El consumo exacerbado, el ocio hueco de emoción y la identidad como marca registrada son el contexto donde todos esperan cumplir con su arquetipo aunque las hilachas sean difíciles de disimular. Se trata de un encierro donde lo único que brilla son las vidrieras, con una tarjeta de plástico como mero password a la felicidad y donde la miseria humana ha encontrado una nueva forma de subsistencia. Cualquiera de los locales de los nuevos templos de adoración del dios Mercado puede ser el tablado de "Un regalo para Miriam", una oferta de teatro local dirigida por Silvina Santos con un texto original (del que es co-autora) y una audaz puesta en escena como luces, y con laxos intersticios entre actos y artes de distinto calibre como sombras.
Concebida como una comedia dramática, la obra se sitúa en un atiborrado Día del Amigo en alguno de los centros comerciales de Rosario. Entre promociones, ofertas y descuentos, cruzan sus existencias, peleando por prendas de ocasión, Zulma, una nueva rica, y Laurita, una señora de buena posición social, dos mujeres en busca de algo que no se puede comprar.
Perchero de almas. La desolación es intrínseca al personaje de Silvina Santos, quien lleva en su carrito la tragedia. Violentada por su entorno familiar y acostumbrada a naturalizar el rechazo, espera, como promete la publicidad, llenar su alma con un hijo que no puede tener. Y en un mundo donde todo parece tener precio qué mejor lugar para comprar uno que el shopping. La actriz pasa, como en un posnet, de la comedia al drama, y sus explicaciones acerca de su infortunio acaban siendo desgarradoras. Intensa y profunda, aporta la real dimensión de la propuesta teatral.
Su contrincante en eso de exprimir billeteras es Valeria Quaglia, quien encarna a una mujer manipuladora y sin escrúpulos, típica de su clase, prejuiciosa, xenófoba y superficial, y que usa al centro comercial como marco para sus tropelías. Ubicada en su rol secundario y creíble, ayuda a acentuar el sabor amargo que dejan las economías de mercado y sus adalides.
Alicia Salinas es la personal de seguridad del shopping quien interactúa con el público mientras ingresa a la sala, quien se regodea en el siempre arbitrario (ab)uso de autoridad, quien se transforma en escena en la mujer que esconde tras su farda y su linterna, y quien se encarga de monologar sobre el amor, la pareja y sus sucursales en este principio de siglo. Y hace de ese rol un acierto por su desinhibición actitudinal, por el carácter casi protagónico que sabe asumir en sus intervenciones, y porque muchas veces corre con la ventaja de la improvisación.
Estefanía Salvucci, Camila Montenegro y Ezequiel García son Carolina, Emilia y Ernesto, empleadxs en el lugar. Y si bien sus nombres aparecen en el texto (lista a la que se suma Socorro, la guardia), en la historia sólo se menciona explícitamente uno de ellos, un artilugio que quizás bien metaforiza la invisibilidad y precariedad de esos trabajadores. La primera intérprete sirve de correcto apoyo para la escena más trágica de la obra, asumida por Santos; la segunda es una buena escolta en el desarrollo de los actos y hasta demuestra sus dotes de música. El último tiene un papel terciario, como Lautaro Álvarez y Patricio Alcoba, encargados de la percusión, a la manera de los números artísticos habituales en esos ámbitos.
Deseos en promoción. La puesta se destaca por un estudiado aprovechamiento del espacio a través de módulos que van erigiendo y demoliendo paredes no tan imaginarias, y separando los actos, aunque sus transiciones son a veces largas y otras antojadizas. Como las musicales.
A lo mejor más cómoda en el grotesco que en el drama costumbrista urbano, la puesta expresa los deseos personales, alquilados por los mandatos sociales o colectivos de un grupo de personas sin más evidente conexión que la de convertirse en vendedor o comprador.
"Un regalo para Miriam" fue escrita por Alicia Salinas y Silvina Santos hace poco más de dos años como una pieza breve y así se estrenó en septiembre de 2014 en el ciclo "Nuevos dramaturgos, cuatro historias mínimas" del teatro La Nave.
Hoy reescrita y redimensionada, la obra pendula entre el grotesco y el drama, entretiene y reflexiona sobre la cosificación de los otros, se demora en su continua escenificación y es de interpretación despareja. Y si el paquete se presenta como una patriada semiprofesional, cuando se lo abre aparecen un par de buenas actuaciones, acertadas colaboraciones, un geométricamente útil uso del espacio, un texto con el que es fácil identificarse y una puesta inteligente. Así, "Un regalo para Miriam" se transforma fácilmente en un espejo del hábito contemporáneo de comprar como solución a la insatisfacción, al aislamiento y a la desintegración social. Clink, caja.