La interpretación del "Concierto en Re mayor", de Vivaldi, y de "Jeromita Linares", de Carlos Guastavino, marcará el reencuentro del guitarrista rosarino Sergio Puccini con el público de su ciudad. Será en el concierto de este jueves, a las 21, en el teatro La Comedia (Mitre y Ricardone), junto a la Orquesta de Cámara Municipal bajo la batuta de Fernando Ciraolo y con el director porteño Pablo Dzodan como invitado. Y podría decirse que Sergio Puccini, aunque es rosarino, está de paso por Rosario: viene de una gira por Ecuador y en julio y agosto estrenará a nivel mundial en Los Angeles, Estados Unidos, la "Suite para guitarra clásica y jazz orchestra", de Carlos Franzetti, junto a la Brent Fischer Jazz Orchestra, obra que además grabará; en octubre, en Nueva York, y volverá a interpretarla, esta vez con la Manhattan School of Music Jazz Orchestra, bajo la dirección de Justin Di Cioccio.
Como si todo esto fuera poco, antes, saldrá a la venta su nuevo disco, "A Leaf", con obras de Paul McCartney, Noelia Escalzo, el pianista rosarino Sergio Aquilano y Dosia McKay, entre otros, y a la vez emprenderá un proyecto particular: grabará en el exterior junto a Sergio Vallín, guitarrista de Maná, un CD con música de este último (ver aparte). Para cerrar el año, en noviembre y en París, Puccini tocará el "Guitar Concerto Nº 1" de Lalo Schifrin con la Orchestre Symphonique de Le Mans, dirigida por Dominique Fanal.
En un 2016 cargado de buenas noticias para él y los dominios de su arte, Sergio Puccini conversó con Escenario sobre el presente de su carrera guitarrística y las perspectivas que se abren para los nuevos intérpretes. Ocho discos solistas publicados, la nominación a un premio Grammy en 2011 (por su disco "Romerías", de 2010, con música de Lalo Schifrin), y una trayectoria internacional prolífica tocando junto a orquestas, son sólo algunos de los méritos que preceden sus palabras. "Puedo tocar Srockhausen o Falú, he tocado de todo un poco", dice, para reflejar su espíritu inquieto y abierto a las nuevas tendencias. Puccini, como pocos, va siempre en búsqueda de compositores nuevos que alimenten su interpretación.
—Acabás de regresar al país, ¿dónde estuviste tocando?
—Estuve en dos ciudades de Ecuador, en Loja y en Quito. Andrea Vela es la directora de la Orquesta Sinfónica de Loja, a quien ya conocía porque habíamos trabajado juntos en 2010, cuando tocamos con la Sinfónica Nacional ecuatoriana; en esa oportunidad, con Rodolfo Mederos hicimos el "doble concierto" de Astor Piazzolla, para bandoneón, guitarra y cuerdas. Ahora me invitó nuevamente para interpretar el concierto para guitarra y orquesta de Carlos Franzetti, una obra que él escribió para mí hace veinte años y que grabé en su momento. En Loja también estrené la obra de una compositora cordobesa muy amiga mía, Noelia Escalzo; me escribió varias piezas para guitarra, dos de ellas grabadas en un disco que va a salir. Toqué su obra para guitarra y orquesta dedicada a mi hija, "Canción de cuna para Sabina". Luego hice un recital en Quito junto a un flautista ecuatoriano.
—Después de tantos años de carrera, lo curioso es que siguen apareciendo nombres nuevos en tu repertorio.
—En general, si bien toqué y toco el repertorio más clásico, y me encanta (incluso tengo publicado un disco entero de música italiana del 1800), siempre trato o he tratado de salirme un poco de eso, que tal vez es el repertorio al que muchos guitarristas se atan. Siempre fui muy inquieto y encargué muchas obras a compositores; en el website mío hay una larga lista de los compositores que escribieron para mí, y eso dice algo. Ahora bien, no es fácil, es difícil eso porque el compositor en el exterior está acostumbrado a cobrar por un encargo y eso implica miles de dólares. Que desde luego yo no puedo pagar. Pero bueno, generalmente hemos arreglos y me han escrito sin cobrar, como por ejemplo aquel memorable concierto de Franzetti. Ahora, de él mismo, estoy trabajando una suite para guitarra clásica y orquesta de jazz, en cuatro movimientos. Es bien jazzera, pero hecha de guitarra clásica.
—Entablaste una relación prolífica con Franzetti entonces.
—Somos muy amigos, pero no creas que nos vimos tanto. En los últimos diez años, por ejemplo, no hicimos nada. Aquel primer concierto lo toqué bastante aquí en Argentina y también en Venezuela y en Estados Unidos.
—En esa búsqueda incansable de páginas nuevas para interpretar, seguramente tendrás preferencias, ¿cuáles?
—Mirá, yo he tocado un poco de todo. Aquí en la Argentina hice desde cosas de vanguardia hasta folclóricas. Soy muy abierto. Mientras me guste lo que esté escuchando, mientras me guste la música, está todo bien. Puedo tocar Stockhausen o Falú. He hecho un poco de todo. Pero hay épocas en la vida de un intérprete de guitarra también, y por ahí hace mucho que no tocás un repertorio y lo extrañás. Me pasó hace poco con el barroco, porque hacía mucho que no lo hacía. A mí lo que más me gusta es el repertorio actual, contemporáneo, pero sin que sea la vanguardia. Ya no me llama la atención el atonalismo o la música experimental. Lo hice en su momento, claro, pero ya no tengo ganas de hacerlo. De todas maneras, Dante Grela, a quien aprecio mucho, fui su alumno, me va a escribir un concierto para guitarra y orquesta para el año próximo.
—Los jóvenes guitarristas en Rosario suelen desanimarse: no tienen muchos ámbitos de concierto donde tocar. ¿Qué consejos les darías?
—La carrera no es fácil. Recuerdo que Ernesto Bitetti, en el Departamento de Guitarra de la Universidad de Indiana (Estados Unidos) que él manejaba, realizaba reuniones con los alumnos y sus padres. En esas reuniones les decía a los alumnos: "Si ustedes quieren hacer business, o dinero, no hagan música, aquí tienen que venir con otro sentimiento, otra fascinación". Entonces lo que digo es que esto tiene que ver más con la pasión, con eso que aunque te mueras de hambre no lo vas a poder dejar. Por eso les aconsejaría a los jóvenes músicos que se dejen guiar por el instinto, y si desean mucho hacerlo, que lo hagan y sigan adelante, porque seguramente algo van a lograr. Si no están muy convencidos, mejor no hacerlo. Yo pude hacer una carrera desde Rosario. Es difícil, pero pude. Tengo ganas de irme a Estados Unidos, pero todavía no me fui.