, y también al director de contenidos de El Trece Adrián Suar, con quien ofreció un poco creíble abrazo de reconciliación. También aprovechó para pegarle al gobierno por su frustrado intento de dirigir Fútbol para Todos e insistió una y otra vez en que no quiere "nada de política en el programa". Y lo atribuyó a que no quiere que lo que pase en su ciclo "se convierta en una cuestión de Estado". Mucho ruido y nada de nueces.
La intimidad fue un punto alto en el debut. Su hijo Lorenzo y su querido San Lorenzo ocuparon un espacio poco frecuente en cualquier otro arranque de temporada. Una "sorpresa" de la producción incluyó imágenes de Guillermina Valdes y de su hijo nunca antes vistas públicamente. Un guiño que pretendió dar en el corazón del televidente más fan de Tinelli.
A las 22.39 arrancó el programa con una imagen desde Ciudad del Vaticano y un sobreimpreso que rezaba "@cuervotinelli Volvió Marcelo". Con un doblaje típico de la vieja época de "VideoMatch", el Papa Francisco anunciaba el regreso del conductor más famoso de la Argentina, y en el medio le avisaba a Tinelli que le diga con tiempo si quiere que sea el padrino de su hijo Lorenzo.
Al rato, Brad Pitt, desde la entrega de los premios Oscar también anunciaba con bombos y platillos la vuelta de Marce, mientras Jim Carrey hablaba de la nueva onda intelectual de Tinelli, con gafas y barba de dos días, al tiempo que Ellen DeGeneres incluía en su famosa selfie la imagen de Marcelo. Obvio, previsible.
De repente las imágenes volaron hacia Puerto Madryn, y de ahí a El Calafate, a las Salinas Grandes de Jujuy y a Ischigualasto, en San Juan. Era la antesala del salto al show en el estudio, que llegó a las 22.48. Mientras de fondo se escuchaba el "¡buena!" de la Enana Marcela Feudale, apareció el coro del Teatro Colón sobre una escenografía que simulaba la gran sala porteña. Y de ahí a un tema de Fito Páez "El amor después del amor", interpretado por Sandra Mihanovich, Valeria Lynch, Marcela Morelo y Lucía Galán. Trascartón llegó "I Will Survive" con una impactante coreografía y de ahí saltaron a Karina, la princesita cumbiera haciendo "Hey Jude" en plan intimista, con un cello de fondo y vestida de gala. Sorprendente interpretación de la novia del Kun Agüero, pese a la mezcolanza.
A las 23.03 apareció Tinelli, con la boca abierta, agarrando la cámara y sacando la lengua (¿por qué otra vez de esa manera?). Y tras su "Buenas noches América" todo se hizo largo, soporífero. Lanzó un "en este año no quiero tener problemas" y decía todo como para tener problemas, un viejo recurso para que al otro día todos hablen de él. "Me gustaría preparar algo para Fútbol para Todos", dijo en alusión a una batalla que le tocó perder. Y por eso se encargó de contar detalles de aquellas reuniones frustradas con el gobierno, lejanas al interés de la mayoría.
El plato fuerte fue, sobre la medianoche, y por más de veinte minutos, una recreación de "Qué pasó ayer". Con un desfile de estrellas de la talla de Benjamín Vicuña, Adrián Suar, Pablo Codevilla, Norma Pons, Jorge Lanata, Marcelo Longobardi, Carlos Velloso, Dady Brieva y hasta la hija menor de Marcelo, Juanita Tinelli. Con algunos momentos risueños y en otra amplia producción, se mostró una acertado homenaje a la famosa comedia estadounidense.
Martín Bossi apareció en el cierre, en una muestra más del alto momento artístico de este showman. El otro showman, o el primero, en este caso, Marcelo Tinelli, volvió a más de lo mismo. Y no es un hecho menor: hacer más de lo mismo es retroceder. Más allá del impacto mediático y del rating. Ojalá Tinelli vea este debut y se plantee que otra televisión es posible.