El año pasado, Peteco Carabajal fue el eje del espectáculo "Solo y acompañado", en el que compartió escenario con numerosos colegas de distintos géneros. Algunos de los invitados al ciclo que se realizó en el Torcuato Tasso, de Buenos Aires, fueron Hilda Lizarazu, Víctor Heredia y Adriana Varela.
La apuesta de trasladar ese mismo concepto a la música de Rosario era osada, pero, a la luz de los resultados artísticos de los conciertos del fin de semana, el riesgo valió la pena.
Carabajal transformó el escenario de la sala Lavardén en un fogón de amigos, en dos ensayos abiertos que dejaron algunas conclusiones. La primera de ellas: que la incorporación de otras expresiones musicales a su propuesta, que comenzó tímidamente al despuntar su carrera, veinte años después parece ser el motor que guía y nutre su proyecto artístico.
La primera parte del concierto tuvo a Carabajal como único protagonista. Sentado y sin desprenderse de su guitarra acústica, repasó algunas composiciones propias, como el inédito escondido "Memorial del patio" y "El niño", esta última coescrita junto a Víctor Heredia. El platense Jorge Cumbo (quena y percusión) fue el primer invitado de la noche, y luego se sumaron Gerardo Bautista (teclados), Juancho Farías Gómez (bajo) y Juan Carabajal (percusión).
Con Peteco en el centro del escenario, alternando entre el violín, la guitarra acústica y el charango, y con invitados provenientes de distintos géneros, quedó delimitada una suerte de zona franca musical entre el folclore, el tango y el rock, que disolvió algunos de los prejuicios que tanto daño hicieron a la música argentina.
En la entrevista que La Capital publicó el domingo pasado, tras ser consultado por las características de este espectáculo, Carabajal soltó una perla: "Cuando a mí me invitan a una grabación me hacen escuchar algo nuevo y a la segunda escuchada entramos a grabar directamente. Acá apelamos a ese espíritu, a la disciplina de la improvisación". A primera vista, la expresión "disciplina de la improvisación" parece contradictoria. Pero en realidad, la idea de Peteco pasa por dejar el virtuosismo de lado y enfocar las energías en la pura materialidad emotiva que posee una canción.
Resultados. Los resultados le dieron la razón, y un ejemplo fue la versión de "Disculpeusté", de Patagonia Revelde, con Franz Funes, líder del grupo, en guitarra y voz. Mientras Funes cantaba la primera estrofa, Peteco tanteaba en su charango el modo en que se iba a sumar en la segunda. Llegado el momento, la canción de Funes dejó de ser un ska rockero para convertirse en un carnavalito poderoso.
Mucha emoción despertó entre el público la aparición sobre el escenario de Carlos Pino. Antes de fundirse en un abrazo que pareció eterno, Pino y Carabajal interpretaron a dúo dos canciones del invitado: "De Santa Fe al norte", con letra de Rafael Ielpi, y "Entraña de árbol", coescrita con Armando Tejada Gómez.
Con el grupo de tango Ser al Sur, Peteco se metió con "Libertango" y "Yira yira". Luego se sumaron a la fiesta Diego Casanova, de Rosario Smowing, y el blusero Caburo. El final encontró a Peteco junto a Lele Lovato en un duelo de violines. A esa altura, la sala Lavardén era puro fervor y la larga ovación que recibió el santiagueño entregó la segunda conclusión de la noche: que su carisma y honestidad artística lo han convertido en uno de los músicos más queridos del folclore argentino.