“Y yo que pensé que eras eterno... Mi súper hombre. Hubiera querido tenerte toda la vida conmigo. Y te fuiste nomás...Y donde sea que llegaste sé que arrancó una fiesta. Con tus hermanos. Con tus amigos del alma. Con tu hijo y el amor de tu vida que hace un tiempo ya te vienen esperando. Y seguro estarás al piano...Llenándolos a todos de tu talento, de tu música, que sí eternamente vivirá”, escribió la conductora de TV y nieta de Mariano Mores, Mariana Fabbiani, en su cuenta de Instagram.
Acompañando el mensaje con una foto con su abuelo, completó: “Grande entre los grandes. Héroe de mi vida. Hombre de roble. Tu sencillez y tu don serán mi inspiración siempre. Gracias por los juegos. Por los consejos. Por la alegría. Por tu poderosa fuerza. Cómo te voy a extrañar...Abuelito...Maestro...Buen viaje. Nos hablaremos a través de tu música. Siempre. Gracias”.
¡”Adiós abuelo querido! Te voy a extrañar mucho!! pero tu recuerdo y tu música estarán siempre en mi. Gracias por tu ejemplo de vida”, escribió por su parte su otro nieto Gabriel Mores en las redes sociales.
Lo cierto es que el pianista Mariano Mores murió ayer a los 98 años.
El músico —compositor central del tango desde que se diera a conocer a fines de la década del 30— atravesó todas las épocas de la música porteña, habiendo dejado joyas musicales imperecederas como “Uno”, “Cafetín de Buenos Aires”, ambas con letra de Enrique Santos Discépolo; “Adiós Pampa mía” y “Taquito militar”, entre muchas otros títulos.
Muchos no saben que el apellido Mores, adoptado por Mariano Alberto Martínez, es el resultado de su asociación artística con las Hermanitas Mores, integrado por Margot y Myrna Mores, en 1936, a las que apoyaba como pianista en sus actuaciones radiales, y que con la segunda se terminó casando.
Nacido en el barrio porteño de San Telmo en 1918, fue hijo de una pareja fanática del tango que se anotaba en cada concurso que hubiera y un abuelo flautista que insistía para que el chico estudiara algún instrumento musical y se transformara en un artista mayor.
En 1925 la familia —en la que había varias hermanas— se encuentra en Tres Arroyos, ya que su padre era viajante de comercio y el lugar le parecía una buena cabecera de playa para su trabajo, y Marianito recibió como regalo un piano de concierto, en paralelo a unas clases con un profesor local, que le aconsejó abandonar por falta de aptitudes.
Esa decepción fue compensada al regresar a Buenos Aires dos años después, cuando escuchó tocar a la hermana de un almacenero, que era maestra de piano, y ese llamado del instrumento fue transformándose, de a poco, en pasión y estudio. En 1928 se recibió de profesor de teoría musical, solfeo y armonía en el Conservatorio D’Andrea y en 1929, con la troupe familiar instalada en España, el futuro autor de “Uno” obtuvo una beca en la Universidad de Salamanca para perfeccionarse como pianista clásico cuando aún se lo veía como niño prodigio.
El Compositor Relámpago. Mariano se presentó en algunos escenarios como Lolo el Compositor Relámpago, capaz de improvisar un tema a partir de lo que el público le solicitaba, pero la cercanía de la Guerra Civil hizo que ese personaje quedara en el olvido y que la familia volviera a la Argentina en 1936.
Una de las músicas que marcó al pianista a su regreso fue la de Alfredo Le Pera, fallecido un año antes junto a Carlos Gardel en Medellín, al tiempo que la prematura muerte de su padre —un hombre culto y melómano— lo obligó a conchabarse como pianista en el café Vicente, de Corrientes y Carlos Pellegrini.
Por ese entonces compuso la música de “Gitana”, con letra de Luis Rubinstein, titular de la Primera Academia Argentina de Interpretación, donde se había inscripto para empaparse de la música local y lugar donde conoció a su futura esposa Myrna y a su cuñada Margot.
Gracias a ese romance nació su primer tango, “Cuartito azul” (1938), con letra de Mario Batistella, ya que se trataba de la vivienda de soltero del músico, en Terrada 2410, Villa del Parque -hoy museo-, pintada por él mismo con cal coloreada con azul de lavar, un elemento de limpieza muy popular entonces.
Junto a las Hermanitas Mores y algunos músicos amigos formó la Orquesta Típica Marianito Mores, que traspasó a ritmo de tango algunos títulos del japonés Masao Koga, se presentó en Radio Belgrano y grabó discos, lo que entre otras cosas lo hizo entrar en tiempos de gran bonanza económica.
Ese fue el comienzo de una carrera de compositor que tuvo títulos memorables como “Uno” y “Cafetín de Buenos Aires”, ambos con Discepolín en las letras, “El patio de la Morocha”, con Cátulo Castillo, “Grisel” y “En esta tarde gris”, con Contursi, “Una lágrima tuya”, con Homero Manzi, “Tanguera”, “Adiós, pampa mía”, con Ivo Pelay, “Por qué la quise tanto”, con Rodolfo M. Taboada, y las milongas “Taquito militar” y “El firulete”.
Ya separado de las hermanas, que abandonaron el canto, conoció a Francisco Canaro -quien ya era una superestrella del tango en el país y el exterior a partir de su estadía europea- a través de su amigo Rodolfo Sciammarella y poco después se integró a su orquesta.
Canaro agregó un piano al que ya tocaba Luis Riccardi, nombró a Marianito al frente del coro y le pagó un sueldo de estrella. El nuevo pianista permaneció una década en la orquesta, participó en enormes revistas musicales -la primera fue “Pantalones cortos”- y se transformó en su protegido. Esto hizo correr la versión de que en realidad Marianito era un hijo no reconocido de Canaro, que no tuvo otros descendientes, pero alimentó a las revistas populares y a los corrillos de la época.