“La República análoga” es una experiencia inédita del Teatro Nacional Cervantes. El elenco de la obra escrita y dirigida por Arístides Vargas reúne a nueve actores y actrices de ocho provincias con los que debutó el Elenco Federal del Cervantes, una propuesta que termina en Rosario una extensa gira nacional con la función que dará mañana, a las 19, en el Distrito Noroeste (Provincias Unidas 150 bis). El actor rosarino Christian Alvarez, por Santa Fe, dijo que la pieza cuenta en tono de comedia el proceso de construcción de un país a cargo de un grupo de intelectuales. Lo acompañan Sonia Andrada (Tucumán), Garza Bima (Río Negro), Liliana Moreno (CABA), Horacio Rafart (Buenos Aires), Guillermo Troncoso (Mendoza), Rubén González Mayo (San Juan), Chicho Vargas (Mendoza) y Sofía Piñero Gallo (Córdoba).
La dinámica de estos es que sean rotativos y que aborden distintos textos, de forma similar a lo que sucede con la Comedia Municipal de Rosario. Específicamente para este caso, Alvarez contó cómo surgió la idea y de qué forma se sumó a la compañía que tuvo como punto de partida una idea de Vargas, reconocido director nacido en Córdoba y radicado en Ecuador. “Es un proyecto de Arístides Vargas. Más o menos en mayo del año pasado se reunió con Rubens Correa, el director del Cervantes, y le hizo la propuesta para poder hacer esta obra y producirla. Es una obra que Arístides estrenó en Ecuador en el año 2010 para el Bicentenario de Ecuador, donde la hizo con actores de distintos países de Latinoamérica. Con ese formato le presenta la propuesta a Correa, él la aprueba y el Cervantes la produciría con actores de varias provincias. A partir de ahí Arístides arma el elenco con actores de distintos lugares con los que ya venía trabajando, de Mendoza, San Juan, Capital, La Plata y Río Negro. Quedaban tres lugares vacantes que tenían que ser Tucumán, Córdoba y Santa Fe, y ahí aparecí por la relación que tenía con uno de los compañeros que trabaja regularmente con Arístides”.
El proceso de ensayo y montaje demandó un intenso trabajo de todo el grupo y su traslado a Buenos Aires. “Es un proyecto muy ambicioso y muy interesante. Estuvimos un mes y medio trabajando y conviviendo. Somos nueve actores en escena, de los cuales siete no somos de Capital Federal, y convivimos en un departamento que nos alquiló el Cervantes. Nos hizo un contrato a los nueve actores por cuatro meses. Desde el 20 de junio hasta el 5 de septiembre que estrenamos, ensayábamos todos los días, hicimos dos funciones en el Centro Cultural Haroldo Conti, después empezamos la gira que cierra el domingo en Rosario, y solo queda una función en el Cervantes entre el 1 y el 20 de diciembre. Eso será para el ciclo Teatro del País en la que se ofrecen obras de distintas partes de Argentina y otras obras que produce el Cervantes”.
—¿Qué aportó a la obra la procedencia de actores de distintas provincias?
—Justamente el proyecto tiene que ver con la reunión de ocho personajes en la casa de otro que se juntan para fundar una República. Y la mirada conceptual de Arístides, que es quien nos dirigió también, tenía que ver con las diferencias de los lugares de cada uno. El trabaja con el concepto de las distintas teatralidades. El sostiene con mucha razón que en Argentina tenemos varias teatralidades, que no hay una sola que nos represente. El tema de poder gestar un proyecto con esas diferentes teatralidades que tienen que ver con la idiosincrasia de cada uno de los lugares de donde venimos es lo que enriquece la puesta. Y trabajamos sobre ese proceso, sobre esas diferencias en un lugar en común que es el texto y el espacio escénico. Como aporte es esta visión de un lugar en común desde la diferencia y no partir de una tabla unificadora que diría que somos todos iguales y podemos decir las cosas desde el mismo lugar por más que estemos aportando a algo en común.
—Es una metáfora de la construcción del país...
—Exacto, y que atraviesa no solamente a a la historia argentina sino a toda Latinoamérica en su constitución y en su proceso porque lo que plantea la obra es que nunca se termina de fundar una República, y que tal vez se trate de un ensayo tras otro ensayo hasta llegar a lugares donde se pueda convivir. La otra cosa interesante que propone Arístides como concepto ideológico es el tema de porqué no plantear lo imposible para que las cosas sean posibles.
—¿Ese proceso de construcción permanente es propio de Latinoamérica o es general?
—Como latinoamericanos estamos atravesados por algo que mundialmente llaman el Tercer Mundo. En este Nuevo Mundo, en estos 200 años de existencia, se habla de que somos lo nuevo y a construir. El Viejo Mundo como que está también plagado de cosas preexistentes, acabadas, y un poco pasa por ese lugar. Nosotros tenemos esa ebullición como latinoamericanos de una prueba constante. El tema de lo cíclico a nivel político y social hace que estemos en una constante prueba. Hay países que se supone ya tienen todo casi establecido y no hay mucho por hacerse. Acá la sensación que tenemos como latinoamericanos es que permanentemente está todo por hacerse, que está en nuestro ADN y que tenemos esa tendencia a romper con un supuesto conservadurismo cuando vamos generando cosas.
—¿No hay algo que esté bien hecho y que deba conservarse?
—Exacto, pero está esta cosa que aparece de nuestras inseguridades donde creemos que ya las sabemos todas, pero parten de tener una certeza equivocada de que lo que importa es la certeza y no lo que aparece, y esa construcción de la rebeldía, que vaya uno a saber de dónde viene, donde que hay que rebelarse. Entonces donde aparece una estructura se rebela. Dentro de la obra está planteado como un juego de niños. Lo que aparece es la metáfora que cuando nos volvemos adultos nos volvemos conservadores y miedosos porque nos volvemos una institución y nada más alejado de la naturaleza que una institución.