La Vela Puerca publicó su octavo disco de estudio con 12 canciones que los transportan a los primeros años de la banda, cuando las estructuras de las canciones tamizaban la inocencia de los primeros días, la agresividad de escuela punk, y radiografía de época, mientras capturaban melodías cantables y estribillos que rápidamente se colaron en las listas de temas del cancionero argentino.
Se presentan en Rosario este sábado, a las 20, en Metropolitano (Junín 501), con entradas a la venta en turboentrada.com, y en diálogo con Escenario, el líder Sebastián Teysera dio detalles sobre el proceso de composición de “Discopático”, álbum con el que, confiesa, quisieron patear el tablero y que no sea “tan introspectivo, tan profundo, con arreglos raros, sino, casi a mis 50 años, hacer un disco bailable, mover la patita”. En ese sentido, las canciones suenan graves y agresivas, con la base rítmica -bajo, batería- como columna vertebral.
“Los discos de La Vela generalmente nacen de una melodía, y para este fue totalmente diferente. Hicimos un montón de líneas de bajo, para que naciera desde ahí, después se pegaba la batería, después la guitarra, ahí armábamos la estructura de la canción; después los vientos, y cuando tenía la idiosincrasia sonora, recién ahí le puse la melodía, cosa que nunca había hecho prácticamente en 29 años, por eso suena de esa manera” explica Teysera, y detalla: “También, como el disco nacía desde la parte rítmica, convencí al Mandril -bajo- después de 13 años, de que tocara con púa, entonces ahí también va parte de la sonoridad un poco punkie, ¿no? Es el primer disco donde el Mandril toca con púa”.
Aparecen, en este diálogo musical, referencias de bandas como The Undertones y The Pogues, porque, al igual que en estos grupos anglo-irlandeses, la agresividad se cuela con lo dulce de los vientos cercanos al soul, y cierto folclore. “Eso fue buscado” aclara, “pero quedó bueno sin querer” porque “otra de las premisas de patear el tablero, era hacer un disco bailable, no en plan ska, sino casi a los 50 años, hacer un disco bailable, mover la patita. Entonces sí, empezamos a escuchar bastante soul, sin querer hacer soul. Rescatar el protagonismo de los vientos, que no estén como colchón, haciendo contra canto de la melodía de la voz, sino que vayan al frente, y tengan un arreglo rítmico, de golpe, como estaba naciendo el disco. Y la verdad que, entre la agresividad de las guitarras, con la parte soulera de los vientos, nos gustó mucho cómo nos quedó, y salió bien de pedo”.
La Vela Puerca & Andrea Echeverri (Aterciopelados) - Tormenta
Es acá donde destaca el trabajo del productor Ale Vázquez, porque “sin ninguna duda teníamos que tener a alguien que nos escuche por fuera. Los últimos discos de La Vela fueron producidos por nosotros, y si queríamos patear el tablero necesitábamos alguien que nos diera una mano, y Ale hizo que toda nuestra apuesta, propuesta, y locura, saliera como salió”. En «Discopático» participa como invitada Andrea Echeverri de Atercipeladosen la canción«Tormenta»,el rapero uruguayo Diego Arqueroen «La pastilla»,y Tito Fuentes de Molotov en«El paraíso».
—¿Cómo nació el término que le da nombre al disco?
—Es una palabra inventada por nosotros, y sale de una anécdota bastante divertida. Después de un ensayo, hice un movimiento, y por la edad que tengo quedé totalmente duro de la espalda, hecho una L. Me tuve que ir a un hotel, vivo a 90 kilómetros, y no pude volver a mi casa por tres días. Venía un tipo a inyectarme Oxa B12. Cuando pude me hicieron unas placas, y cuando el doctor me las muestra, dice “vos lo que tenés es discopatía” y yo me quedé mirándolo y le contesté “bueno, sí, eso lo tengo desde chiquito, es la enfermedad de escuchar discos”, y el tipo se empezó a reír, y ahí quedó esa anécdota y buscando el nombre del disco dije “bo, a mí me dijeron que tenía discopatía, y a todo orgullo”, y ahí le inventamos un significado en plan Real Academia Española. Y también un poco en reivindicación de que no perdamos lo de escuchar un disco como obra entera, porque por algo nos rompemos la cabeza pensando el orden de las canciones, buscando una parábola emocional que sólo tiene sentido si ponés el disco de principio a fin. Entonces si bien la música ahora se está escuchando de otra manera, me gustaría que se escuche de las dos formas, que también la gente tenga la paciencia de apretar play y escuchar el disco entero.
—¿Te preocupan la industria y sus formatos?
—Bueno, un poco sí. Lo que me preocupa es si vamos a terminar escuchando música porque la manda un algoritmo, o por el simple hecho de investigar y la curiosidad. No estoy en contra del algoritmo, sino de que se pierda la vieja usanza. A mí el algoritmo me tira centros, y yo trato de entrar al área corriendo y cabecear, y me pongo a curtirlo, y después me compro el vinilo. Pero que sea solo eso, que un algoritmo nos diga qué es lo que tenemos que escuchar, es un poco preocupante.
—Son una banda clásica, con un repertorio ya probado. ¿En los shows el público quiere canciones nuevas o se conforma con lo ya conocido?
—Con el repertorio ya probado, ni nosotros podríamos hacerlo. Seguimos haciendo canciones porque nos gusta hacerlo. Estuvimos de ida, de vuelta, y ahora estamos de ida de nuevo. Estamos más allá del bien y del mal, nos gusta el desafío de presentarle las canciones nuevas a las viejas. Y es lo que vamos a dejar en esta vida. Te podés morir, pero dejás algo. Es lo que nos gusta hacer, pero lo más importante de todo es que las nuevas canciones que hacemos sean igual de honestas y creíbles como las primeras que hicimos. Y creo que, por lo menos, la gente que escucha La Vela está ansiosa por ver en qué andamos, y también se suman al desafío de hacerlas convivir con las viejas. Hace un tiempo me cayó una ficha poderosa: estaba cantando y adelante había 200 o 300 gurises, y pensé que la canción que estaba cantando era más vieja que todos los gurises que estaban adelante mío. Entonces más que nunca te dan ganas de hacer canciones cuando te das cuenta que, después de 29 años, hay una generación que está ahí adelante del vallado escuchando.
—Siendo durante tanto tiempo autor, y al pertenecer a una generación bisagra en cuanto a los cambios de consumos culturales, ¿cómo hacés para hablarle a los de tu generación y al público nuevo?
—Cuando me cayó esa ficha, que siempre digo que fue el abuelazo, pensé que a todos esos gurises tenía que decirles algo. Entonces, por ejemplo, cuando empieza “Contra el viento” con “para seguir hay que parar y resolver. Para soñar hay que aprender saber perder. Para llorar hay que vivir el miedo a que, te salga mal otra vez para intentarlo después”; cuando la escribí, me di cuenta después que lo que quise hacer era comunicarme con la juventud, y levantar imágenes a través de la experiencia que me ha dado a mí la vida, pero no concejos, reflexiones. Me sentía como autor, con un desafío más, después de tantos años.