La compositora, performer y ahora directora de cine estadounidense Laurie Anderson, exhibió en el Festival de Venecia “Heart of a Dog”, un filme recibido con aplausos y que en la conferencia de prensa posterior generó un profundo clima emocional, extraño en el ajetreado y turbulento ritmo de la Mostra, cuando la artista norteamericana compartió con el periodismo un encendido recuerdo de su compañero de vida por 20 años, el músico Lou Reed, fallecido en 2013.
Un sostenido aplauso, sin gritos ni histeria, acompañó la aparición de los primeros créditos del filme de la performer neoyorquina, un poético recorrido por el amor y la muerte en el primer pase de prensa realizado a las 9.30, en la sala Grande del Festival.
De todos modos, las palmas ya habían comenzado a sonar sobre la imagen final de la película, cuando aparece una foto en blanco y negro de Lou Reed, mientras su voz inconfundible canta “Turn Out the Light”.
Delgadísima, vestida con una camisa de mangas cortas cerrada hasta el último botón, la genial autora de” O Superman” entre tantas canciones, se refirió conmovida aunque enérgica a su película.
“El espíritu de Lou está presente en esta película, quería hacer algo que tuviera parte de su ecuanimidad”, dijo en la conferencia para los medios de todo el mundo presentes en la sala de prensa.
Lou aparece en el filme, a veces sin caracterización, y en otras ocasiones encarnando a un médico de un hospital, dentro de una narración que mezcla ideas, la presencia de su terrier y recuerdos, como en una buena performance.
Los conceptos de los filósofos Kierkegaard y Wittgenstein, este último un estudioso de lenguaje, obsesión creativa de la dama estadounidense, junto a ideas del libro tibetano de los muertos construyen el relato de la historia.
Trabajo arriesgado que le insumió dos años de proceso creativo, una exploración sobre la muerte por momentos teatral, bastante distinto desde el contenido y la forma de narrarlo a lo que se viene proyectando en la Competencia Oficial de esta 72ª edición de la Mostra.