Cinco actrices rosarinas le ponen el cuerpo a una puesta teatral que expone intensidades expresivas desde una obra poética. "Retratos mudos sobre fondo sonoro" sube a escena desde hoy, a las 21, y todos los viernes de noviembre en teatro El Rayo (Salta 2991).
Ofelia Castillo, Paula Drenkard, Luciana Evangelista, María Ester Lenci y Mari Sojo protagonizan la obra dirigida por Ricardo Arias, con asistencia de Eva Ricart. "No narra una historia, no define un tiempo, no remite a un lugar. Ellas se exponen en intensidades, construyendo una liturgia de movimientos, de cuadros descompuestos, que evocan partos, amores, fantasías, violencias, tormentas; sin otro motivo más que estar allí, en esa materialidad cruda: vestidas, desnudas, veladas, sutiles, groseras; bailando, viviendo", destacó Arias.
Al citar los fundamentos de la obra, Arias fue detallando sensaciones que permiten visualizar el concepto: "Un segundero marca el instante, un ritmo común, compartido. Ellas se exponen como en una vidriera. Sus piernas, espaldas, pies, brazos, ojos, cabellos, lenguas, bocas, dedos, cuerpos; se muestran incesantemente. No mienten, se sinceran exponiéndose, tal como se imaginan; son como se perciben: por momentos jóvenes, frescas, sensuales; por momentos abatidas, golpeadas, gastadas. Se miran a sí mismas y fuera de sí. Se despojan de ellas para ser otras, ellas más aún".
Por su parte, Drenkard dio su mirada sobre los criterios dramatúrgicos y la puesta en escena. "Son cinco actrices en escena. cinco vestuarios para cada una, que van mudando el espacio, el tiempo, los movimientos y las máscaras. Una estructura de acciones y movimientos, una obra poética trabajada como un ejercicio de libertad que escapa a los géneros estéticos; donde se lucha contra la repetición o se la asume como algo inevitable. La sumatoria (y la repetición) constituye el mecanismo de montaje, además de la selección caprichosa regida por la mirada del director", detalló la actriz.
A su turno, Arias agregó que en "Retratos mudos sobre cuerpos sonoros" hay "cuerpos entregados a la alabanza y la oración. Belleza en la ficción de la regresión, en el juego del rejuvenecimiento y de la fantasía de ser feliz". Y ahondó aún más sobre el fundamento que se expone en esta puesta desde el abordaje sensitivo y corporal: "El cuerpo femenino se vuelve inaccesible, indescifrable; no lo abarca las manos que lo tocan ni las palabras que lo intentan explicar, sólo por medio de un acto poético o del amor erótico se puede rozar o delinear algo que lo manifieste; el resto es violencia".
Por último, Drenkard amplió detalles relativos a la sonoridad del título de la obra: "El plano sonoro tiene carácter de montaje o collage sonoro, casi aleatorio. Todo se compone en una hora; ni un segundo más, ni un segundo menos. No hay protagonistas, hay mujeres que danzan más allá de la música: danzan la lluvia, los truenos, sus partos, su desesperación, sus violencias y sus deseos. Son fragmentos, detalles que se vuelven escenas, cuadros pintados sin un orden narrativo, que pueden leerse bajo prismas de coherencia y extrañeza al mismo tiempo".