Creador de la salsa con sentido social y estandarte vivo de la intelectualidad latinoamericana, el cantautor panameño Rubén Blades llega hoy a Rosario para presentar en vivo en el teatro El Círculo “Cantos y cuentos urbanos”, junto a Roberto Delgado & Orquesta.
La ambiciosa puesta musical que acompañará al autor de “Camaleón” y “Desapariciones” servirá para encarar el espectáculo que se presenta como un recorrido de canciones y de historias de vida.
“Tenemos mucho para ofrecer”, dice a Escenario el hombre de 65 años. En este nuevo recorrido continental, lo acompaña tanto el imaginario de su “Pedro Navaja” como sus inseparables lentes oscuros y su sombrerito nat king cole. El artista, que alguna vez fue ministro de Turismo de Panamá y que hace un par de semanas en su ciudad de residencia, Nueva York, acaba de terminar de grabar una película junto a Robert de Niro, indica que en esta gira, junto a Roberto Delgado y la Orquesta de Panamá, recorre gran parte de su propia historia.
Explica: “«Cantos y cuentos urbanos» es un show con una banda de doce músicos especializados en salsa; ellos hicieron un gran trabajo para adaptar nuevas versiones de viejos temas, como «El cazanguero», que hicimos con Willie Colón, hasta los temas que hice con Seis del Solar, como «Padre Antonio». Tenemos un material que cubre un período de tiempo extenso. Además, el grupo tiene muchas variantes sonoras y eso nos permite proponer una selección variada. Roberto Delgado y la Orquesta de Panamá son excelentes exponentes del género afro-cubano. Una de las mejores bandas con las que he trabajado. Aparte de su calidad musical son muy buenas personas y buenos compañeros. Me siento dichoso de tener la oportunidad de compartir escenario con ellos”.
—Con las múltiples actividades que desarrolla, ¿cómo reparte su vida cotidiana? ¿Qué prioriza?
—En la medida de lo posible quiero visitar lugares, porque hay que hacer las cosas deseadas lo antes posible. El tiempo no te espera y estoy en edad de que comienzan a morirse los amigos. Parece que ya tengo más pasado que futuro, por lo que trato de cuadrar los proyectos al tiempo que me queda. Lo que pasó con Paco (de Lucía), con Cheo (Feliciano) y con Gabo (García Márquez), todos amigos, son campanazos de alerta. Además de todo esto, hoy priorizo la música.
—¿La política le cambió en algo su mirada artística del mundo?
—Traté de ser consecuente con lo que siempre dije. Uno es lo que hace más que lo que dice y pocos creían que iba a mantenerme cinco años fuera de la música. Pero así fue: no hice discos ni películas y sólo me dediqué a mi trabajo como ministro, al servicio de mi país. Eso también tiene un precio, porque para regresar a algunos lugares tienes que volver a ponerte en la cola. Pero hacer algo por tu país es más importante que tú mismo. Y más si te la pasaste escribiendo cancioncitas sociales. Porque a ningún pueblo lo vas a arreglar con canciones, sino con políticas que mejoren la vida de la gente.
—¿Qué significa Nueva York para usted? ¿Qué le dio y qué le quitó esa ciudad?
—Nueva York se está transformando en Bruselas. Un sitio de negocios más que nada. Los costos están destruyendo la posibilidad de Nueva York como centro de arte internacional. Cuando me mudé en 1974 pagaba 100 dólares al mes un estudio en West 86 y Columbus. Hoy te cuesta, si lo encuentras, no menos de 2.500. ¿Qué artista hoy, que comienza como lo hice en el 74 puede sobrevivir así?
—¿Qué es lo que más le gusta de todo lo que hizo y lo que hace?
—Me gusta trabajar con otros músicos, me gusta eso de compartir. De mis profesiones todas me interesan y como no tengo que escoger como tema de vida o muerte a una, soy músico por encima de todo.
—La explosiva mezcla de lo social y la salsa fue su marca distintiva, ¿cómo generó esa combinación?
—Siempre traté de ser sincero en lo que decía y sobre todo de no escribir panfletos o de desviarme demasiado con la cuestión ideológica. La salsa siempre fue el lugar ideal para la gente que llega cabreada o cansada de una semana dura de trabajo. Es el lugar en el que tal vez el menos agraciado físicamente por ahí tiene la oportunidad de estar con la más linda, porque es un gran bailarín. Ahí había que poner contenidos, historias bien contadas, y creo que lo logré.
—¿Cuáles fueron los momentos clave de esta historia?
—”Metiendo mano”, “Siembra” y “Canciones del solar de los aburridos”, la primera trilogía de discos junto a la Willie Colón a fines de los 70, fueron fundamentales para llevar a cabo la idea de una salsa de autor en la que las historias bien contadas pintaban un paisaje urbano en el que muchos se reflejaban. Willie fue uno de los pocos que vio esa veta de meternos con el problema social y no sólo con lo que pasaba en la esquina.
—¿Cuándo vio que esa fórmula podía tener éxito en países no salseros, por decirlo de algún modo, como Argentina?
—Yo sabía que en el sur iba a tener una acogida inmediata por el contenido de cuento que tenía la canción, como pasó con temas como “Pablo Pueblo”, si bien en Argentina la salsa no existía o era algo exótico, como ver un ballet de Nigeria. Pero cuando ocurrió lo de las Malvinas y se prohibió la difusión de música en inglés, muchos empezaron a redescubrir el repertorio moderno latinoamericano. Aquella vez vi cómo le prestaban atención a temas como “Padre Antonio” cuando en otro lugares, más conocedores de la salsa, no se consustanciaban tanto. Evidentemente, era el formato de cuento-canción lo que atraía.
—¿Qué le gusta de los nuevos músicos latinoamericanos?
—Me habían hablado de Calle 13, como de un buen grupo. Yo no los conocía hasta que un día los escuché y me llamó la atención el sentido del humor que tenían. Eso es muy importante para mí. Y había algo ahí. Casi siempre René se lleva la atención, pero Eduardo hace un trabajo muy interesante. Se complementan muy bien. Entonces me fui familiarizando con su trabajo y un día, en la entrega de los Grammy, me crucé con ellos y surgió la idea de una colaboración. Yo les sugerí que me dieran una letra y que yo escribiría una interpretación de esa letra, escribiría una extensión de lo que ellos habían escrito. Así surgió “La perla”. Fui a grabarla al estudio de ellos y ni sabíamos qué íbamos a hacer con eso. Entré, recité y me fui... después me llamaron para hacer el video.
—Es un hecho, se han acabado los discos; ¿qué mundo avizora para los músicos?
—La piratería afecta directamente nuestro trabajo, como compositor y como artista. Las regalías han, prácticamente, desaparecido por esos conceptos, porque la gente no considera que lo que hacen, copiar un trabajo sin aportar nada al creador, es un hurto. Es una situación complicada sin solución aún.
— ¿Es cierto que está configurando un programa para presentarse como candidato a presidente de Panamá en 2019? ¿Qué desearía cambiar en su país siendo presidente?
—Por lo pronto, seguiré de gira con “Cantos y cuentos urbanos” hasta 2016, además de colaborar con Wynton Marsalis y con la Filarmónica de Los Angeles que dirige el venezolano Gustavo Dudamel. Después de eso me dedicaré a escribir. Quiero argumentar un nuevo paradigma de la administración pública en Panamá. Ese es el trabajo que me preocupa escribir, antes de sentirme candidato a algo.
—¿Hizo una nueva película?
—Sí, acabo de terminar una película en Estados Unidos con Robert de Niro, sobre la vida del boxeador de mi país Roberto Mano de Piedra Durán. Yo hago el papel del manager de Durán.